5/06/2014

JUSTO BARBA, NUEVA GANADERIA CORDOBESA


Cantaba el desaparecido German Coppini, en el esplendor de la movida de los ochenta, aquello que decía que “eran malos tiempos para la lírica”. Las cosas no han cambiado, y si antes la cosa estaba mala, ahora está peor. Y no solo para la lírica, sino para muchas cosas más.

Una de las cosas que más se ha resentido, gracias a la acentuada crisis económica, ha sido en nuestro país la de la ganadería de lidia. En tiempos de bonanza monetaria, a la sombra de la especulación o a la burbuja del ladrillo, muchos de los que pegaron el pelotazo de la noche a la mañana, decidieron probar fortuna como ganaderos de bravo. Muchos ni eran, ni fueron aficionados, pero el poder adquisitivo les hacia poder comprar, a precio de oro, cualquier desecho en cualquier ganadería de lujo, y de buenas a primeras convertirse en ganadero y entrar en el circuito de las ferias, presumiendo de ganadería y codeándose con lo más florido del taurinismo.


Luego las aguas han vuelto a su cauce. La crisis ha traído la disminución notoria del número de festejos. Con ello la demanda de toros, y reses para lidia es cada vez menor. Los advenedizos a criar toros de lidia, que no bravos, desistieron de sus propósitos. La ganadería de lidia es cara, y ante la disyuntiva de aminorar gastos, la cuerda siempre se rompe por el lado más débil, de ahí que algo superficial y buscado al objeto de buscar notoriedad, fuese lo primero de que se prescindiese.


Por otro lado, los ganaderos de toda la vida, comenzaron a reducir el número de vientres, al objeto de reducir una producción que difícilmente tendría salida, ante la gran disminución de festejos. También, las exigencias del taurinismo por determinados, o determinado encaste, ha hecho que muchas ganaderías señeras y de sangres únicas hayan tenido su triste fin en el matadero.


Pero todo no iba a ser malo en el campo bravo. Todavía queda gente que ama al toro, a su bravura, su casta y lo respeta hasta decir basta. Córdoba puede presumir de toreros, pero no hay que olvidar que en sus dehesas han pastado las sangres más importantes de la cabaña, y en sus tierras tuvieron su génesis encastes que escribieron páginas de oro en la historia del toreo.


Cuando pintan bastos, una nueva ganadería nace en Córdoba. Una ganadería que surge con un halo que la puede hacer distinta, pues la sangre que gusta al ganadero está condenada al ostracismo y en serio peligro de extinción. Justo Barba, que asi se llama el nuevo criador, hizo sus pinitos como novillero en la década de los noventa, aunque pronto se dio cuenta que no estaba llamado a despuntar en el arte de Cúchares. Su afición, y su amor por el toro y el campo, le llevo a ir adquiriendo vacas de la ganadería de Antonio Doblas, puesto que gustaba de las reminiscencias vazqueñas aún vivas en la ganadería cordobesa, sangre que aumento posteriormente adquiriendo vacas preñadas del ganadero madrileño Javier Gallego, igualmente de encaste vazqueño. Justo ingresa como ganadero en la Asociación de Ganaderos de Reses de Lidía, siendo, por el momento, el único ganadero cordobés perteneciente a citada asociación, en 2012 por lo que recientemente ha tenido lugar en “La Nava”, término de Espiel, el herradero primero, guarismo 2.


Hasta ahora la ganadería es corta en número. Predomina, como es natural en una ganadería de mayoría vazqueña, la diversidad de capas. Jaboneros en distintos tonos, melocotones, colorados, castaños, negros e incluso berrendo aparejado en negro. El ganadero busca ir absorviendo la sangre que no provenga de la casta vazqueña mediante absorción, extremo complicado pues hay poco en el campo bravo, y quien la posee en mayoría es sabido que no vende, ni cede reproductores vivos. Su concepto es un animal encastado, con movilidad y que no regale nada. Mucho trabajo tiene este novel ganadero cordobés por delante. Esperemos que lo consiga y no ceje en su empeño de buscar una bravura y casta que recuerde los primitivos toros policromos vazqueños con la nueva divisa verde, blanca y azul. ¡Suerte en esta dificil aventura!


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