11/01/2007

EN BUSCA DEL TORO PERDIDO (o sea integro)


Ya se puede oír el agua en las canales. Ello viene a indicar que el otoño ya está aquí. Atrás quedó el brillo y la luz de una temporada taurina que acaba de concluir. Es el momento del recuerdo, de la reflexión y también del olvido. Es la hora de valorar lo positivo de la recién acabada campaña. También juzgar y desterrar todo aquello que huela mal. Se afirma que la fiesta goza de buena salud, cada año se celebran más festejos. También se inauguran nuevos cosos y la fiesta de los toros llega prácticamente a todos los rincones del país. Una fiesta aparente fuerte y vital pero que desgraciadamente, salvo contadas ocasiones, no es oro todo lo que reluce.
La grandeza de la fiesta está precisamente en su pureza. Si ésta se pierde, la esencia más profunda de ella está siendo dañada. Un espectáculo adulterado, fraudulento y fato de emociones es perjudicial para el toreo. Más aún que unas jornadas anti taurinas en el Congreso o las hordas animalistas protestando en las puertas de nuestras plazas. Y es que como ha quedado dicho, salvo contados casos y contadas plazas, la corrida carece de pureza y por tanto de verisimilitud. Varios son los males que dañan a la fiesta. Se podrían enumerar muchos, tales como los montajes con su archiconocido treinta y tres, que inflan artificialmente el escalafón. Los empresarios metidos a apoderados o los apoderados metidos a empresarios, tanto monta monta tanto. Los organizadores de festejos que cobran por torear a los más modestos. Aquellos medios de comunicación que hacen las vista gorda y son incapaces de denunciar las tropelías de estos taurinos de medio pelo. También los que cantas y pregonan lo bonito que es todo, pero a los que poco importa la integridad, la verdad ni los intereses del único perjudicado. El espectador.
Pero hay algo que esta profundamente tocado. Es el toro. Y sin toro es imposible que haya fiesta. Tarde tras tarde y salvo contadas plazas de primerísima categoría, se esta lidiando un toro carente de muchas cosas. Falto en la mayoría de las ocasiones de trapio, desgraciadamente se sigue confundiendo con tamaño, kilos y pitones. Ayuno de casta y fuerza, y lo que es peor tremendamente mutilado. Por desgracia tarde tras tarde el toro muestra sus defensas manipuladas. En las plazas de capital de provincia, se cuida la operación. En plazas de menor categoría, no importa. Para qué, si luego no pasa nada. El reglamento prevé analisís para detectar el afeitado y sancionar al infractor, pero si ésta no se cumple ¿de que sirve la ley? De nada. Papel mojado. ¿Cuántos pitones se han enviado en la presente temporada para analizar? Pocos o mejor dicho ninguno. Como nadie protesta no pasa nada. La fiesta de los toros es un espectáculo muy caro. El público lo vive bajo un concepto. Rentabilizar el precio de lo que paga. Pero por desgracia y como se le está informando mal, lo hace de una manera totalmente equivocada. Todo se traduce en tratar de pasarlo bien. Que engañados están la inmensa mayoría de los espectadores de hoy. La rentabilidad de sus localidades, pasa por exigir un espectáculo limpio, puro e integro que es lo que está pagando. Toros con la morfología típica de su encaste y con ello diversidad de los mismos, desterrando el monoencaste imperante. Pero sobre todo toros limpios e íntegros de pitones. Se así se exigiera, otro gallo cantaría a la fiesta. Lo demás son milongas.

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