9/16/2012

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. Del otro lado de la mar oceana.




En Córdoba la festividad de la natividad de la Virgen marca el final del periodo estival. La Virgen de la Fuensanta con sus campanitas de barro, su velá popular y la leyenda del caimán ponen punto final a la languidez propia del verano. Córdoba parece despertar. Sus gentes, muchos con color de bronce adquirido en la Costa del Sol o la sierra, y los más modestos en piscinas y parcelas, se encaminan al Santuario para rezar a la patrona. La explanada donde se erige el edificio sacro y también el humilladero del pocito de agua milagrosa, es un hervidero donde se mezcla lo sacro y lo profano. Los cordobeses se dan cita año tras año en el lugar. Unos para cumplir con su devoción con la Virgen. Otros para poner un punto de alegría a la siempre deprimente vuelta de las vacaciones.
Desde hace dos años la imagen de la Virgen recorre en procesión matinal los aledaños del templo. El sacro cortejo se ha convertido en un nuevo punto de encuentro para los cordobeses. Los cofrades forman impecablemente vestidos ante el paso que porta la imagen y que cierra una banda de música que interpreta solemnes y alegres composiciones en su honor. Tras la procesión la misa, y tras ella se inicia un ir y venir de gentes que no cesa hasta bien entrada la noche.
Mi condición de cofrade hace que haya participado en la procesión. Al termino de la misa me encamino hacía casa, el propósito no es otro que el de despojarme del traje de chaqueta, que ya empieza a sobrar una vez que el sol comienza a desperezarse. Una gratificante ducha, un cambio de ropa más acorde con las temperaturas que sufrimos y un paseo son las pautas a seguir.
Una vez hecho lo anterior, salgó de paseo un rato antes de la hora del aperitivo por la ciudad. La temperatura sigue siendo alta y, más pronto que tarde, lo más recomendable será retirarse pronto. Al doblar la esquina de la calle Alfaros, junto al ayuntamiento, me encuentro de frente con Rafael. Como vive con los sobrinos es complicado verlo en verano, pues entre playa y chalets serranos vive como un autentico marqués. El hombre se alegra de verme y como es natural yo también de verlo a él.
-          Rafael, que bien lo veo. Como le sienta el verano. Donde caminamos ¿en busca del fresco de la taberna o a por un helado de mantecado?
-          Pos a ninguna de las dos cosas. Voy al horno a comprar un pan, que mi sobrina me va a jacé mañana un salmorejo fresquito. Con estas calores es lo único que entra.
-          Pues fenomenal. Le acompaño si no le importa.
-          Que me va importar, así hablamos un poco que llevamos tiempo sin darle a la singüeso.
Juntos caminamos San Pablo abajo en dirección al horno de Cristóbal Martín. Un horno clásico de Córdoba. Hablar de La Catalana es hablar de pan de toda la vida. Atrás quedaron los años que se cocía el pan en los viejos hornos de leña de encina, pero el pan que se hace en esta casa sigue teniendo ese sabor característico del pan más clásico de la ciudad. Rafael compra un pan de un kilo que mete en una castiza talega de tela que llevaba plegada en el bolsillo de la guayabera color hueso. Salimos del horno y Rafael me dice:
-          El otro día me contaron en la taberna que ha estao osté con unos mexicanos hasiendo televisión.
-          Cierto es Rafael. Un buen amigo que ha pasado unos días en Córdoba. Se ha aprovechado la estancia para grabar cosas para unos documentales para la televisión mexicana. Hemos estado con Lagartijo, el sobrino de Manolete, en El Injertal de Miravalles, feudo de los que lucen el hierro de Saltillo al día de hoy y en La Vega, donde pastan los otros saltillos de José Joaquín Moreno Silva.
-          Las pasiones de los mexicanos, amigo. Manolete y los cárdenos de los Moreno de la Cova.
-          Así es Rafael. Calin* nos trato fenomenal. Al principio un poco parco en palabras pero cuando cogió la confianza hablo de su tío y México aportó muchas cosas. Y luego en Palma del Río pues ya sabe usted. En el Palacio de los Portocarrero con Enrique Moreno de la Cova y unos días después en La Vega con su primo José Joaquín Moreno.
-          Buen ganadero era el padre de don José Joaquín. Don Alonso triunfó con sus “urcolas” de forma rotunda en todas las plazas del país.
-          Pues ahora es al contrario. Los “urcolas” se conservan de forma testimonial solo algunos machos y José Joaquín se ha centrado en los “saltillos” con los que tiene un cartelazo de Despeñaperros para arriba extraordinario.
-          Las vueltas que da esto del toro. Lo de “saltillo” también es extraordinario. Fíjese osté que con unas pocas vacas y un toro de esa sangre se formó todo el campo bravo mexicano.
-          Más o menos es así Rafael la historia.
-          Pos si quiere, ya que estamos cerca, le convido a un medio de vino en La Sacristía y le cuento una de toros mexicanos.

Me seduce la idea. Llevo tiempo sin pasar una velada con Rafael. La Sacristía es una taberna moderna, pero que ya es todo un clásico en la ciudad, sobre todo gracias a sus caldos de Moriles Alto, sus sabrosos montaditos y sus sugerentes tapas frías como el salmorejo, la ensaladilla o las patatas alioli. Accedo a la propuesta y en breve tiempo nos encontramos en el local. El reciento tiene un sabor taurino excelente y está enclavado en pleno corazón de Santa Marina. Pedimos dos medios de Moriles frescos y un plato de patatas cocidas condimentadas con un sabroso ali-oli.
-          Pos mire osté hace ya algunos, pero que algunos años, se preparó la confirmación de un torero que venía de México con mucha fama. Manolo Martínez. Gracias a don Álvaro Domecq se aprobó que para el acontecimiento viniese una corrida mexicana y todo se echo a andar. Don Álvaro tenía conocimiento con Don Luis Barroso, que era el dueño de una ganadería mexicana que se llama Mimiuhuapan y se resolvió que se escogiesen toros de esa ganadería.
-          Algo de eso he oído, pero la verdad es que nunca me había puesto a investigar sobre el tema.
-          Pos yo se lo cuento que lo se mu de primera mano grasias a la gente que faenaba en Los Alburejos.
Tomamos un sorbo de vino frio y degustamos unas patatas que están también frescas y sabrosas. Rafael continúa su historia.
-          El ganadero mexicano, que como le he dicho se llamaba D. Luis Barroso, escogió lo mejor de su casa. Reseñó ocho animales de nota extraordinaria. Como es norma allí se bautizaron el día de su apartao y se le pusieron nombres relacionaos con la amistad entre los dos países.
-          Eso es norma habitual allí. Creo recordar que el toro de la confirmación de Finito de Córdoba se le puso “Califa” y al de la presunta despedida de El Pana se rebautizó como “Rey Mago” por ser la corrida el día de Reyes.
-          Estos ocho bureles se embarcaron en el barco “Camino” y ahí se empezó el lío.
-          ¿Qué pasó Rafael?
-          Pos que el barco iba ligerito de carga y al capitán, para rentabilizar la travesía, no tuvo otra ocurrencia que ir en vez de directo a España, como estaba previsto hacerlo,  pasar antes por Colombia y Venezuela. Una travesía prevista de quince días, duró cuarenta y cinco. Los animales tenían comida solo para esos quince días que se habían previsto, así que imagínese oste lo que paso.
-          Me lo imagino, me lo imagino.
-          Los toros perdieron más de sien kilos cada uno. P’a colmo de males el barco de mercancía se fue primero a Santander en vez de a Cádiz, donde esperaba Álvaro Domecq para llevarse los toros a Los Alburejos.
Rafael hace una pausa y retoma el relato con su habitual forma entre interesante, nostálgica y concisa. Tomo otro sorbo del fino que Doblas cría en Moriles Alto y continua.
-          Pero no terminaron las tragedias. En el desembarco llevado a efecto en Los Alburejos se pelearon los toros y uno fue muerto a cornadas. De los ocho que se embarcaron en México si no me falla la memoria quedaron los números 21, 22, 14, 33, 58, 39 y el 45. Así que entre perdida de kilos, peleas y demás se resolvió que los toros no eran aptos para Madrid.

-          ¿Y qué paso Rafael?
-          Los toros se quedaron en Los Alburejos un año. Allí se repusieron y se desidió que se lidiasen en día 22 de mayo de 1972 en San Isidro. En un cartel que formaban Victoriano Valencia, el mexicano Antonio Lomelín y José Luis Parada.
-          ¿Y cómo salió la corrida?
-          Pos a pesar de los pesares cumplió la espectativas que había de sobra. El triunfador del festejo fue el mexicano Lomelin, que había confirmado unos días antes con toros precisamente de Don Alonso Moreno cortando tres orejas, que estuvo valiente de verdad y cortó una oreja con petición de la segunda. Victoriano Valencia estuvo cumbre con su segundo, pero lo pincho y perdió los trofeos. El que menos se adaptó fue Parada que paso sin pena ni gloria.
-          Los toros se rebautisaron de la siguiente forma el número 21, Hermano; el 22, Cariñoso, al que Lomelín le cortó una oreja; el 14, Manito; el 33, Amistoso, que recibió los honores de la vuelta al ruedo; el 58, Cuate y el 39, Amigo. Como se dará cuenta y le he dicho antes. Nombres que hacían gala de su origen y de la amistad entre ambos países.
-          Qué curioso Rafael. ¿Y usted como sabe la historia tan al dedillo?
-          Pos mu sensillo, como aún conservaba amigos de cuando trabaje con Salas en Cádiz y siempre me ha gustao mucho las cosas de México, me interese mucho a través de un antiguo compañero que se colocó en Los Alburejos.
-          Según me cuenta un toro no se lidio. En concreto el 45. ¿Qué paso con ese toro?
-          Pos según se dijo, don Álvaro lo echo a un lote de vacas. Pero en fin hasta ahí ya no entro. En el campo hay cosas que no se cuentan, no deben de contarse o no interesa contarlas.
-          Pues me ha interesado mucho lo que me ha contado usted, pero tengo que hacerle aún una pregunta. ¿Qué le llamaba tanto la atención de México?
-          Muchas cosas. Sus toros, sus toreros, el tequila, los corridos de rancheras y sobre todo los ojos de María Félix.
Rompemos a reír y salimos cada uno camino de su casa. Camina con el pan de kilo presuroso para evitar el calor y yo le secundo, pero obviamente en dirección contraria. Lo que no sepa Rafael de toros en esta Córdoba, difícilmente lo sepa nadie.


*Calin es el apodo familiar de Rafael Soria Molina, Lagartijo en los carteles, sobrino carnal de Manolete y matador de toros.



1 comentario:

Juanito dijo...

Precioso relato con sabor a solera, me encanta leer estos relatos que rememoran recuerdos de otros tiempos
taurinos más auténticos y más románticos que los de hoy, llenos de sabiduría popular y de una afición más entrega al TORO que la actual.