11/03/2009

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. El toro del Conde.


Este año el otoño se está haciendo de rogar. A las alturas que estamos y todavía andamos con mangas de camisa. Luego ocurrirá lo de siempre, que el invierno nos sorprenderá de repente. Mientras llega o no llega, la vida para nuestro amigo Rafael, viene siendo igual. Me lo encuentro cuando voy camino de casa y él se dispone a tomarse su copita de mediodía. Sin perder jamás su apostura, Rafael camina despacio, con mucha parsimonia. Un pantalón de mil rayas, precisamente planchado por su sobrina Lola, su camisa blanca y una chaqueta finca de color azul marino, le da cierto aire aristocrático. Luego sus botines de piel y su gorrilla campera le delatan, pero no le restan un ápice a su señorío.
- Rafael buenas tardes, a tomar una copita, ¿no?
- Hombre amigo, justamente voy a la taberna. Si no tiene usted mucha prisa le convido.
- Pues Rafael, hoy va a ser el día. Le acompaño y charlamos un ratito que hoy se me han antojado unos boquerones fritos, así que el ‘tapeo’ corre de mi cuenta.
Entramos y nos sentamos en una mesa apartados del bullicio que suelen tener las tabernas a mediodía. Pedimos un par de vasos de fino. Yo lo pido frío. Rafael, como siempre del tiempo, o sea a temperatura ambiente. Se queja Rafael del tiempo, de lo que está tardando este año en llegar las lluvias y el fresco.
- Este calor este año se está ya poniendo ‘pesao’. Otros años ha pasao igual, pero éste, la cosa se pasa ya de castaño oscuro.
- Es verdad Rafael, aún recuerdo el día de los Santos de 1984 que aunque llovió un poco por la mañana, por la tarde apretó el calor de lo lindo.
- Ese día hubo una novillá por la mañana. Si no recuerdo mal se presentó con picadores Rafael Gago y cortó cuatro orejas si la memoria no me falla.
- Efectivamente con ganado de Buendía que salió buenísimo.
- Eso de ‘santacoloma’ no fallaba, al igual que lo del Conde.
Aunque se a que Conde se refiere Rafael, no dudo en hacerme el tonto para ver si me cuenta alguna historia de las suyas.
- ¿A que conde se refiere usted Rafael?
- A que conde va a ser, al de la Corte. Uno de los mejores ganaderos de España, por no decir el mejor.
- Es verdad Rafael, no había caído.
- Pues no caer en eso y en un aficionao de su calidá es pecao mortal.
- Rafael, se me había ido el santo al cielo. Seguro que recuerda alguna anécdota de algún toro relacionado con el Conde de la Corte.
- Claro, no me voy yo a acordar del toro “Treintaydos”. Vaya día de difuntos que nos hizo pasar, por un momento nos hizo temer lo peor.
- Cuente, Rafael, cuente.
Le digo al camarero que nos rellene los catavinos y que nos traiga medía ración de boquerones en adobo. Rafael bebe un sorbo de forma suave y comienza su historia.
- Hubo una época que la ganadería del Conde de la Corte estaba en tan buen momento, que raro era el ganadero que no le compraba un semental con el objeto de mejorar lo que ya tenia en su casa. En la mayoría de las cosas el toro ligaba, solo hubo en la historia un toro del Conde que dio mal. El toro que Arranz le compró a buen precio. Ese fue el único que no hizo nada bueno en la ganadería.
- Es cierto Rafael, la ganadería de Arranz la hizo el famoso “Filibustero” de Graciliano Pérez Tabernero, el del Conde fue un fiasco.
- Bueno, al lío. Trabajaba yo de vaquero en una ganadería que por discreción me voy a callar. El ganadero estaba deseoso de padrear sus vacas con un toro del Conde de la Corte, pero ni tenia dineros ni influencia alguna para conseguirlo.
- Es verdad Rafael, si había demanda el conde tenía que pedir muy buenos dineros, y eso obviamente eso no estaba al alcance de todos.
- Efectivamente. Mi jefe se las ingenio y a base de insistir mucho a su intimo amigo el Gobernador Civil, logró que otro ganadero amigo común de ambos, y que años antes le había comprado al Conde un toro, se lo emprestase para una cubrición.
- Tráfico de influencias Rafael.
- Claro, para eso se tenían conocimientos muy importantes. El caso es que aquello tenía que llevarse mu en secreto. A nadie le interesaba que el negocio saliera a la luz. Ni a mi jefe, ni al ganadero que prestaba el toro, ni al mismísimo Conde. Total que el día que estaba previsto que el toro llegara a la finca, todos estábamos advertidos que todas las labores tenían que llevarse de una forma discreta, por lo que preparamos un cerrado que no se utilizaba y que estaba a la espalda del cortijo. Tan escondio estaba ese cerrado que únicamente se podía entrar atravesando el cortijo, por eso no se utilizaba.
- En fin Rafael que todo fue como una película de espías.
- Efectivamente. El toro cuando llego era un dije. Fino de cabos, mu bien hecho, rematado y con el aparato que tienen por delante los del Conde. Aquello no era cuna, era una cama de matrimonio. Pues cuando el animal entro a su nueva casa le esperaban en el cerrado tres bueyes que dispusimos para que no se encontrase solo.
- ¿Qué bueyes se utilizaban Rafael?
- En esa casa había una parada de bueyes berrendos en colorao que era la envidia de la comarca. Es más incluso de fuera de la provincia. Bueno, pues tres de ellos se pusieron en el cerrao para no tener a la joya sola.
Rafael para de hablar, cogé un boquerón se lo echa a la boca y lo saborea, rematando con un sorbo de fino de montilla moriles.
- Todo no va a se hablar Salvador.
Reímos los dos con ganas. Rafael es un buen interlocutor y sus charlas son siempre amenas y distraídas.
- Se me ha olvidao decirte, que el toro llego a casa el día de los Santos que ese año cayo en sábado, y eso significaba que los seis hijos de mi señor jefe estaban por el cortijo haciendo lo que suelen hacer los chicos, jugar, enredar y hacer de cuando en cuando alguna travesura.
- Cuando hay mucho niño, ya se sabe, y más seis ¿no Rafael?
- Estos eran los seis de rabo lagartija, los varones que eran cuatro no paraban de pensar con esas cabezas, las niñas eran más nobles, pero como los hermanos les hicieran algo, con el llanto sacaban de quicio al más pintao. Precisamente uno de los niños fue el que al día siguiente nos dio el susto del siglo, bueno el niño y el toro. Vaya mal rato.
- ¿Qué fue lo que paso Rafael? Vamos que me tiene impaciente.
- Pues el toro dio la noche, no hacia na más de reburdear y quejarse. Seguramente olería a las hembras y muchos toros ya por estas fechas se ponen con el celo mu pesaos. Bueno, por la mañana preparamos los caballos, el ganadero, el mayoral, los cuatro niños varones y yo, nos dispusimos a ver las vacas para tratar de preparar un lote para el nuevo inquilino. En el cerrado de las hembras, Fernandito le dio a su hermano Pepe un garrochazo sin querer queriendo y se lío el conflicto. Al final el agresor que podría tener siete años huyo ante la riña del padre y se nos perdió de vista. Una vez más o menos visto el lote que se podría preparar el toro, nos dispusimos a volver para almorzar.
Rafael calla y vuelve a tomar un sorbo de vino. Sonríe y masculla: ‘mardito niño’. Intuyo entonces que fue Fernandito, el hijo del ganadero, el protagonista junto al toro del Conde de la Corte de la historia.
- Bueno pues al llegar a la casa, vimos que el niño no había llegado. Conociéndolo pensamos que se habría entretenido por el campo con el caballo y que estaría haciendo de las suyas. Quizás hasta preparando la venganza a su hermano por el palo que le dio con la garrocha. El caso es que llego la hora de la comida y el joio niño no aparecía por ningún lao. Desde media mañana hasta las tres y cuarto que eran, había transcurrido mucho tiempo sin que el niño diese señales de vida. Los críos se solían perder de cuando en cuando, pero cuatro horas era mucho tiempo para que un niño de su edad estuviese solo en el campo.
- ¿Qué paso Rafael? ¿Dónde estaba el chaval?
- Salimos de nuevo a caballo y estuvimos viendo por donde solían jugar los críos, pero no dábamos con él. En mitad de la búsqueda y al mirar desde un cerrete, me di cuenta que los tres bueyes que estaban con el toro del Conde, se encontraban fuera del cerrao. Alguien les había abierto el portil, pero era imposible pues tenían que haberse visto atravesar el cortijo. Nos encaminamos hacia donde estaban y el mayoral vio como parte del cercao estaba echao abajo y que el toro tampoco estaba dentro. Imagínese el mal rato. Se había perdido un niño y un toro que en teoría no debería de estar allí nunca también. Al estar intentando reparar el desaguisado oímos en la lejanía la voz de Fernandito gritar: auxilio, socorro. Dimos un salto a los caballos y cual fue nuestra sorpresa ver a aquel maldito demonio en lo alto una encina y el toro del Conde abajo haciéndole guardia. Rápidamente le echamos los bueyes y lo apartamos de allí, cogiendo el ganadero a su hijo que lloraba como una magdalena.
- Rafael, alguna trastada del chiquillo
- Como lo sabe usted. Al volver a la casa tras la riña que le dio su padre, quiso entrar a la casa por la parte de atrás, que lindaba con el cerrao donde estaba el toro. Como él no sabia lo que había allí se extraño y se bajo del caballo. Vio al toro y el mardito crio no tuvo nada más que hacer ejercicio de tiro con el tirachinas tomando como blanco al del Conde. Al recibir el chinazo el toro arvirtió donde estaba su agresor arrancándose y llevándose los ‘alambres’ por delante. La suerte de Fernandito fue que tenía la encina cerca y gateo en ella como una centella, gracias a Dios no hubo que lamentar tragedia alguna.
- Cosas de chiquillos Rafael.
- Efectivamente Salvador, los niños son niños, Fernandito no sabía de la casta del nuevo huésped y pasó un buen susto. Bueno, nos lo hizo pasar a todos.
- ¿Y que pasó con el toro Rafael?
- Pues nada que en enero se le pusieron en ese mismo cerrado sesenta vacas viejas y contrastadas, ligando con ellas de forma inmejorable. Es más de esas crías se sacaron dos sementales. En junio cuando fue quitado de las hembras “Treintaydos” volvió a casa de su dueño como si nada hubiera pasado. Lo que si está claro es que los toros de aquel cruce cuando los veían los apoderados y toreros en los corrales, al ver lo aparatoso de las cornamentas, siempre preguntaban al mayoral o a alguno de nosotros ¿seguro que en tu casa no se ha puesto un toro del Conde? Nosotros lógicamente decíamos que no, pero por dentro nos remordía la concencia pero aquello se tenía que mantener en secreto por órdenes del jefe.
Terminamos de apurar nuestras copas. Salimos y Rafael vuelve a quejarse del clima. Los calores este año no se van. Pienso que así es mejor, mientras el tiempo sea benevolente Rafael andará de arriba para abajo, y así será más fácil que me cuente las vivencias que tuvo en sus años de vaquero de reses bravas.

5 comentarios:

V. Sánchez López dijo...

"Abejorro",nº26,que costó 15000 pesetas, no ligó con las vacas "martínez" que Arranz compró, cierto.
Preciso relato amigo Salvador.

Pilar Fuentes dijo...

Salvador precioso el relato. Gracias por enriquecernos con estos escritos, a mi personalmente me encantan.
Un saludo.

Ruben El Litri y Benjamin torres dijo...

me parece un cuento de un viejo mayoral.Todo un placer poder leer estos historias tan interesantes.Es mas me gustaria que cada mes pongais alguna por que seguro que tiene para dar todos los dias

Emilio Lentisco dijo...

Pues he empezado por curiosidad en las primeras lineas con la intención de saltar a otro Blog. y me lo he "comio" entero. Precioso relato. Enhorabuena.
Lo del niño subido a la encina y el toro debajo mirándole, me recuerda algunas pinturas de López Canito

Lorenzo Ruiz dijo...

Estupendo relato. Enhorabuena.