Hoy desgraciadamente no se puede contemplar una fiesta integra. No solo falla el toro, cimiento principal, falto de casta, raza y cuando no manipulado de forma fraudulenta. En estos tiempos la lidia esta presentándose además de forma incompleta. El espectáculo no es ofrecido en su totalidad para desgracia del espectador. La corrida moderna está tremendamente mutilada, pues uno de sus actos o tercios, es obviado por la desidia de los profesionales que con el beneplácito de la autoridad, están cercenando el eje fundamental de la corrida. La suerte de varas. Pongamos el ejemplo que en una representación teatral, se omitiera algún acto o cuadro. El público protestaría escandalizado. Se le está privando de una pieza de un puzle que sin ella quedaría incompleto. Por esto mismo se puede afirmar que hoy que la corrida esta huérfana de unas de sus partes, y con ello se está defraudando al espectador. El primer tercio, hoy visiblemente deteriorado, tiene una importante vital. En él se barema la bravura del toro y además sirve para ahormarlo de cara a los tercios siguientes.
Queda dicho, se está obviando algo de vital importancia. Tarde tras tarde, se ve un simulacro de suerte de varas. El mono puyazo es el rey. Un solo encuentro con el caballo sirve para infringir un castigo demoledor. La puya, el caballo y las ventajas del piquero son suficientes para mermar al toro hasta unos extremos casi límites. El segundo puyazo reglamentado es una comedia. No se mide el castigo, el hombre abusa de su superioridad. El reglamento se incumple y la autoridad ha quedado dicho, hace la vista gorda. Luego un toro, tremendamente disminuido, no es capaz de desarrollar todo aquello para lo que ha sido criado.
La recuperación de la suerte de varas debe de ser reclamada por el espectador. Él como consumidor tiene derecho a exigir el espectáculo en su totalidad. La corrida concurso celebrada en Zaragoza el pasado fin de semana, ha servido para comprobar que la corrida puede ser ofrecida con su total grandeza. En esa corrida, dos toros, uno de Prieto de la Cal, ‘Farolero’ de nombre, y otro de Fuente Ymbro, llamado ‘Malicioso’ que no ‘Lanudo’, tomaron seis y cinco puyazos respectivamente, uno menos que una corrida completa en una plaza de primera. Puyazos medidos, justos, haciendo la suerte como mandan los cánones de la ortodoxia. Con la élla vino el espectáculo. Los toros fueron colocándose cada vez más lejos de la cabalgadura, los últimos encuentros de punta a punta del redondel levantaron a los espectadores de sus asientos. La Fiesta en estado puro. Luego en la muleta, a pesar de la duración del primer tercio, los toros también sirvieron. Mas el de Fuente Ymbro que el de Prieto de la Cal, pero tuvieron duración hasta su muerte.
Por esto debe de ser el público el que reclame a los profesionales y autoridad el exacto cumplimiento del reglamento. Que se cite dando los pechos del caballo, que se eche la vara por delante, que se pique en el morrillo, que no se rectifique, que no se barrene y que no se tape la salida en ningún momento. Los picadores están perfectamente capacitados para hacer la suerte correctamente, en el campo lo demuestran sobradamente, ahora solo hace falta que se les exija desde el tendido que hagan su trabajo de manera correcta. Si conseguimos devolver la grandeza del primer tercio a la corrida, ganaremos todos. Seguro. ¿Tan difícil es?
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