8/18/2014

EN DEFENSA DE LOS ENCASTES MINORITARIOS

Toro de encaste Villamarta en El Toruño

Cuentan que Plinio el Viejo afirmó que una ardilla podía cruzar la península ibérica de árbol en árbol en la antigüedad. Exagerada o no la afirmación del naturalista romano, siempre se ha pensado que estas tierra eran un gran vergel, donde la biodiversidad era, o debió ser, infinita. Luego el paso del tiempo, la deforestación, la especulación, la expansión urbanística, siempre venida por la mano del hombre, fue acabando poco a poco con la visión que nos legara el autor de la Naturalis Historia. 

Los tiempos pasaron. Mucho después de la época de Plinio el viejo, en las cuencas de los grandes ríos de la vieja Iberia se fue gestando un bovino con unas señas muy particulares. Su carácter rústico, arisco y agresivo hizo que el hombre enseguida sintiese atracción por él. Atracción por su belleza y temor por su bravura indómita. El hombre y el toro comenzaron a caminar juntos, para con el tiempo formar parte de la cultura propia de nuestro país.

Los viejos tratadistas nos indican que en el viejo reino de Navarra tomaron carácter unos ejemplares de pequeño tamaño, pelo rojo y carácter vivaz y agresivo. En los páramos castellanos surgieron dos tipos de animales diferentes. Unos, en el Raso del Portillo, de tamaño medio y ruda fiereza y con los que la tradición cuenta tuvo un encuentro milagroso San Pedro Regalado. Otros en la Mancha, grandes, de capas color rojo encendido y de mucho poder. En la vieja Bética al amparo de las órdenes religiosas y producto de la amalgama de sangres, surgieron los cabrereños y los gallardos. También en la baja Andalucía se comenzaron a criar unos toros negros y de pastueña embestida que con el tiempo se fueron imponiendo a los demás. Eran las llamadas castas fundacionales: Navarra, Castellana (Raso del Portillo y Jijona), Cabrera, Gallardo y Vistahermosa.

El hombre fue imponiendo su razón a la fuerza y poder del toro. Atrás quedó la época romántica donde el torero se enfrentaba a cualquier animal que en el campo pastase. La evolución del toreo trajo también la evolución del toro. Un progreso no en beneficio del toro, sino del propio hombre. Se buscaron cualidades para favorecer el lucimiento de lo racional en contraposición de lo irracional. Guerrita impone su hegemonía y es en su época cuando se inicia la caída de la casta navarra. En la edad de oro, Joselito y Belmonte van mostrando sus preferencias por todo lo proveniente del tronco de Vistahermosa. Las demás sangres fueron condenadas desde entonces al ostracismo, sin bien el abanico de sangres y ganaderías a lidiar era infinitamente superior al de hoy.
La cabaña de bravo atraviesa hoy un momento delicado. Son muchos los frentes abiertos. La normativa sanitaria europea, que equipara a la raza de lidia con las cárnicas y lecheras, los altos costes de producción, y el que es peor de todos, la imposición del actual sistema que maneja el toreo de determinada sangre en detrimento de otras, que como no cambie la situación, están abocadas irremediablemente a la desaparición. Una pérdida que empobrece no sólo la cabaña de bravo, sino a la biodiversidad de la dehesa mediterránea. 

Raro es el día que no se anuncia que tal o cual ganadería señera, ha terminado en el matadero. A algunos de los llamados encastes fundacionales, se están uniendo otras formadas de cruces provenientes del árbol de Vistahermosa. Los toreros y el sistema imponen tarde tras tarde un animal con unas virtudes que encuentran en la exhaustiva selección de la rama Parladé-Tamarón-Domecq. Lo demás no sirve para el toreo moderno. Sus exegetas defienden su postura. Toda res que no tenga ese origen, no es válida para el toreo actual. Son carne de matadero. Lo malo es que siguiendo las campañas de Goebbels, de tanto repetir una mentira se puede creer que la misma es verdad, con el daño que eso traería a la fiesta. 


No obstante, estos encastes marginados, cuando tienen la ocasión echan por tierra las afirmaciones interesadas del sistema y para fortuna de los que aman una fiesta íntegra y pura, siguen emocionando al tendido como lo hicieron de antaño. Cuadri, Miura, La Quinta, o Pedraza de Yeltes así lo han demostrado en los últimos días, para mayor descrédito de los que propugnan su falta de aptitud para el toreo del siglo XXI.


18/08/2014

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