Sabido es por todos que la lidia se divide en tres tercios. También es sobradamente conocido que hoy todo se reduce al tercio final, perdiendo los dos primeros toda su profundidad y sentido. El mas deteriorado en estos tiempos, es el primero. El tercio que antaño servía para calibrar la bravura y poder del toro, hoy devaluado hasta límites no pensados en el pasado. El primer acto de la lidia, se divide a la vez en dos cuadros. Suerte de varas y toreo de capote. Si repasamos las añejas crónicas decimononicas vemos la cantidad de varas que recibían los astados. También el amplió abanico que tenía el toreo de capote. Hoy por hoy, se nos está privando no solo de una bella suerte como es la de varas, si no también de la vistosidad del toreo con el percal.
En estos tiempos todo se ciñe al monopuyazo, a la verónica, a la chicuelina, al 'tancredismo' capote a la espalda de José Tomás, aunque la gaonera sea otra cosa y poco más. A la liturgia de la lidia le falta integridad. Al espectador y al aficionado se le está privando de la totalidad de un espectáculo único en el mundo. Hay que demandar al ganadero que críe un toro bravo de verdad; a los legisladores que legislen defendiendo al espectador y no dejandose llevar por el chauvinismo de los politicos, ni por las influencia de los profesionales; y a éstos últimos que sean capaces de desarrollar el drama si dejar atrás ningún acto. Con ello ganaremos todos.
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