10/08/2009

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. El jabonero


Durante el verano he echado en falta al viejo Rafael. Ni rastro de él. Ni paseando por las calles de Córdoba, ni en su habitual taberna a mediodía, ni en la céntrica heladería donde gusta degustar su tradicional helado de ‘mantecao’. Entre unas cosas y otras tampoco me dio por preguntar por él a la gente con la que trata. Lo cierto es que la ausencia de Rafael se extraña bastante. Sus dichos, sus salidas, sus entradas y como no sus habituales vivencias en el campo bravo.
Una tarde de final de septiembre cuando regresaba a toda prisa a casa y al pasar por el corazón de la plaza de las Tendillas cordobesa, me encuentro a Rafael. Sin prisa, despacio y con su habitual garbo torero.

- Rafael, buenas tardes. ¿Dónde camina usted? ¿Ha estado muy perdido todo el verano.
- Pues la verdá es que sí. Los sobrinos me han tenido retirado de Córdoba. El Manué me ha llevado a su chalé de la sierra y luego con mi sobrina Lola me he pegao un mesesito en la playa. No me puedo quejar, se portan bien conmigo.
- Bueno Rafael, a ver cuando echamos un rato en la taberna que tengo ganas de hablar de toros con usted.
- Más ganas tengo yo. Todo el verano sin departir de toros es mucho tiempo. A ver si me lleva al campo, que falta me hace.
- Pues precisamente mañana voy a la ganadería de unos amigos a ver embarcar una corrida. Déjeme que llame a su sobrina Lola y si ella está conforme mañana le recojo en su casa temprano y se viene usted conmigo.

Rafael me dice el teléfono de su sobrina y tras una breve conversación con ella, quedo en recoger a Rafael a las siete y media de la mañana del día siguiente. Me despido de un hombre al que le brillan los ojos al saber que su sobrina me ha autorizado a llevarlo al campo. Rafael va a retornar a su hábitat más natural.
A la mañana siguiente, Rafael está preparado con una puntualidad británica. Se acomoda en el asiento del copiloto y tras santiguarse me dice que si vamos a tardar mucho. Le aclaro que como unos tres cuartos de hora. Me causa sorpresa que un hombre tan parlanchín como Rafael, a penas hable nada durante el viaje. Solo escuetos sí o no a mis preguntas. El coche le intimida bastante. Así me lo dice cuando paramos a tomar café. Los coches le espantan. Menos mal que no conduce, pues tras el cortado se toma una copa de anís seco ‘Machaquito’.
Llegamos a la ganadería. Allí saludamos a los ganaderos, a sus empleados y a los taurinos que van a embarcar la corrida. En un amplio corral los ocho toros. Bonitos y en tipo de la casa. Rafael conocedor de la complejidad de la faena, se queda quieto en el sitio donde me han dicho que se coloque. Uno a uno van pasando los toros a través de puertas y pasillos hasta terminar dentro de los cajones del camión. Los toros obedecen y causan pocos problemas. Todos menos un toro jabonero que da más trabajo de la cuenta. Muy agresivo de cabeza, bajo, musculado, ancho de pecho, corto de manos y bien rematado de los cuartos traseros. Nos despedimos de todos y retornamos viaje a Córdoba. Tengo la esperanza que Rafael con el olor a campo este más conversador durante el viaje de vuelta.

- ¿Rafael que le ha parecido la corrida?
- Mú bonita y mú bien hecha. Se nota que esta ganadería viene del Conde. La corrida es un dije. Lo que me ha gustao poco es la sosería a la hora de embarcar. Antiguamente los toros daban más guerra.
- Bueno Rafael el jabonero si ha dado mucho más trabajo.
- A ese pelo le tengo yo un poco de manía. Mire usté en 1958 entre a trabajar con Don Juan Salas. Este hombre era natural de Montilla, militar y ganadero por afición. Cuando murió Curro Chica, sus herederos hicieron con la ganadería dos lotes. Uno lo pusieron a nombre de su madre, María Navarro Rodríguez, que con el tiempo acabo en manos de Manolo Camacho y de Don Álvaro Domecq. El otro se vendió a Juan Salas Vaca.
- Siga Rafael que estas cosas de la historia del toro me apasionan.
- Por eso se las cuento, porque le saca usted mucho produrto.
- Continúe Rafael. ¿Qué paso?
- Pues ná, que me coloque con él de vaquero. Me fui hasta Los Barrios, provincia de Cádiz. La finca se llamaba “El Rincón”. Lo que compro Don Juan Salas a los herederos de Curro Chica, venía de lo antiguo de Braganza. Como usté sabe eso era puro ‘veraguas’ aunque en Portugal lo cruzaron con toros de Ibarra. Tras volver los toros a España, Curro Chica lo puso de moda y hasta el gran Manolete, mató muchas corridas.
- Ya Rafael, incluso un toro de Curro Chica cogió de gravedad a Manolete en la plaza de Alicante.
- Así es. Pues al grano, que Don Juan Salas compro aquello porque estaba en buen momento, aunque luego le duro poco pues en el año 66 vendió los derechos del hierro a Marcos Nuñez y poco a poco las vacas fueron a manos de Miguel Mateo “Miguelin”.
- Siga Rafael y que le paso que le tiene manía al pelo jabonero.
- Pues nada, manías. En la piara había muchísimo jabonero, pero mucho. Berrendos también había algunos, pero un jabonero me saco de quicio el tiempo que estuve trabajando con Salas.
- ¿Y eso Rafael?
- Pues nada que tras el primer destete que se hizo estando yo allí, un becerro de pelo jabonero le dio por esconderse en un soto. Era un caso. No había forma de sacarlo de allí. Tomo cariño al sitio y aquello era su territorio. Solo salía para comer y para colmo era arisco con el resto de sus hermanos. Solo permitía a un berrendito aparejao en negro acercarse al refugio. Mientras fue chico no había problema. Lo malo es cuando fue creciendo.
- ¿Qué pasaba Rafael?
- Pues ná que el becerro dejó de serlo. Ya de eral apuntaba buen tipo y de utrero tenía un remate propio de un toro. Un mes de mayo la hermana del mayoral fue con unas amigas a bañarse al arroyo, pues no veas la que lio el “Violeto” que así se llamaba el bicho. Las chiquillas acudieron a refrescarse y justo cuando salían del baño, el torete que andaba por su escondrijo se asusto y arremetió con la excursión de bañistas. La suerte fue que entre que las muchachas volvieron al agua, una toalla que voló por los aires hasiendo un quite milagroso y que los caballistas que no andábamos lejos todo quedo en un susto.
- Vaya con el jabonero, ¿verdad Rafael?
- Pues todo no es eso. El toro se embarcó para una corrida de la feria de Málaga del año 1961 y dio trabajo para embarcarlo el que no se puede hacer una idea. Se comenzó a faenar al amanecer y hasta pasado el mediodía no entro el mardito “Violeto” en el camión. Nos hizo sudar de lo lindo. Al final salió del soto engañao con el berrendo con el que se hermanó. Ni lo que los bueyes fueron incapaces de jacé, ni nosotros tampoco, lo hizo el berrendito.
- Rafael y ¿cómo salió el toro en la plaza?
- Pues como todos los que en el campo dan trabajo. Vurgar, muy vurgar y de juego regular. Se lidió en Málaga como te he dicho, el día 6 de Agosto. En el cartel Manolo Segura, Miguelín, Limeño y Diego Quesada. Alvarito Domecq rejoneo un toro de Belmonte.
- En fin Rafael ya sé porque no le gustan los jaboneros.
- Por eso. Ese toro me dio tanto trabajo que veo uno de ese pelo, me acuerdo y me pongo de mala leche.
Bueno, sin correr, aprieta a ver si llegamos a Córdoba a la hora del medio de vino fresquito.

Ahí concluyo la excursión. Al llegar a Córdoba toda la taberna celebró su vuelta. Y es que Rafael es todo un personaje de la castiza Córdoba.

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