7/22/2008

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO



LAS QUERENCIAS DE LOS TOROS

El verano en Córdoba es de una crueldad desmesurada. Pocos son los que pasean por la ciudad cuando el astro rey se deja caer con justicia. Las calles son el preludio del infierno y solo las tabernas se convierten en unos oasis en mitad del desierto. Regresó del trabajo. El calor es intenso, el cuerpo pide algo fresco para mitigar la perdida de líquidos. No lo dudo, la taberna más cercana de casa se convierte en una improvisada estación de avituallamiento. Pocos son los parroquianos que a estas horas permanecen en el establecimiento, los que hay tienen como tema central de conversación la copa de Europa de fútbol. La pelota no me disgusta, pero tampoco me apasiona. Mi cordobesismo ha hecho que vea el fútbol con una filosofía distinta. Tantos y tantos fracasos y muy pocas alegrías me han dado el equipo de mi tierra, que hace que el fútbol no me interese poco más de lo que ocurre en el estadio ribereño. Pido mi cerveza helada como de costumbre y como de costumbre me siento apartado. Para oír sentencias con poco fundamento sobre el mundo de la ‘pelota’ siempre hay tiempo, así que mi única pretensión es saborear el vaso de cerveza para refrescarme. De pronto se abre el cortinaje que hay tras la puerta. La inconfundible silueta de Rafael se vislumbra al entrar. Viene ya un poco ‘cargado’, esta será su última parada en el día de hoy.

- Don Salvador, buenas y calurosas tardes ¿Qué hace por aquí con la que cae?

- Eso le digo yo Rafael, donde caminamos.

- A tomarme un último ‘medio’ y a casa hijo mío, en busca del gazpacho que es lo único que entra con estos calores.

- Siéntese usted aquí Rafael que en el mostrador están hablando de España y de fútbol y eso le gusta más bien poco.

- Hombre España si, para eso es mi tierra, pero al balón anda y que le den…Tanto tío en calzones corriendo detrás de una pelota. Que gracia le verán a eso.

Obviamente Rafael, el vaquero, odia el futbol. No puede ni verlo. En algunas ocasiones cuando en los canales de pago se programa algún partido de expectación, pasa corriendo por la puerta de la taberna y ni se asoma. En una de sus fobias, las otras me las callo porque no son políticamente correctas.

- Niño, sabes que leo la prensa con cierto retraso. El otro día vi en un periódico atrasado que al embarcar una corrida, un toro se desmando y se llevó p’ adelante la vida de un empleado de la finca.

- Es cierto Rafael, en una ganadería de la Sierra Norte de Sevilla. Un toro que no había manera de embarcalo, rompió una puerta y después de darle al susto al hijo del ganadero, se encontró con el guarda de la finca y se ensañó con él.

- Eso son las querencias. Si en la plaza durante se lidia la cogen, figúrate en el campo. Como le tomen gusto a un sitio, apañados estamos los que bregamos con ellos. A cualquier cosa le cogen querencia, a unos peñascos, a un chaparro a una linde, a un cerro, vamos a cualquier cosa que se les antoje. Vaya memoria que tienen.

- ¿Le habrá pasado alguna peripecia no Rafael?

- Muchas, pero recuerdo una que contaba mi tío Ángel de un suceso que ocurrió en casa del Marqués de los Castellones.

Ya lo tengo metido en el canasto. Algo interesante contara Rafael, mientras saborea el que dice es su último “medio” del día antes del gratificante gazpacho.

- Mi tío Ángel era empleado de la ganadería del Marqués de los Castellones, noble de Madrid que tenía una ganadería cruzada de ‘veraguas’ con sementales de Juan Vázquez, puros ‘vistahermosas’ a través de Arias de Saavedra y Núñez de Prado. Era como todas las ganaderías ‘cruzonas’. O muy dura o muy brava, aunque “El Guerra” la puso a la cabeza de las de entre su tiempo, viviendo una época de esplendor.

Carraspea como siempre, haciéndose de rogar. Pero cuando ve que pongo cara de impaciente, prosigue su relato.

- La ganadería pacía en ‘Cordoba la Vieja’ que hoy la tienen hecha ‘roalillos’ y en Villafranca, en una finca llamada ‘Los Cansinos’. Mi tío Ángel, ayudaba en una y en otra. Su falta de paciencia con los caballos y su ‘caracté’ brusco no le hacía ser santo de devoción de nadie. Había discutido con un compañero y el mayoral, el famoso picador Rafael Marquez ‘Mazzantini’ se lo llevo a ‘Los Cansinos’ a embarcar una corrida de toros para Castilla.

- Menudo tenía que ser su tío Rafael.

- Pues sí. Pero como conocía bien a los toros y sabía hacer su trabajo con celeridad ‘Mazzantini’ lo protegía cuando hacía alguna fechoría. Tanto es así que cuando se dedico a picar profesionalmente, mi tío tuvo que irse a trabajar a otra ganadería de la parte de Andújar, porque perdió a su principal protector.

- Bueno sigo, ya te contare donde terminó mi tío Angelito. Lo que contaba, la corrida estaba en un cerrado junto al cortijo. Contaba mi tío que era una señora corrida de toros. Muy seria, con arrobas y muchos pitones. No como los de hoy, que rozan algo y se abren. Cuernos duros como el diamante. Había dos jaboneros, un berrendo en negro, dos negros y un cárdeno.

- Capas muy dispares ¿no, Rafael?

Pues si, ya te he dicho los orígenes de la ganadería y tu sabes que los ‘veraguas’ si tienen alguna seña por fuera es la variedad de capas. Los toros tomaron los ‘gueyes’ y fueron saliendo del cerrado hacía una corraleta donde pasarían su última noche antes de partir para Castilla. Los viajes o bien se hacían a pie o bien se embarcaban en cajones que se montaban en unos carros donde se llevaban a los apeaderos y se montaban en los trenes. ‘Los Cansinos’ estaba muy cerca de la estación de tren que aún hoy se conserva. Bueno vamos al tema, lo que te contaba, los toros tomaron la piara de mansos y se encaminaban para el corral. El cárdeno que se llamaba, * había tomado querencia hacía la parte alta del cerrado, donde una portichuela le comunicaba con una mangá que conducía a otro cerrado mayor donde aquel animal había pasado muchos meses, recomponiéndose de un palizón que le habían pagado sus hermanos. Así que entre la querencia y las manías de toro pegado, sacar de allí al cárdeno no iba a ser tarea fácil. Una y otra vez los mansos intentaban arropar a los toros, siempre el cárdeno quedaba rezagado y cuando tenía ocasión salía de naja hacía lo más alto del cerrado buscando el portil por el que había entrado.

Los relatos de Rafael siempre mantienen el interés. Él como buen sabedor de ello interpreta a la perfección su papel de narrador, como si de un viejo romancero del siglo de oro se tratase. Tanto es así que algún parroquiano, ha dejado los fueras de juego, goles, tácticas y técnicas del deporte rey, y escuchan al veterano Rafael atónitos.

- Como no había manera, ‘Mazzantini’ determinó pasar a los cinco toros a la corraleta y dejar para el final al infrascrito cárdeno, para ver si calmándose y solo sin compañía de sus hermanos facilitaba la faena. Los cinco toros en menos de media hora habían pasado a la corraleta. Ahora había que ver si se decidía por fin a tomar los mansos sin problema alguno. A base de pedradas y golpes de piedra el toro, tomó la piara y salió del cerrado camino a la corraleta. Al tener que pasar prácticamente por la entrada del cortijo, mi tío Ángel se adelantó para advertir a los sirvientes y a los marqueses que se mantuviesen a cubierto, fuera a ser que el toro le diera de nuevo por salir hacía su querencia. Todos se metieron hacía dentro, bueno todos no, el cochero de la señora marquesa cometió la temeridad de ir al coche justo en el momento que los ‘gueyes’ pasaban arropando al toro hacía el corral. Uno de los mansos dio un respingo y el cárdeno vio la puerta abierta, por allí salió de naja hacía el campo de nuevo, con la mala suerte para el cochero que se lo encontró en el camino. Lo volteó a gran altura y al caer le metió el pitón en el pecho dejándolo prácticamente en el sitio. Luego se cebó con él y no lo dejaba. Ni los garrochazos que le propinaban mi tío Ángel y ‘Mazzantini’, ni las pedradas de los demás vaqueros pudieron hacer que el toro soltara a su presa. Al final se arrancó a un caballo y volvió a tomar camino hacía su querencia. El cuerpo del cochero ‘ensangrentao’ y ‘esfaratao’ era un drama. A la marquesa le dio un ataque de esos que ahora llamáis de ‘hesteria’ y su hijo estreno con buena fortuna un rifle que se había comprado en Italia, siendo el toro asesino el blanco, despenándolo de un certero tiro en ‘mitá los rizos del testú’.

- Malamente terminó la cosa Rafael.

- Ya te lo he dicho, cuando una bestia de estas coge una querencia hace falta mucha ‘pacencia’ para bregar con ellas y en muchas ocasiones el hombre no se sale con la suya. Ya te contare otro día las aventuras de otro toro querencioso de nombre ‘Camposolo’ de la ganadería del Marqués de Salas, que ahora voy en busca del gazpacho.

Salimos a la calle, el calor se ha hecho aún más agobiante. Dentro se sigue discutiendo de la selección, la copa, la federación y todos los entre bastidores del balón, que pese a quien le pese y a pesar de los últimos éxitos conseguidos, nunca tendrá la grandeza de nuestra sin par fiesta de los toros.

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