11/22/2014

REFLEXIONES A LA LUZ DE LA LUMBRE. Coso de Los Califas ¿hacía donde vamos?


Reconozco que me apasiona el llamado modelo francés. Un modelo donde se busca, ante todo,  la profesionalidad e integridad de los participantes en la fiesta. De ahí que el toro sea el principal pilar en la organización del espectáculo. El toro ante todo. Luego, una vez puesta la base, se busca quien se enfrente a él. Que no puede ser la figura de turno, no pasa nada, nadie se rasga las vestiduras, nadie se lamenta. Se busca un torero capaz, profesional y capaz que si está dispuesto a enfrentarse a un toro integro y encastado,. El toro sobre el que gira la lidia que emociona al espectador acrecentando la afición y haciendo nuevos espectadores. Luego, con este modelo francés, se premia al triunfador, como fue y debe ser, y se sanciona y castiga a todo aquél que defrauda al público, ya sea torero o ganadero. No hay medias tintas. Me engañas: no vuelves. Lógico y justo ¿no creen?

El otro día vi con gozo como Ceret, uno de estos baluartes en Francia, ya tenía reseñadas, o vistas, las ganaderías de su feria de julio. Dolores Aguirre, Juan Luis Fraile y Adolfo Martín. Tres ganaderías, tres encastes. Parladé-Conde de la Corte- Atanasio en los de Aguirre; Santa Coloma-Graciliano los púpilos de Fraile y Saltillo-Santa Coloma –Albaserrada en lo que cría Adolfo. Diversidad en una feria corta. Diversidad y variabilidad que no se ve en ciclos compuestos por más festejos, que sumisos al sistema, solo programan toradas provenientes del fecundo tronco dominante para mayor gozo y disfrute de la torería andante.

Mientras Ceret, donde posiblemente tengamos que ir algún día exiliados a ver toros, cerraba sus ganaderías, mi Córdoba natal y querida, sigue en la búsqueda del mesías que la devuelva al lugar que le corresponde.  Después del experimento “bolivariano” con Ramguertauro que ha dejado, a nuestro juicio, la plaza bajo mínimos, toca volver a partir de cero. La empresa es ardua y complicada. Hoy desgraciadamente Córdoba no pinta nada en el planeta de los toros. Es de primera solo a niveles administrativos. Basta ver como triunfar en Córdoba no vale para nada, su feria a nivel informativo nacional pasa de puntillas, so pretexto de coincidir con San Isidro, cada se organizan menos festejos, y los que se celebran tienen poco fundamento y atractivo de cara al aficionado.  El cordobés, complicado y caprichoso de por sí, ha dado la espalda a la fiesta de los toros. Se ha cansado de la vulgaridad que rodea a esta fiesta moderna. Haced que vuelvan a Los Califas es una meta complicada y difícil, por no decir imposible, si no se le pone un reclamo que satisfaga un interés hoy perdido.

Difícil, muy difícil, se antoja lo requerido. No hay nada más que ver las empresas que se rumorea optan a regentar Los Califas. Empresas jóvenes, nuevas, frescas, pero que no aportan esquemas que den lugar a la ilusión. Sus aspiraciones no son otras que entrar en el sistema que controla la fiesta de los toros y participar del reparto del pastel. Hacen falta empresas independientes, creativas, con ideas nuevas y sobre todo que centren su trabajo en la recuperación del toro integro así como en la diversidad que la cabaña brava ofrece.

Córdoba es hoy una plaza difícil. Por intereses se empeñaron en hacerla imposible. Unos y otros. Córdoba fue una plaza de temporada, donde la feria se ceñía a dos o tres corridas y una novillada. Luego durante el año se organizaban más festejos en otras fechas, San José, Santiago Apóstol, festejos nocturnos para noveles y la añorada feria de septiembre. Córdoba, aunque hoy nadie lo recuerde, fue una plaza de temporada. Plaza que pesaba en el toreo, plaza que hacía honor a su historia y sobre todo una plaza que era respetada. Tristemente llegaron los mercaderes, aquellos que pretendieron hacer en la época de vacas gordas caja con ella. Aparecían por aquí un mes antes de la feria, presentaban los carteles correspondientes, en los que se concentraba en una semana los festejos exigidos por la propiedad, celebraban la feria y bye bye,  hasta el año que viene. Poco importaba. Eran épocas de bonanza, de prosperidad y de vacas gordas. Los propietarios cobraban su canon y las empresas ganaban dinero aunque dijeran lo contrario. Luego vino la decadencia. Los que sube baja ¡y cómo bajo! De una semana completa de toros en plena efervescencia “finitista” en los 90, hemos pasado a dos corridas, con escándalo y suspensión incluida, y gracias. ¿Normal en una plaza con la historia taurina de Córdoba?


La categoría de una plaza no la marca un artículo publicado en el BOE, ni tampoco un decreto de una Comunidad Autónoma, el prestigio se alcanza organizando espectáculos íntegros, serios, donde se respete al toro bravo ante todo y los intereses económicos primen solo lo que deben de primar, que no es más, que un beneficio en la justa medida del espectáculo que se ofrece al consumidor, y que no es otro que el público. Prefiero una plaza de segunda o tercera categoría administrativa donde se celebren festejos durante todo el año, a una plaza de primera donde dos o tres corridas, devaluadas, falsas y decadentes, donde la última liturgia viva de la cultura Mediterránea sea manejada de forma artificiosa por un sistema podrido y corrupto.

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