7/24/2017

MANOLETE ALCANZA EL CENIT DEL TOREO ANTE RATÓN EN MADRID

El 6 de julio de 1944, en la tradicional corrida de la Asociación de la Prensa en la madrileña plaza de Las Ventas, Manolete firmó una de sus más memorables actuaciones

Se muestra julio como siempre lo hizo. Un mes donde el verano se manifiesta de manera cruda y donde los días, al refugio del calor, son propicios para despertar en la memoria sucesos y hechos que ya forman parte de nuestra historia. En este año en el que Córdoba celebra el centenario del nacimiento de Manolete, uno de sus hijos más célebres del pasado siglo, los que no tuvieron la ocasión de conocerlo buscan su evocación en la amplia bibliografía editada sobre el Monstruo de Córdoba, tratando de estar al tanto de lo que aquel espigado y magnético torero supuso en una España rota, y que poco a poco intentaba salir de una tragedia que había hecho tocar fondo a un país y a un pueblo.

Julio siempre fue el mes manoletista por excelencia. Linares es otra cosa, tragedia y llanto, que ha nublado la obra de Manuel Rodríguez como torero. En julio nació como hombre en la calle Torres Cabrera y como torero sobre el dorado albero maestrante sevillano. También en julio Manolete alcanza la cumbre, la cima, la cúspide del toreo, y muestra que su tauromaquia trasciende más allá de lo aportado por quienes le precedieron en el arte de lidiar y dar muerte a estoque a los toros.

Corría la temporada de 1944. Manolete ya ha mostrado sus credenciales. Su faena a un toro de Villamarta en Sevilla durante la campaña de 1941, dos orejas y rabo aunque los despojos fueron lo de menos, le ha puesto a la vanguardia del escalafón. Los compañeros que buscan competencia con el coloso cordobés son pronto dejados en evidencia pues no pueden seguir la estela que marca Manolete. Tal vez por ello, y ante la suprema tauromaquia de Manuel Rodríguez, el publico comienza a mostrar cierta hostilidad hacia el nuevo ídolo.

El día 6 de julio la Asociación de la Prensa celebra en Las Ventas su tradicional corrida. Se anuncian seis toros de la ganadería charra de Alipio Pérez-Tabernero para El Estudiante, Juanito Belmonte y Manolete. La expectación es máxima. Se cuelga el cartel de no hay billetes y a plaza llena las cuadrillas rompen plaza. Juanito Belmonte no tiene suerte en su lote. Ello hace que no se sienta cómodo durante la tarde y esta discurra para él en tonos grises y poco claros. El Estudiante se muestra valeroso con sus dos oponentes. A su primero le corta una oreja. Nos dice Manuel López del Arco, quien firmaba sus crónicas como Giraldillo, en ABC: “Toda la extensión valerosa de su toreo, que tantas apasionadas simpatías promueve, quedó contraída a la faena del primero. Cortó una oreja. Con esto no lo hemos dicho todo, porque él fue uno de los pilares de la corrida de toros, sosteniendo con el cordobés el fuego de la emulación, no ya de torero a torero, sino de espectador a espectador”. Lo que pudo ser una tarde triunfal para el torero alcalaíno quedo en la nada porque se encontró con un Manolete amplio y rotundo en una tarde que marcó un antes y un después en la historia del toreo.

Manolete puso en liza su personal tauromaquia en su primero, al que cortó una oreja tras una faena y estocada que rozaron la perfección. Aun así, parte del público se mostró discrepante con el torero de Córdoba, si bien fueron pronto acallados y obligaron a saludar a Manolete tras la vuelta al ruedo. Pero la historia se escribió en el sexto de la tarde. Saltó a la arena un toro del que dice Giraldillo: “Flaco y feo. Acusa mansedumbre. Las protestas pidiendo otro toro son unánimes. El presidente hace ondear el pañuelo verde, y sale un toro de Pinto Barreiro, bien presentado”. Era el célebre Ratón, llamado así por su astucia a la hora del pienso en los corrales de la plaza de Madrid, adonde había llegado con el nombre de Centelha desde el campo portugués, y donde se había hecho inquilino permanente hasta esa tarde. Con él Manolete mostró porqué era un predestinado a mover los cimientos del arte de torear. Eltoro, corraleado y avisado, no dio facilidades de salida, lo que no es obstáculo para que el torero lo lancee con prestancia y emoción con unas verónicas ceñidas y ajustadas que le hacen saludar montera en mano en un ruedo plagado de sombreros arrojados desde el tendido. Tras dos varas Manolete brinda al público la faena. Lo que ocurrió después se antoja incalificable. Colosal faena, basada en el toreo al natural, donde Manolete muestra su personal y rotunda forma de concebir la tauromaquia. Dominio, ligazón entre las tandas, quietud y personalidad. Tras el toreo fundamental vienen mayestáticas manoletinas y adornos diversos que preceden a una estocada que hace que el toro doble y Manolete obtenga dos orejas, así como pasar a la posteridad en un Madrid que lo descubre plenamente aquella tarde de julio. Manolete ha tocado la cima. Antonio Valencia, quien firma como ElCachetero, lo expuso de manera clara en El Ruedo. Con su opinión, válida en este julio del centenario, ponemos epílogo a este escrito sobre el penúltimo califa del toreo cordobés: “El otro día se dijo que Manolete ya figura por derecho propio entre los seis medallones máximos que podrían resumir en cualquier pared la historia del toreo. Esta es otra de las grandes verdades de Manolete, es decir, que se ha situado en una cumbre en que, a la vez que al toro, domina al toreo considerado como arte total. El uno y el otro irán a donde los guíe su genio, su maestría y su muñeca. Manolete va a dejar el toreo constituido hacia la posteridad, quizá para siempre, como un canon exacto e inalcanzable por generaciones."

El Día de Córdoba (23/07/2017)

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