8/29/2013

MANOLETE, LXVI AÑOS DESPUES

Portada del especial de El Ruedo publicado con motivo del XXV Aniversario

Las madrugadas en Andalucía tienen el halo de la intensidad. Las madrugadas suelen, en esta bendita tierra, ser festivas o dramáticas, en el mejor de los casos ambas cosas a la vez.  Madrugadas de cante quebrado tras una noche de fiesta, de bambalinas que danzan acompasadas al son de la música, de reyerta y sangre en disputas que nacen en la pasión de sus gentes. Madrugadas, prolongación de la noche y antesala de la aurora. Todo puede pasar en esas horas donde la obscuridad empieza a perder su fuerza para cederlo todo, poco a poco, a la luz de un nuevo día. También pueden ser mágicas y convertir un drama de sangre y muerte en algo mitológico y épico.

Los versos lorquianos señalaron a las cinco de la tarde como la hora del drama y la sangre. Eran las cinco y cuarto, no de la tarde, sino de la madrugada. En una blanca habitación de un hospital un hombre deja de existir. Un hombre roto por un toro y que por la herida producida fue perdiendo poco a poco su vida. Por el contrario, cada halo de sangre perdido y por ello de vida, significaba su ascensión al Olimpo de la inmortalidad. En aquella cama de aquel hospital de Linares, murió Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, matador de toros, pero en esa misma cama nació un ídolo inmortal llamado Manolete.
Sesenta y seis años han pasado ya. Ya van quedando pocos de los que fueron testigos del suceso. Las generaciones posteriores hemos conocido lo ocurrido esos días a través de la prensa, de añejas películas de la época y de los relatos de los contemporáneos del Monstruo. Hoy hay muchos escritores anacrónicos que se aprovechan de la figura del ídolo inmortal, siguen narrando lo ocurrido, hacen sobre su vida una y mil cábalas, eso si, sin haber vivido los años del “manoletismo”, algunos son tan osados que dan su opinión, sesgada y superficial, tratando sobre todas las cosas de cambiar la figura del torero, pero no saben en su ignorancia, que las páginas de la  historia una vez escritas son imborrables.  
Mi niñez transcurrió con la sombra de Manolete planeando sobre mi todos los fines de agosto. El día en que se conmemora la tragedia, craso error pues las tragedias son para olvidarlas, la televisión en blanco y negro de la época se hacía eco del drama de Linares. Recuerdo claramente un documental de Tico Medina, que posteriormente mi maestro Ladis me regaló, así como un ejemplar de la revista El Ruedo especial conmemorativo  del XXV Aniversario. También tengo el recuerdo de la esquela, a media página, que publicaba el diario Córdoba todos los días veintinueve de agosto.
Acta de defunción donde se atestigua la verdadera fecha del nacimiento del mito

Los años pasan pero la sombra alargada y majestuosa de Manolete sigue viva en el mundo del toro. El día de ayer fue de homenajes hacia el último califa de Córdoba, repito, un error. A Manolete no hay que recordarlo por su muerte en Linares. Manolete merece una memoria alejada del drama y de la sangre. De su ascensión al Olimpo de los mitos la madrugada del veintinueve de agosto. Su figura llega mucho más lejos. Más allá de romances de ciego, más allá de coplas nostálgicas, más allá de ofrendas florales o más allá de panegíricos horteras y caducos. Manolete es mucho más grande que toda esta parafernalia desfasada y de color amarillo. ¿Por qué no nos acordamos de la fecha de la alternativa? ¿o del faenon al toro de Villamarta en Sevilla? ¿o de la tarde del sobrero de Pinto Barreiros en Madrid? El recuerdo a Manolete debe de ser alejado de Islero, de Linares, de Miura, del plasma…Manolete es mucho más que eso. Cuando en la fiesta de los toros se están perdiendo muchos valores que la hacen grande es cuando hay que poner los mismos en la figura del Monstruo de Córdoba. El sentido del deber, la profesionalidad, la entrega, el querer estar bien con el mayor numero de toros posibles, la verdad en el toreo y sobre todo su pureza en la suerte suprema. Ese es el recuerdo a Manolete. Esos son los valores manoletistas que debemos de inculcar a las nuevas generaciones para honrar la memoria de uno de los últimos mitos de esta ciudad discreta, callada y sola.


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