5/16/2010

JOSELITO, NOVENTA AÑOS DESPUES



La tragedia forma parte de la fiesta de los toros. Es uno de sus dos polos opuestos. La tragedia y la gloria. La vida y la muerte. La muerte siempre está presente en tan ancestral ritual. Tanto que incluso las muertes ocurridas en la arena jamás pierden vigencia. Como antiquísimos romances de ciego son recordadas y transmitidas de generación en generación. Las que tuvieron lugar con protagonistas de menos relumbrón y las ocurridas con las grandes figuras. Todas siguen vivas en la memoria colectiva de los amantes de la fiesta más grande de todas las fiestas.
Muchas conservan un halo misterioso. Muchos son los interrogantes que el paso del tiempo no ha podido descifrar. Plazas perdidas en muchas ocasiones en lo más profundo de la geografía, ganaderías envueltas en leyenda negra, casualidades o no, lo cierto y verdad es que la inmensa mayoría de estos lúgubres sucesos están rodeados de un misterio que en ocasiones sobrepasa la realidad.
Hoy 16 de mayo se cumplen noventa años de la muerte de aquel al que llamaron Rey de los Toreros. José Gómez Ortega, Joselito el Gallo. Una vez más una plaza modesta, Talavera de la Reina, fue testigo de la tragedia. Aquí comienzan a surgir los interrogantes. ¿Qué lleva a Joselito en el cenit de su carrera a matar una corrida en Talavera? ¿Qué compromisos llevan a “Gallito” a estoquear una corrida de una vacada desconocida y no perteneciente a la Unión?
Muchas cosas se han contado, otras tantas se han escrito, pero ahora vamos a tratar de revelar muchas cosas desconocidas para el gran público.
El peso de la purpura del toreo cae sobre la espalda de Joselito en la campaña de 1918. Belmonte se casa en Perú y decide no hacer temporada española. Joselito está solo ante un público cada vez más exigente. La ausencia de su rival y a la vez compañero hace que todas las miradas se vuelvan hacía él. El escritor taurino más influyente de su tiempo, Gregorio Corrochano, exige al torero sevillano el máximo al considerarle el más completo de la historia. “Gallito” acusa toda esta presión. Para colmo su vida personal tampoco le sonríe. La muerte de su madre le afecta profundamente en el ánimo. Sus amores con cierta señorita de la aristocracia sevillana son difíciles y conflictivos. Sus relaciones con sus hermanos Fernando y Rafael, se deterioran poco a poco.
La temporada de 1919 comienza. Belmonte vuelve. Joselito ya no está solo. Los públicos siguen exigiendo enormemente a ambos toreros. Corrochano desde su tribuna de ABC rompe a favor de Juan Belmonte. José Gómez Ortega está cada vez más solo. La campaña acaba. Joselito viaja a Perú decidido a torear en Lima donde debuta en diciembre de dicho año. Viaja de retorno a España, curiosamente en compañía de nuestro paisano, el ganadero cordobés Florentino Sotomayor. Una vez aquí sus propósitos son los de bajar el número de festejos, el ir más cómodo, el descansar de la presión. Estaba cansado de soportar el peso de cada temporada. Decide igualmente limar asperezas con el crítico Gregorio Corrochano, buen amigo, pero del que se encontraba distanciado por sus crónicas adversas. Para ello usa la figura de su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, con quien también estaba disgustado. Su hermana Lola congracia a los cuñados y así es como José almuerza con el crítico en el restaurante “La Estrecha” en la capital de España. Es entonces cuando Corrochano le informa que unos primos estaban organizando en su Talavera natal una corrida de toros con motivos de la feria. José no duda. Se ofrece a matar la corrida.
Un primo de Corrochano, de nombre Venancio Ortega Corrochano, había arrendado la plaza de toros de Talavera de la Reina, para dar salida a una corrida de la ganadería familiar que había quedado con motivo de las inclemencias del tiempo sin lidiar en la feria de Albacete.
La ganadería se anunciaba como de la Viuda de Ortega y estaba formada por vacas procedentes de la Ducal vacada de Veragua que eran padreadas por un toro originario de Santa Coloma y que pastaban en la finca “Prado del Arca”. A título de curiosidad esta finca es propiedad en la actualidad de José Miguel Arroyo, que se anuncia en los carteles también como “Joselito”. Se dice que los toros estuvieron seis meses como inquilinos de los corrales de la plaza de Albacete.
Venancio Ortega contrató para la corrida a Sánchez Mejías, quien había estoqueado con éxito una corrida de su ganadería en Alcalá de Henares. Para los otros dos puestos se pensó en Larita y en Rafael “El Gallo” que había reaparecido. Tras el almuerzo en la capital todo cambió. Venancio Ortega cedió el arriendo de la plaza a Leandro Villar, amigo de Joselito, quien en compañía de Darío López contrató a “Gallito” por la cantidad de 5000 pesetas, cantidad que fue suscrita por comerciantes e industriales talaveranos. Una vez José en el cartel se bastó para hacer caer del mismo a Larita y a su hermano Rafael, quedando en un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías.
Tras una desafortunada actuación en Madrid, Joselito viaja con su gente a Talavera. Vestido de grana y oro con cabos azul turquesa inicia el que a la postre sería su último paseíllo. El festejo se desarrolla con muy poco relieve. Solo el tercio de banderillas en el cuarto toro a cargo de los dos espadas saca al público del tedio. Salta el quinto de la tarde. Nombrado “Bailador”, número 7. Pequeño, de capa negra y recogido de cuerna. Hijo de la vaca “Bailadora” y del semental “Canastillo”. Joselito se percata que en el tercio de varas, el toro cambia de comportamiento. Tras cuatro varas por cuatro caballos muertos, “Bailador” acusa problemas en la visión. Seguramente a consecuencia de los ácidos de los aparatos digestivos de los caballos. Joselito inicia la faena provocando al toro más con la voz que con el engaño. En un momento de confianza, Gallito se retira a armar la muleta. El toro lo ve y se arranca de forma imprevista. El matador lo intenta quitar con la muleta, pero el toro por sus problemas de visión no obedece al toque. Joselito es volteado feamente al caer el toro en un derrote seco le alcanza de lleno en el bajo vientre. Es recogido por su cuadrilla y trasladado a la enfermería. Allí le atiende David Ortega Corrochano, hermano del ganadero y médico de la plaza ante la ausencia del titular Francisco Luque que se encontraba de luto. El parte facilitado fue el siguiente: “Herida en la región inguinó-abdominal derecha, circular de ocho a nueve centímetros de diámetro, penetrante y con salida de epiplón e intestinos con posible hemorragia interna.” Los medios médicos de la época le fueron aplicados de forma inútil. La cornada era mortal de necesidad, solo cabía la asistencia espiritual aplicándole la extremaunción el padre Felipe Vázquez Fernández titular de la Basílica de la Virgen del Prado, patrona de Talavera. Ignacio Sánchez Mejías no se separo del cadáver de su cuñado. También se hizo cargo de su traslado y posterior funeral. Sánchez Mejías hizo cortar la cabeza de “Bailador” enviándola posteriormente a Madrid. El destino marcado se había cumplido.
Años más tarde, como en otras ocasiones también se ha repetido, Ignacio Sánchez Mejias tuvo su encuentro con la muerte, en otra plaza de la España profunda y con otro toro de ganadería casi desconocida. Las cosas del destino. La tragedia presente en la fiesta, lo que la engrandece aún más.

1 comentario:

Enrique Martín dijo...

Parece mentira que noventa años después y sin que ya quede nadie que lo viera torear, todavía siga tan presente la imagen de Loselito. Hoy en Madird guardaremos su minuto de sliencio, igual que en los últimos noventa años. Y que no nos olvidemos nunca.