6/14/2015

¿Y AHORA QUÉ?



Tras el despropósito de la Feria de la Salud, hay que pensar en la regeneración de una fiesta que siempre fue viva en la ciudad.
Los festejos de promoción son una alternativa para el verano

EL cascabeleo de las mulas suena lejano, a pesar de no haber transcurrido más de quince días, perdiéndose por la puerta de arrastre de Los Califas. Atrás quedó la feria, con sus triunfos, sus fracasos, sus polémicas y sus escándalos. Una feria racional a lo que siempre tuvo Córdoba, un ciclo sensato que ha dejado, dicen, un agujero económico considerable, eso sí, amortiguado por ser la mayoría de los contratados representados por los contratantes.

Una feria en la que el toro, digan lo que digan, fracasó en toda su extensión de la palabra. Animales pobres de presentación, ayunos de casta y bravura. Toros huecos y podridos con los que el drama ancestral de la tauromaquia eterna es imposible, aunque nos quieran hacer ver que la nobleza bobalicona de ir y venir es paradigma de la bravura moderna, esa que Juan Pedro Domecq Solís bautizara como 'artista'.

La feria donde el sistema establecido, representado por un torero mediocre, desafió a la autoridad, imponiendo su criterio de forma desvergonzada y chulesca, bajo la amenaza de la retirada de sus representados si no se cedía a sus presiones. Todo un alarde de falta de respeto al toreo, a la ciudad y a la afición, que es a la postre quien sostiene a estos tipos de medio pelo que restan y dañan más que aportan a la exaltación y regeneración de una fiesta íntegra y pura. 

Atrás quedó la ilusión de los que empiezan, sobre todo la de un joven torero de la tierra. Un torero entroncado con los Molina, de ahí el apodo que lleva en los carteles, emparentado con dinastías toreras como la de los Zurito, con los Parrita e incluso con Manolete. Un torero que puede dar mucho que hablar y a su vez volver a ilusionar a esta tierra que necesita un revulsivo para salir del ostracismo por el que pasa. Javier Moreno Sanz, el nuevo Lagartijo, ha mostrado que Córdoba puede soñar con él. Sólo hace falta que el toro sea condescendiente y la fortuna propicia para el sueño. 

Pasó la feria. Las puertas se cerraron tras la tradicional becerrada continuadora de la que el Guerra inventara. Becerrada que ha sido posible gracias al esfuerzo de un renovado y pujante Círculo Taurino de Córdoba, quien ha tomado el testigo para mantener una tradición para muchos trasnochada y machista, pero que no es más que algo que forma parte de la historia y vida de Córdoba. 

¿Y ahora qué? La empresa ha plegado velas asumiendo que los números no han salido como esperaban. Volverán el año que viene a finales de abril. Presentarán la temporada, corta como la de este año, su campaña de abonos, darán la feria y hasta el año próximo, eso sí, sino abandonan en el propósito que les llevó a regir la plaza, y que no es otro que la recuperación y vuelta al lugar que le corresponde, eso se dice, en la historia del toreo. Los Califas dejará de ser un recinto sagrado de la última liturgia viva de la cultura mediterránea, para pasar a ser un centro multiusos donde la música, el cine y otros espectáculos, poco relacionados con el toro, tendrán cabida en el tiempo de ocio de los cordobeses. 

El sistema imperante no cuida del futuro. Sólo mira el presente, su presente. Manipulado y manejado a su criterio. No es generoso con el rito que le mantiene su situación de privilegio. Una plaza de toros cerrada, es algo muerto. Hay que pensar en el futuro y en la regeneración de una fiesta que siempre fue viva. El periodo estival siempre fue, en algunos lugares lo es y con mucho éxito, tiempo de festejos de promoción para los que empiezan. Es la oportunidad para ver la continuidad y el futuro. 



Un futuro que se presenta seriamente amenazado. El toreo ha sido utilizado políticamente para cerrar cambalaches de sillones y cargos. ¡Qué cortedad de luces! El toreo no tiene color ni signo político. Forma parte de la historia y del carácter de cada español. Es triste que no sea reconocido como algo integrante de nuestra cultura, y sea demonizado por intereses obscuros, manipulados por capital extranjero. Por eso es hora de pensar en el mañana y en apostar por él, sino será fagocitado, tanto por los intereses de los de fuera, como por la desidia de los de dentro, quienes se preguntarán entonces: ¿Y ahora qué?

Salvador Giménez

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