Auténtica expectación se ha levantado en la Córdoba taurina. Cuando la semana pasada se hicieron públicos los carteles de la feria, un runrún ha sacudido a la ciudad. La gente habla y no para. El gran José Tomás torea en Córdoba. Las intenciones de abonarse o sacar localidades para el evento son notorias. La empresa conocedora del tirón popular del ‘mesías’ de la fiesta, publicita su actuación. Dicen que se han recibido llamadas desde diversos puntos del planeta toro para la reserva de boletos. Los nativos no quieren quedarse sin ellos y están dispuestos a todo. Tanto es así que el mini abono, en que se vende la entrada para la corrida del ídolo y otra, se espera que cause furor. José Tomás torea en la tierra de su admirado Manolete. Por Córdoba aparecerán de seguro toda la cohorte de exaltados que siguen al idolatrado torero de Galapagar. Intelectuales, gente de la farándula, progres, curiosos que se han acercado a la fiesta al reclamo de la presunta verdad del torero de moda. ¿Pero es para tanto? La respuesta se antoja compleja y difícil. El marketing entró en el mundo del toro con ‘El Pipo’ y ahora con José Tomás ha llegado a la máxima expresión. No se puede hablar de afición a la fiesta de los toros, sino más bien de afición a José Tomás. De seguro que todos aquellos que hoy siguen como itinerantes peregrinos al espada, cuando a éste se le antoje tomarse un nuevo descanso, desaparecerán de las plazas y su interés por la fiesta será el mismo que el que tenían antes de la ‘segunda venida del salvador’.
La tauromaquia de José Tomás es sobre todo ramplona. Basada eso sí, en un valor rayano en lo suicida ¿o más bien ignorante? Sus formas distan mucho de un toreo de profundidad y mando. Estas últimas virtudes no existen en la tauromaquia del ‘fenómeno’. La técnica torera del de Galapagar, se basa en los ‘cojones’ y poco más. Eso sí ante un toro ayuno de raza, bobo, pobre de pitones y muy a modo para poner en práctica su tauromaquia estática en la que el mando es nulo. El toreo de verdad es otra cosa. Ya lo dijo Domingo Ortega: “Torear es llevar al toro por donde no quiere ir”, con José Tomás el toro va por donde quiere y como quiere, de ahí sus numerosos percances. Hacer el poste no basta. La liturgia es mucho más. También dijo el maestro de Borox: "No se te ocurra, muchacho, mirar al público mientras el toro esté pasando por delante de tu cuerpo, porque ésto es lo que hacían todos los días Charlot y Llapisera, pero ése no es el arte de torear. Cuando un hombre está compenetrado con un toro en su sensibilidad es imposible que dé la sensación de que se está riendo de él."
Está claro José Tomás no ha venido nada más que para hacer caja. Hace muchos años, el escritor taurino Antonio Díaz Cañavate, puso el dedo en la llaga sobre el toreo que se pretende atropellar la razón. Ese toreo en que el hombre no manda, manda el bruto sobre el ser humano. Analicen lo escrito por el desaparecido escritor por qué no ha perdido vigencia alguna: “Con los pies juntos no se puede torear porque no se puede mandar en el toro. Se le puede dejar pasar, que no es lo mismo, colocándose en su trayectoria. Para mandar en el toro, llevarlo por donde él no quiere ir, hay que emplear los brazos y las piernas, no espatarrándolas en demasía, sino lo suficientemente abiertas para lograr lo que se llama cargar la suerte, apoyarse en ellas para que la cintura quede flexible y no rígida y para que los brazos jueguen con desembarazo y eficacia. Eso que se conoce por hacer el poste, situarse el torero en posición de firmes y esperar a que se le arranque el toro cuando tenga por conveniente y al cruzar delante de él levantar la muleta como si se tratara de un puente levadizo que se eleva para dejar vía libre, es lo más fácil y menos arriesgado que se puede hacer con un toro.”
Magnífico análisis con el que me siento tremendamente identificado. Eso sí, políticamente incorrectísimo.
ResponderEliminarHe llegado a leer de alguno de su cohorte que no le gustaba la fiesta de los toros sino José Tomás. Les pondrá cachondos la cosa suicida y no tanto el dominio humano sobre la bestia. En fin...
Me han confirmado que en su 'resurrección' mexicana, mató un torete en León, estado de Guanajuato, que peso 380 kilos.
ResponderEliminarEa pues así la cosa suicida es bastante menos suicida Salvador. Captado el mensaje.
ResponderEliminarExtraordinaro artículo. ¿Verdad o mentira? Todo depende del toro que tenga delante; el año pasado en Linares estuvo en verdad, el resto de la temporada más cerca de la mentira. Que no se vayan de rositas los que delante del mismo toro utilizan técnica defensiva en vez de honrada entregada. Yo soy de Curro, creo que auna las dos cosas: valor y arte.
ResponderEliminarTu lo dices José Luis, depende del toro que tenga delante y como el toro que suele tener, no se ajusta al toro integro, bravo, encastado y con trapio, pues todo se desvanece como un azucarillo en agua caliente a pesar de lo que pregonan sus adlateres.
ResponderEliminar