7/06/2014

NOSTALGIA DE TIEMPOS NO TAN PASADOS


A la misma hora en que el dorado albero del coso califal era desairado por pies profanos en el arte de Cúchares, Guadalquivir abajo se vivía el ancestral rito de partir plaza a los sones del pasodoble Plaza de la Maestranzadel maestro Daniel Vela. Mientras en la vieja capital de la Bética el público hacía cola para saborear el llamado séptimo arte, en la antigua Híspalis las gentes se disponían a presenciar el último rito vivo del Mare Nostrum, como es el toreo. Mientras el coso enclavado en la antigua Huerta de la Marquesa languidece en el planeta de los toros, otros, como la Maestranza sevillana, a pesar de lo que está cayendo y a su despiadada guerra con lo más granado del escalafón de coletudos, sobreviven y continúan siendo escenario de la fiesta, como la describiera Lorca, más culta de todas las fiestas.

Poco bastó para concentrar en el Arenal sevillano al público. El reclamo no fue otro que repetir a dos toreros en ciernes. Toreros estos que en el abono postabrileño traspasaron el umbral de la soñada Puerta del Príncipe, en compañía del ganadero propietario de las reses que propiciaron la gesta y que no era otro que nuestro paisano el villafranqueño Ricardo Gallardo. Así fue siempre el toreo. Las repeticiones se ganan sobre la arena y no sobre la mesa de los despachos. Borja Jiménez y José Garrido, los novilleros actuantes, volvieron a pisar el albero sevillano, por merecimiento, como debe ser. Ante todo esto el público respondió, estimulado también por unos precios asequibles, castizamente llamados popularesocupando más de tres cuartos de los escaños maestrantes en una noche fresca de julio. Luego ya se sabe. El hombre propone, Dios dispone y el toro todo lo descompone. Las cosas no rodaron como se esperaba. Los Fuente Ymbro que cría Gallardo no cumplieron las expectativas y aunque Jiménez y Garrido quisieron reeditar lo ya alcanzado fechas atrás, todo quedo en agua de borrajas. Jiménez mostró su ilusión, sus ganas y puso en evidencia que bebe en las fuentes de un espada de Espartinas que un día fue figura máxima del toreo. Garrido, extremeño como los conquistadores del Nuevo Mundo, es un boceto que algún día puede convertirse en un torero importante.

Las intenciones de todos quedaron claras. La empresa que regenta la plaza de Sevilla, Pagés, hizo lo tradicional. Loable en estos tiempos, como también lo es que en su abono siga teniendo protagonismo el organizar novilladas con picadores, cantera de un escalafón cada vez más viciado y monótono. Las novilladas y los novilleros son el futuro. Los aspirantes a fenómenos mostraron su disposición, aunque se encontrasen con animales poco colaboradores con sus propósitos. El público acudió en número al evento, porque cuando lo que se ofrece tiene interés, no suele fallar nunca.

Guadalquivir arriba el celuloide, los hot dogslas palomitas eran protagonistas en Los Califas. ¡Dónde hemos llegado! No hace falta hacer mucha memoria para recordar cuando tras el ciclo ferial de la Salud se organizaban novilladas con picadores fuera del tradicional abono. Festejos que atraían al público, lo mismo que el celebrado días atrás en Sevilla. Eran tiempos en que la fiesta de toros se cuidaba en esta ciudad. Tiempos en que la figura del gerente del coso, el recordado Antonio Pérez-Barquero, trabajaba junto con sus cuñados, los hermanos Flores Cubero, en hacer grande la Córdoba taurina. Bastaba poco. Un chico que despuntase en las novilladas de feria, algún poderdante de la empresa y algún chiquillo cordobés que quisiera ser torero. La fórmula empleada no fallaba y hubo ocasiones con entradas importantes de público, caso vivido en la etapa novilleril de Finito y Chiquilín. Recordemos nombres como Antonio Benete El Mesías, Juan de Dios de la Rosa, Antonio Tejero, Fermín Vioque, el recordado Palitos y otros foráneos como El Soro, Luis Miguel Campano, Andrés Blanco o Jesulín de Ubrique.

Nostalgia de otros tiempos no tan lejanos, en los que Córdoba sí hacía honor a su nombre en la historia del toreo. Hoy ha cedido su lugar de ocio al cine a la luz de la luna, a las palomitas y a los hot dogsSiempre quedará el consuelo de que Guadalquivir abajo los sones de Plaza de la Maestranza son prólogo de algo tan añorado por la afición cordobesa.

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