El
miedo es una cualidad inherente a todo ser humano. El valor por tanto no es más
que otra cualidad. Cualidad que no consiste en otra cosa que superar al miedo.
El torero, por muy valeroso que parezca, siempre tiene miedo. Miedo al dolor
físico, miedo a la muerte, miedo al público y miedo a si mismo. Por todo esto
el torero tiene que superar al miedo en muchas vertientes. Por eso ese mismo
miedo, le lleve a que su instinto de conservación sea puesto de manifiesto de
forma notoria.
Uno de los miedos a superar por los que se visten de luces es
al toro. Es un animal de comportamiento agreste, fiero, salvaje, bravo. Al
menos eso es lo que se espera. Hoy, el torero, para superar esa aversión al
toro, ha buscado un animal con un comportamiento excesivamente bonancible. El
toro ha perdido muchos de sus atributos primigenios. Es excesivamente
dulcificado, buscando atemperar uno de esos miedos tradicionales. Es por ello
que el toreo de hoy carece de muchas emociones que otra en época eran básicas
para la fiesta. El toro que saltó ayer al albero califal, era ese astado que el
torero moderno impone para pasar menos miedo. Falto de casta, de pujanza, de
fiereza, de codicia, falta de todo. La torería lo demanda tarde tras tarde, el
miedo es menor, aunque si te coge te puede hacer el mismo daño que otro con
todas sus virtudes e integridad. Es el toro de hoy, el que sale tarde tras
tarde y el que hace que muchos festejos pasen sin pena ni gloria.
En la tarde de ayer tres toreros, con mas que probada capacidad,
se estrellaron con una corrida de Zalduendo vacía y hueca. Una corrida apta
solo para el rastro, porque para una lidia dinámica y viva, tuvo sólo
carencias. Motivo este que hizo que en Los Califas la tarde fuese soporífera,
salvándose sólo de cuando en cuando por algún fogonazo de arte, ese que venden,
que no tiene miedo. Sólo eso y siendo muy generosos.
Volvió Ponce a Córdoba. El torero de Chiva es querido en esta
plaza. Se topó con dos toros de similar condición. En su primero, con el que no
tuvo lucimiento alguno con el capote, le cuajó un trasteo en su línea. Una
faena en que la técnica fue su principal fundamento y pilar. El lucimiento fue
nulo. El toro no tenía capacidad alguna para transmitir emociones. Todo quedo
en la corrección y poco más. En su segundo, al que lanceó con plasticidad pero
con poco ajuste, le hizo una faena larga. Sabido es que el valenciano tarda en
desarrollar sus faenas de muleta. Son trasteos de menos a más, que alcanzan
plenitud cuando su técnica se impone al toro. Todo se cumplía según el guión,
pero cuando todo comenzaba a tomar cuerpo, un desarme hizo que tuviese que
empezar de nuevo. Resumiendo, una faena correcta y que alcanzó con la diestra
los pasajes más meritorios. Cortó una oreja tras una estocada.
Volvía Morante de la Puebla a Córdoba tras el acontecimiento
del pasado año. Con un público muy a favor, el de La Puebla estuvo muy
voluntarioso. Buena su disposición, queriendo siempre agradar con su personal
sentido del arte de torear, y nunca mejor dicho. Morante tiene una personalidad
única que hace que en cualquier momento salte la chispa. Un capotazo, un pase
por bajo, un trincherazo, un ayudado o un simple pase por alto. Todo está
aderezado por algo distinto. Morante no cuajó nada con la rotundidad del pasado
año, algo difícil de repetir, pero hay que reconocer que a la más mínima
ocasión puede surgir el toreo. Prácticamente inédito con el percal. Un
delantal, alguna verónica y poco más. Con la muleta, lo ya expuesto. Cuando
menos se espera aparece el duende. Mejor en su primero, en una faena que tuvo
mucha, pero que mucha, pinturería y gracia. Lo mejor las dos tandas finales con
la derecha. Templando y ligando los muletazos con ese sello único. Media
estocada y oreja al esportón. En su segundo todo quedó en voluntad y detalles.
El inicio de faena fue con tres pases por bajo que hacía presagiar algo grande,
pero el criado en Zalduendo pronto evidenció todas las carencias del toro de
hoy. La faena discurrió a base de fogonazos. Muletazos sueltos, sin continuidad
y sin orden. Quizás si la espada hubiera viajado con corrección hubiera tenido
premio, pero dos pinchazos que precedieron a una estocada hicieron que Morante
de la Puebla únicamente recogiese una ovación desde el tercio.
Cerraba el cartel el extremeño Alejandro Talavante, que una
vez más pasó por Los Califas con más pena que gloria. Talavante llega año tras
año de puntillas por Córdoba, nunca ocurre nada pero siempre vuelve. Los éxitos
en otras plazas nunca son ratificados en Los Califas. Una tarde más su actuación
no fue la esperada. Se topó con dos toros de muy distinta condición, pero con
el denominador común de la falta de entrega.
En su primero, al que lanceó con correctas formas, desistió
rápidamente de intentar hacer faena. En los inicios el animal se quedó debajo
de la muleta en un par de ocasiones, se defendió soltando la cara y Talavante
se apresuró en acabar con aquello con premura. Fea estocada tendida que asomó y
una estocada. El benévolo público cordobés se enfadó con el torero, aunque
luego tras el arrastre del toro, silenciase su breve labor. Su segundo animal
tuvo otra condición, aunque a la postre durara muy poco. Nada sucedió en los
dos primeros tercios. Cuando la tarde ya daba sus últimas boqueadas, y sin que
nadie lo esperase, Talavante se dirigió despaciosamente a los medios dispuesto
a brindar la faena. Tres estatuarios en los medios, con mucha quietud, hacían
presagiar que algo podía suceder. La fijeza del toro y el desarrollo de los
primeros compases hicieron concebir alguna esperanza, pero luego todo se fue
disipando por unas u otras cosas. Talavante es un torero anárquico. Su faenas
carecen de armazón. Todo lo deja a la improvisación y eso al final se termina
pagando. Sobre todo cuando se equivocan terrenos y distancias. El toro, en los
inicios de faena, acudió franco en los cites en los medios; poco a poco el
torero lo fue cerrando en los terrenos de dentro. El animal lo acusó y perdió
toda la buena condición que apuntó en el prólogo del trasteo. No obstante, ya
siempre en terrenos de dentro, Talavante entresacó alguna serie con algún
muletazo interesante. Cerró con unas manoletinas ceñidas y mató de una estocada
que estuvo precedida de dos pinchazos que hicieron perder toda la opción a
premio.
FICHA:
Ganadería: Seis toros de Zalduendo, justos de
presentación, nobles pero sin fondo alguno. El primero fue devuelto por
partirse un pitón, siendo sustituido por un sobre de la misma ganadería.TOREROS:
Enrique Ponce, de azul
celeste y oro. Ovación con saludos y oreja con petición de la segunda. Morante de la Puebla, de negro y oro. Oreja y ovación
con saludos. Alejandro
Talavante, de azul azafata y
oro. Silencio y ovación con saludos tras aviso.INCIDENCIAS: Plaza de toros de los Califas.
Corrida de toros. Quinta de abono de la Feria de Nuestra Señora de la Salud.
Tres cuartos de plaza en tarde de nubes y claros. Cayeron algunas gotas en
algunos momentos del festejo.
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