12/29/2011

ESTO SE ESTA SALIENDO DE MADRE. Firma invitada: Fernando Claramunt

Entre las gratas notas de estas fiestas navideñas encuentro una mancha negra y fea, un olor a podrido que hiere nuestra sensibilidad olfadoria y gustativa, que van muy unidas. Esa mancha negra procede de Galicia, tierra para mí muy querida, muy respetada y casi venerada como para todos los españoles, los que hemos ido a rezar al Señor Santiago y a recorrer las bellezas naturales de la costa y del interior de tan amadas provincias. Pero de pronto, sale de allí mismo, de esa tan querida zona de España, una mancha negra, que no es tinta de calamar o de pulpo local, lo cual tendría pase, ni siquiera accidente de un petrolero contaminante, sino necedad, de algunos políticos cuyos nombres no quiero recordar. A estas alturas, los tales políticos- cuya inteligencia deseo que Dios ilumine algún día- no se han enterado de que hace pocos años una comisión de expertos presidida por el Defensor del Menor, hizo saber con toda claridad que las corridas de toros no envilecen ni pervierten el alma infantil ni hace brotar la crueldad, el sadismo, ni la violencia, solitaria o n bandas, ni nada parecido.

Sobre el cielo de Galicia y allá en su gloria, imagino el alma de doña Emilia Pardo Bazán, tan partidaria de “Guerrita” y tan noble defensora de las corridas frente a una ignorante Mrs. Lowell, así como el alma de la más exquisita de nuestras damas académicas. La excelentísima señora doña Elena Quiroga de Abarca, hija de los Condes de san Martin de Abarca, cuya infancia y gran parte de su vida estuvo unida a las dulces tierras gallegas, en cuyo seno falleció el 3 de octubre de 1996. Había nacido en 1921 en Santander, pero su espíritu estaba transido de sensibilidades gallegas cien por cien. Tuve el honor de asistir a su ingreso en la Real Academia de la Lengua y más tarde disfruté de su hospitalidad y la de su esposo, el académico e historiador Don Dalmiro dela Válgona.

Doña Elena Quiroga, destacada novelista en los años de la posguerra, escribió una excelente novela, “La última corrida”, plena de respeto y afecto por la figura del torero protagonista y del entorno de la Fiesta Nacional. Un hermano de esta escritora es autor de una muy notable biografía de Manuel Rodríguez “Manolete”.

Me informa un amigo gallego, soberbio pintor taurino, me lo dice esta misma tarde, por teléfono desde La Coruña, que hay brotes antitaurinos – antiespañoles, como si se tratase de seguir la corriente a otras aberraciones similares en alguna otra provincia de España.

Invoco al glorioso espíritu de don Ramón Valle Inclán para que se les aparezca envuelto en una capa oscura a esos visionarios antiespañoles y les
hable de su amistad con Juan Belmonte, de la cual también participó en menor medida don Wenceslao Fernández Flórez. ¡Ah don Wenceslao! Lo invoco aunque su grado de taurófilia era menos evidente. No se le pasó por la cabeza pedir que prohibieran ver toros a los niños gallegos. En cambio, llevado por su talante aristocrático sugirió que en las corridas se lidiaran gatos, que son animales de movimientos más elegantes y de pelaje más suave y distinguido, en su opinión.

Por otro lado, reproduje en uno de mis libros la carta que el 13 de octubre de 1955 el académico W. Fernández Flórez escribió al profesor D. Antonio Vallejo Nágera, catedrático de Psiquiatría en la Universidad Central de Madrid, consultándole acerca de la influencia sobre el carácter de los gallegos al ser picados por las moscas de Pontevedra. ¡Ah caramba! Bien podría ser una intuición de gran valor profético por parte de don Wenceslao. Sí una de esas moscas ha picado al promotor de la prohibición antitaurina, podríamos hallar atenuantes a la retrógrada necedad de la mentada prohibición.

Puestos a mentar a los espíritus más esclarecidos, hagamos venir a don Camilo José Cela, de quien escuché, con motivo de la reinauguración de la plaza de toros, la cubierta, de La Coruña, que haber tenido veinticuatro años sin toros a tan noble ciudad había sido una salvajada. Fueron sus palabras textuales. Esa sería la opinión, no lo dudo, del matador Alfonso Cela “Celita” y del picador Dositeo Fernández “Gallego”, amigo de Rafael “El Divino Calvo”, de Joselito “El Gallo” y de Ignacio Sánchez Mejías , que por cierto llevó en su cuadrilla al poeta Rafael Alberti vestido de salmón y azabache en la plaza de Pontevedra.

¿Irán lo niños gallegos a ver corridas de toros si lo desean? Espero que sí, por su propio bien , por el de sus familias esclarecidas y verdaderamente democráticas, alejadas de la influencia de las moscas morbosas, de los políticos ignorantes, y por ende intolerantes, así como por el bien de mi amada Galicia y por el bien de mi amada España.

Fernando Claramunt
Presidente del Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida. Medico ex director, por oposición de Dispensarios de Psiquiatría e Higiene Mental.

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