6/25/2013

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. LA HISTORIA DE INDIANO, UN TORO DE BARBERO.


Terminó la feria de mayo. Córdoba trata de recuperar la serenidad. Tras una semana de  celebraciones la ciudad se despereza. Sus gentes caminan por sus calles cansinamente. El cansancio se acusa, tanto en el físico, como en el bolsillo. Es hora de la vuelta a la normalidad, a lo cotidiano, a los problemas de cada día que en estos tiempos se acrecientan, y sobre todo a volver a ser nosotros mismos. Con nuestros defectos y también con nuestras virtudes. Córdoba se sacude una semana de fiesta que ha servido para que la ciudad parezca despierta y viva, pero sobre todo, para hacer olvidar nuestros problemas, pero finalmente todo no ha sido nada más que un espejismo. Todo vuelve a ser lo que era. La cruda realidad se vuelve a vivir, es algo inherente a la vida. Lo otro, la feria o la fiesta, como todo lo efímero, pasa de largo.
El eje que une Tendillas con la plaza de la Corredera, lugar con reminiscencias taurinas de las que aún sobrevive la calle Toril, ha perdido el trasiego de días atrás. Las gentes de la tierra, y las foráneas también, hace unos días caminaban presurosos al Arenal. Hoy lo recorren algunas amas de casa hasta el mercado central, así como visitantes ávidos de contemplar la única plaza porticada de Andalucía.  La Corredera conserva la fisonomía de su gran última reforma, eso sí, invadida por veladores de bares y una horrenda concepción de granito combinada con unas anacrónicas farolas, culmen todo del mal gusto de los “artistas” de hoy. Pero ahí continúa. Testigo mudo y marco de fiestas de cañas y toros, de autos de fe, de ejecuciones y de otros muchos más acontecimientos que marcaron el desarrollo e historia de una ciudad como Córdoba.
La concepción de la plaza se debe a dos nombres. El del corregidor Ronquillo Briceño y al del arquitecto castellano Antonio Ramos Valdés. Este último concibió, por orden del primero, un espacio rectangular con balconadas en las casas que lo conforman. Todas a excepción del palacio del propio corregidor, obra manierista, y la llamada casa de Doña Jacinta, señora esta que los tenía que tener muy bien puestos, y que se opuso a que su casa fuera demolida para adecuarla al proyecto del arquitecto Ramos Valdés consiguiendo incluso una real cédula de Carlos II que finalmente impidió la ejecución de la idea del corregidor.
 En el antiguo palacio del corregidor se ubica hoy el mercado central. De allí salgo tras comprar un poco de pescado fresco para freír con el aceite de la tierra. Al llegar a la altura del llamado Arco Alto, me encuentro a Rafael que toma presuroso la Espartería camino de cualquier taberna, pues es la hora de la tradicional copa del mediodía.
-Rafael, buen hombre, ¿Dónde va usted tan ligero?
- Hombre, amigo mío. ¿Dónde cree osté que me dirijo a estas horas?
- Pregunta estúpida por mi parte. Venga le acompaño que llevamos la misma ruta y antes de entrar a mi casa me tomo una copa con usted y le convido.
Rafael sonríe. Le ha hecho gracia que me autodefina estúpido. Es su sorna, su particular humor. Lo veo con un aspecto inmejorable. Impecablemente vestido, como siempre, y con fuerza pues sube la cuesta de la Espartería a una velocidad de vértigo a pesar de sus ochenta y tantos años.
-          Rafael ¿ha ido usted a la feria?
Rafael calla por un momento. Pero rápidamente me pregunta él a mí.
-          ¿A la feria? ¿O a los toros? Porque a la feria desde que se la llevaron de la Victoria al Arenal no he ido. Pero a los toros sí que he ido. Solo falte el día de los caballos, que como bien sabe osté cada vez me gusta menos ver a los toros “mutilaos” y encima humillaos con esas esibisiones de doma ecuestre.
Tras coronar la Espartería, como si fuera el mítico Angliru, tomamos Claudio Marcelo hasta llegar a la esquina con la calle María Cristina, donde nos sentamos en la terraza de la clásica taberna El Gallo. Pido dos medios de vino y un platillo de aceitunas.
-          Bueno Rafael y que le ha parecido la feria taurina, que a la otra ya me ha dicho usted que no va.
-          La feria ha tenio cosas buenas y cosas malas. Las buenas, que se han visto cosas que no las volveremos a ver, como las faenas de Morante de la Puebla, el toreraso que es José Luis Moreno y que a la afisión cordobesa a poco que se la cuide responde. Lo malo es que el toro cada vez importa menos a todos y eso es un error. El toro es lo más importante de la fiesta.
-          La verdad es que si Rafael. El toro, aunque se ha subido un punto en su presentación, ha estado por debajo de lo que debe ser para una plaza como Córdoba.
-          Bueno, quisá en presentación ha estado más o menos correzto. Pero en comportamiento, ay, el comportamiento. El toro debe de ser un animal con fieresa, no estos que han salido de toriles como si estuvieran amaestraos. Que en el primer tersio ya asoman la lengua y da pena de verlos. ¡Coño, si parese que salen del chiquero hasta picaos!
-          Bueno al menos este año la cosa ha tenido cosas positivas Rafael, hay que mirar siempre lo bueno.
-          Bueno, bueno, pero hasta que no salga un toro fiero todo tendrá menos importansia o quisá ninguna.
-          En fin Rafael, que para usted el único toro ha sido el del cartel ¿me equivoco o no?
-          Como lo sabe osté. Eso sí que era un toro. Un toro de los de antes. Por sierto ¿conose osté su historia?
-          El toro “Indiano” de la ganadería de Rafael José Barbero y estoqueado por Lagartijo el Grande en Zaragoza.
-          Ozú, está osté bien enterao de too.
El toro "Indiano" de la ganadería de Barbero

Nos reímos con ganas. A Rafael le hace gracia que sepa la historia del toro que ha figurado en los carteles de la feria de Córdoba de este año. La verdad es que cuando escribí para “El Día de Córdoba” el artículo sobre la presentación de la feria taurina, estuve investigando sobre el toro en cuestión y eso Rafael obviamente lo desconocía. Rafael se queda muy serio. De pronto, y tras beber un trago de vino, me dice:
-          ¿Conosé osté por casualidad los orígenes de la ganadería de los Barbero?
-          Algo he leído, pero mejor cuente usted que es más de la época.
Rafael cambia el gesto. Se queda muy serio y me dice entre bromas y veras:
-          ¿Me está disiendo osté viejo?
-          No se lo tome usted a mal hombre.
Rafael se ríe con ganas.
-          Hombre, a mal no lo tomo. Soy un ansiano pero viejo todavía no, amigo mío.
-          Pues cuénteme la historia de la vacada de Barbero que para eso es usted un anciano.
Toma otro sorbo de vino. Toma una aceituna y tras comerla despaciosamente comienza su relato.
-          Siempre le he dicho que las buenas ganaderías se obtienen mediante cruses. Ahora se defiende mucho la puresa de sangre, pero la verdad no es otra que esas castas hoy tan defendidas por su puresa son mestisas. Fíjese osté bien: Santacoloma: Saltillo e Ibarra. Los patasblancas: Veragua y Santacoloma. Lo de Iban: Contreras con Domecq. Toas tienen algo de cruse y la de Barbero no podía ser menos.
-          La verdad es que si Rafael, incluso el toro artista de Domecq es una amalgama de sangres y lo de Torrestrella no digamos. Pero siga usted contando lo de Barbero.
-          Rafael José Barbero, que asin se llamaba nuestro hombre, era un comerciante de tela que tenía su residensia en el barrio de San Pedro. Afisionao al campo compró la ganadería brava de Álvaro Muñoz Pereiro que era pura de casta “jijona”. La ganadería la establesió en la finca “Cordoba la Vieja” y en otras de la vega de Palma del Río siendo el mayoral José de la Haba que fue, si osté no lo sabe, padre de Manuel de la Haba “Zurito” fundador de la dinastía torera que aún en nuestros días perdura con este nuevo “Lagartijo” que tan buen corte tiene de torero.
-          ¿Entonces Rafael la ganadería de Barbero era pura de casta jijona?
-          Pos en origen, si. Pero más adelante hubo una crusa con toros de José Rafael Cabrera. Este cruse es todavía un misterio. Unos dijeron que Barbero compró sementales, otros que aprovecho una corrida cabrereña que iba camino de Madrid y paró en Córdoba la Vieja, y otros que los de Cabrera estando en Córdoba se dedicaron a conquistar amorosamente a las vacas jijonas de Barbero.
-          Teniendo en cuenta Rafael que en aquellas épocas no había sementales fijos en las ganaderías a saber lo que paso allí realmente Rafael.
-          Lo sierto y verdad es que donde había coloraos y castaños comensaron a aparecer pelos cárdenos, berrendos y negros, señas de que algo había pasao.
Hierro de la ganadería de Barbero

La tertulia con Rafael es amena. Conoce el historial de las ganaderías antiguas de Córdoba como pocos. Sigo interesado en lo que me está relatando y me veo obligado en pedir otra ronda, vaya a ser que corte y me quede sin terminar de conocer la historia de la antigua torada de Barbero. Nos traen un par de medios de fino y una suculenta ración de boquerones en vinagre libres de cualquier anisakis.
-          Continúe Rafael, ¿Qué más cosas pasaron por la ganadería de Barbero?
-          Le he dicho que aunque soy mayor de edad y tengo muchos años, eso es mucho más antiguo aún que yo, asín que lo que le cuento es cosa que me contaron a mi también hase muchos años. Rafael José Barbero se presentó en Madrid con tres toros el día 19 de septiembre de 1851, teniendo que añadir a su divisa encarnada y blanca otra sinta de color amarillo para diferensiarse de la del Duque de Veraguas. Coinsidió además el esplendor de la ganadería con el de Lagartijo el Grande y ello junto con la aparisión del tren hiso que sus toros fueran a muchas plasas de España.
-          Tanto que Lagartijo se topo con Indiano en Zaragoza ¿no?
-          Así es. El toro como se ve en el Museo Taurino era todo un galán. Cuentan que a la hora de matar Rafael al ver por donde tenía que pasar le dijo a su hermano: “Juan, estate preparado con el capote y me esperas en el rabo”. Lagartijo se tiro en la mitad de la “cuna” saliendo volteado porsima del burel, pero claro, allí estaba Juan Molina con el capote y libró a su hermano del peligro. Ni desir tiene que el toro rodó del espadaso.
-          Las cosas del primer Califa Rafael.
-          Así es amigo. Buena relasión tenía Lagartijo con el ganadero, tanta que dos años después en 1868 los toros de Barbero fueron los escogidos para la reinaugurasión del coso de Los Tejares.
-          ¿Y que paso finalmente con los toros de Barbero Rafael?
-          Pos que cuando falleció el ganadero se vendió la ganadería al sevillano Rafael Laffite y Castro quien la mantuvo con más o menos fortuna pasando una parte de ella con el tiempo a la familia Pablo Romero quien a través de mestizajes y crusas poco claras dieron lugar a una ganadería mítica.
-          Buena información Rafael. La pregunta es ahora la siguiente ¿Cómo sabe usted tantas cosas?
-          Mu sensillo. Mi afán por aprender. Es la única forma de saber sobre el toro y la fiesta. Herede de mi tío muchas cuartillas con apuntes, recortes de prensa y unos librillos que tienen más informasión de la que puede osté suponer.
-          Pero en esos apuntes y notas no creo que cuenten lo que me ha narrado usted de Lagartijo e Indiano en Zaragoza.
-          Bueno eso es de otra cosecha. Un hijo de Juan Molina, por tanto sobrino carnal de Lagartijo, fue un notable banderillero en la cuadrilla de su hermano Rafael Molina Martínez “Lagartijo Chico”. Al morir prematuramente, Manuel que así se llamaba, dejo los toros y se colocó como ordenansa en el Museo Taurino. Al pasar por la cabeza disecá del Indiano siempre contaba lo mismo ante la sorpresa de los visitantes: “Mi tío Rafael le dijo a mi padre, Juan espérame en el rabo”. Nadie suponía que el guía era sobrino carnal del primer Califa.
Rafael Molina "Lagartijo"


Reímos conjuntamente imaginando el cuadro de unos turistas sorprendidos ante el relato de un guía de museo. Terminamos nuestros vinos y cada uno se encamina para su casa. Los relatos de Rafael siempre tienen su punto de interés. Esperamos con ansía el próximo.

1 comentario:

Juanito dijo...

Como siempre Salvador un bonito relato y amena lectura.