1/18/2014

REFLEXIONES A LA LUZ DE LA LUMBRE


La lluvia cae impasible. En los campos se comienza a agradecer el agua. El verdor aflora tiñendo la hasta ahora tierra ocre. El invierno es una estación triste y oscura, esto hace que sean muchas las horas que pasamos al calor de la lumbre. Es cuando la mente, y el ambiente, nos invita a la reflexión y a la meditación. Nos invaden muchas dudas, varias interrogantes, a las que intentamos, con más o menos fortuna, encontrar respuestas y solución. Tratamos de poner en orden muchas cosas de nuestra vida cotidiana, en la que incluimos nuestras aficiones y entretenimiento. Es por eso por lo que buscamos soluciones para el delicado momento que atraviesa la fiesta.

Una fiesta viciada por los poderosos que siempre buscan, motivado por el lugar que ocupan, su propio beneficio, sin mirar los valores del toreo, ni los intereses de los auténticos pilares que lo sustentan. El toro y el público. La regeneración de la fiesta, o el nuevo modelo a imponer, tiene que pasar por la vuelta a un toro en que prime la fiereza ante la mal llamada nobleza o toreabilidad. La tauromaquia es una liturgia viva en la que el drama tiene que estar presente. Si el drama y la tragedia no se perciben, el oficiante, o sea, el torero, pierde toda su dimensión, así como su heroicidad. Abogamos por un toro acorde a la fiesta de hoy, pero que sea fiero, tenga casta y la diversidad de sangres este presente en todas las plazas, así como al alcance de todos los espadas, ya sean maestros en tauromaquia, consentidos del gran público o valores que emergen buscando un sitio en un escalafón cerrado y manejado al antojo de los de siempre. Hay que buscar nuevos modelos que encajen en una regeneración, que sirva como punto de partida a una fiesta real, plural y con cabida de todos los que la integran. Hay que desterrar muchas cosas, excusas baladíes que parecen dictadas por los truts empresariales y que abarcan a todos los sectores de la fiesta. Uno de los más manidos en la actualidad es aquel que justifica la no inclusión de nuevos valores porque no llevan a nadie a las plazas, cuando la realidad es que éstas, con las combinaciones al uso, no se llenan nadas más que en contadas ocasiones y en fechas puntuales y señaladas.

Por la provincia de Córdoba se ha instalado la ilusión. Por un lado viviremos el siempre bello momento de la inauguración de un coso. Se está hablando, y mucho, del nuevo Coliseo de Almedinilla. Todo un ejemplo donde mirar. Una población de la subbetica cordobesa que en estos tiempos se ha permitido aunar su historia y su cultura con el mundo del toro. El nuevo recinto es coqueto, de reminiscencia clásica romana y resolviendo de manera elegante y eficiente los problemas orográficos del terreno donde está ubicado. Para su apertura se están escuchando ideas, sugerencias, proposiciones. Un modelo organizativo en que todo el mundo tiene voz y cabida. Esperemos que en los primeros días de mayo se celebre una inauguración que sirva de ejemplo para todos, lo triste sería que los de siempre metan la “zarpa” y se carguen todos los buenos propósitos hasta ahora puestos en lo alto de la mesa.

También otra población cordobesa, Belmez, se prepara para otra efemérides. En este caso el centenario de la inauguración de su plaza de toros. Un año que se prevee tenga un marcado sabor taurino. Son varios los actos que se preparan y que culminaran allá por septiembre con una corrida conmemorativa de cien años de historia. Ahora la pregunta es la siguiente: ¿Será un festejo acorde a un centenar de años de historia, o nos será servido el plato común de estos tiempos?

Por la capital poco que contar. Se inició la apertura de abonos y poco más. Para la feria, pobre y corta de festejos para una plaza de primera categoría, todo apunta que será otro año igual. Estarán los disidentes de Sevilla, el llamado G5, con su “toro”, con aquél que les permite “expresarse” y “disfrutar”. Por ahora casi seguras Jaralta y La Palmosilla, más la que impongan las “figuritas” de Juan Pedro o Garcigrande. El toro moderno y artista. El enrazado y encastado seguirá pastando en las dehesas, esperando su destino en cualquier plaza ante tres desesperados ayunos de contratos, o las calles del Levante español. ¿Hace falta o no una regeneración del sistema?


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