Ayer se celebró en Córdoba un homenaje a Rafael Soria Molina "Rafaelito Lagartijo, con motivo del sesenta aniversario de su alternativa. Transcribo a continuación la semblanza que me toco realizar del decano de los matadores de toros cordobeses.
"Excmo.
Sr. Alcalde de Córdoba, Sr. Presidente de “Nueva Plaza de Toros de Córdoba,
S.A.”, dignísimas autoridades locales y provinciales, Sr. don Manuel Benítez Pérez, V Califa del
toreo, toreros presentes, aficionados, señoras y señores, buenas tardes.
Dicen
los que más animadversión tienen a la fiesta de los toros, que ésta vive sus
peores momentos. Se jactan de afirmar que está herida de muerte, que es una
secuela del pasado y que tiene por ello los días contados. La atacan
sistemáticamente por razones varias, como pueden ser una irracional defensa de
los animales, que fuerte es equiparar los presuntos derechos de un animal con
los de un ser humano; por motivos políticos, como se ha visto recientemente en
una región tan taurina como Cataluña, donde Barcelona llego a celebrar festejos
taurinos en dos plazas, Arenas y Monumental, por otros oscuros intereses que se
nos escapan y sobre todo por desconocimiento de la fiesta taurina en sí.
Nuestra
singular fiesta de toros forma parte de la cultura mediterránea, perdiéndose en
el albor de los tiempos sus raíces más hondas. La tauromaquia está
profundamente y desde tiempo ancestral presente en nuestra cultura. No hay nada
más que recordar al Minos cretense o el culto mitraico difundido por los romanos.
Mitología de la fertilidad y el poder. Quien ataca a la fiesta de los toros
está atacando lo más profundo de nuestra cultura más primigenia, ignorando la
importancia que los juegos con los toros han tenido siempre entre todos los
países mediterráneos, especialmente en la península ibérica. Aquí es donde se
desarrolló como un espectáculo de gran belleza plástica, que ha llevado a
artistas e intelectuales de diversos campos a cantarla, exaltarla y
engrandecerla.
De
ahí que reconocer en estos tiempos la magnitud real de la fiesta de los toros,
es conocer nuestra historia, nuestras costumbres y nuestra cultura. Así se está
demostrando ser consecuentes con el legado de nuestros antepasados, velando por
su conservación y su transmisión a las generaciones que nos sigan. No hay que
tener complejos, ni avergonzarse por amar la fiesta a la que García Lorca
calificó como “la más culta que hay en mundo”, hay que luchar por su defensa,
por su enaltecimiento y difusión, sin complejos ante tanta progresía vacía de
fondo y contenidos, que pretende cercenar algo intrínseco en la cultura de
España y de todos los españoles.
Sin
complejos. Así es como hay que andar entre todos los movimientos contrarios a
la fiesta. Como sin complejos anda nuestra corporación municipal, nuestros
representantes, a quien hay que agradecer que este homenaje que hoy celebramos,
haya tenido un respaldo institucional
hasta ahora inédito. Digno de elogio que en el día de hoy nuestro ayuntamiento,
en unión de la Sociedad Propietaria de la nueva plaza de toros, haya promovido
este homenaje al decano de los matadores de toros cordobeses en el LX
aniversario de su alternativa.
Córdoba
goza de gran prestigio en el llamado planeta toro. Se cuenta que las praderas
aledañas a Médina Azahara, fueron testigos mudos de la crianza del toro y del
caballo. Con los tiempos las fiestas de toros y cañas se fueron afianzando en
la ciudad celebrándose en festividades y conmemoraciones. El Campo Santo de los
Mártires, la Corredera o el campo de la Merced se convirtieron en escenarios
improvisados de la lucha sin cuartel de la fuerza bruta del toro contra la
racionalidad humana.
Era
la génesis de la Córdoba taurina, aquella que con su Califato taurino ha pasado
a la historia. Desde la época del romanticismo hasta nuestros días, Córdoba
siempre ha tenido algo que decir en la historia del toreo. Córdoba fue testigo
del nacimiento del torero denominado artístico, cuando Rafael Molina
“Lagartijo” pisó las arenas en la
centuria decimonónica. Igualmente y no muy alejado en el tiempo de su
predecesor, con quien se formó, Rafael Guerra “Guerrita”, marcó una época de
absolutismo en la fiesta donde impuso criterios, poder y una nueva visión del
toreo. Más tarde, en la época más dura, principios del siglo XX, Rafael
González “Machaquito” con su pundonor, valor y una suma perfección estoqueadora
paseó el nombre de Córdoba por todo el mundo taurino. Tardó en llegar al toreo
aquél que terminase lo iniciado por “Guerrita” y continuase en la llamada edad
de oro de manos de Joselito y Belmonte. Con “Manolete”, espejo de nuestro
homenajeado hoy, llega la suma
perfección de lo que al final de siglo iniciara el II Califa. El toreo es
quietud, mando, poder sobre el animal, estoicismo, verdad. Manuel Benítez “El
Cordobés” cierra, por ahora, el califato taurino. Su época fue la de la
revolución, los cambios, el carisma, la heroicidad. España vio en “El Cordobés”
un ídolo, un modelo, una manera de salir de la nada. Muchos fueron los jóvenes
que trataron de emular al último califa y la fiesta se revitalizó de forma más
que notoria.
Córdoba
pesa, y mucho, en el toreo. Por eso mismo, el toreo forma parte de las entrañas
de Córdoba. Ha llegado la hora de dar el paso adelante y declarar la fiesta de
los toros Patrimonio Inmaterial de Córdoba, como están haciendo muchas ciudades
y pueblos con menos tradición e historia que esta cuna de Califas. Para ello las
instituciones y los cordobeses tenemos la última palabra.
Pero
no estamos aquí hoy reunidos para defender la fiesta que tanto amamos. Aunque
con la que está cayendo, no está de más. Hoy nos congregamos en este Salón de
los Mosaicos de este noble edificio, para una conmemoración. Para celebrar el LX aniversario de la
alternativa, como ha quedado dicho con anterioridad, del decano de los
matadores de toros cordobeses. Rafael Soria Molina. Rafaelito Lagartijo en los
carteles.
Sesenta
años han pasado desde que el día 7 de octubre de 1951, José María Martorell, en
presencia de Calerito, le cediera en la plaza de toros de Montoro la muerte de
“Rodilla”, toro herrado con el pial del Duque de Pinohermoso.
Sesenta
años han pasado, pero Rafael todavía se siente torero. No hay nada más que
verlo cuando pasea por Ronda de los Tejares camino de Siroco. Su apostura
torera es innata. Los años, ni tampoco la banca, han dañado su imagen juncal y
gallarda. Y es que la técnica del toreo se puede asimilar a base de torear,
pero que quede muy claro que el torero además nace. Y Rafael nació torero.
Corría
el año 1930 cuando su padre, Fernando Soria Casanova, administraba tierras en
Ecija. Accidentalmente su madre, Dolores Molina Sánchez, se puso de parto y Rafael
se vio obligado a nacer en la ciudad de las Torres, el día 15 de enero. Fue
bautizado en la parroquia de Santa María de la capital ecijana, siendo su
padrino de pila, nada más y nada menos, que su bisabuelo el genial Juan Molina,
hermano del Lagartijo el Grande, posiblemente uno de los mejores peones de
brega de la historia del toreo. Decir que nuestra Córdoba no solo ha sido cuna
de toreros de oro, sino también de grandes toreros de plata y azabaches.
Rafael
no podía ser nada más que torero. Biznieto de Juan Molina, nieto de Rafael
Molina Martínez “Lagartijo Chico” y sobrino de Manuel Rodríguez “Manolete” con
quien convivió y se formó como hombre y como torero.
A
pesar de haber nacido y ser bautizado en la vecina Ecija, Rafael no se siente
nada más que cordobés. Se cría en el castizo barrio de Santa Marina en la plaza
de la Lagunilla. Allí discurren sus primeros años como los de cualquier niño,
entre juegos, hoy por culpa de los modernos videojuegos desaparecidos, como
piola, el escondite,…y incluso la pelota. Pero pronto la figura de su tío
Manuel le cautiva, le absorbe, tanto que es testigo de los entrenamientos del
IV Califa en el patio de la casa y con él empieza a torear de salón. El toreo
se convierte en el mejor de sus pasatiempos. Para su tío se convierte en un
pequeño confidente a quien le cuenta un sinfín de cosas relacionadas con la
profesión. En 1942 y cuando Rafael tiene doce años ante alguna actuación
adversa en Sevilla le confiesa: “Sobrino
estoy entrenando a ver si mañana puedo estar bien. No sé lo que me pasa, pero
no estoy entendiendo este año a los toros que me están saliendo en Sevilla. En
esa plaza, particularmente, nunca se puede estar mal.”
¡Con
solo doce años! Manolete se sincera mucho con su sobrino. “Rafael, un torero está mal cuando no comprende por qué no ha podido
estar bien. Eso es lo que me está pasando en Sevilla este año.” , le
termina diciendo tras esos días grises en la Real Maestranza.
Manolete
ve en su sobrino su mejor confidente, y Rafael ve en Manolete un espejo ideal
para mirarse. Rafaelito está decidido a ser torero. Conoce lo dura que es la
profesión, pues su tío le ha pedido que presencie en alguna ocasión la cura de
alguna herida. Manolete es quien lo lleva a los primeros tentaderos. Es allí
donde comienza a forjarse un nuevo torero en ciernes. Torea su primera becerra,
pura de “garciapedrajas”, siendo aún un niño en la ganadería de Mariano
Fernández que pastaba en Almodóvar del Río.
El
debut con el “chispeante” no se hace esperar. Es el día 20 de mayo de 1946 en
la centenaria plaza de Priego de Córdoba, recientemente remozada, en compañía
del que más tarde fuera su padrino de alternativa José María Martorell. La
presentación con picadores no tarda. Es el 15 de agosto de 1946 en la plaza de
toros de Almendralejo siendo acompañado por Manolo Navarro y Juanito Bienvenida.
Ese
mismo año tiene su presentación en Córdoba en la desaparecida plaza de los
Tejares, el día 1 de septiembre se celebra una novillada organizada por la
Asociación de la Prensa. En el cartel Rafaelito Lagartijo acompañado por Martorell
y José Moreno “Joselete”.
Tras
la temporada se encierra con su tío Manolete en el campo. Es la época donde el
IV Califa se recluye en el campo charro.
Allí disfruta del campo, del toreo, bebe de las fuentes del mejor torero
de la época y desarrolla un conocimiento innato en el conocimiento de los
toros. Hace algunos años me comentó que ese invierno, estando con su tío en la
finca de Atanasio Fernández en Salamanca, Manolete se “jartó” de torear a una
vaca hasta la saciedad. Mucho y bien. Cuando Manolete se cansó, le dio la
muleta y le dijo: Venga niño, ahora tú.
Cuando nadie apostaba nada, Rafael le hizo otra faena a la brava becerra. El
secreto. Darle aire y no molestarla hasta que se viniese arriba. Rafael siempre
supo ver muy bien a los toros. Así se lo confesó a nuestro compañero Rafael de
la Haba en entrevista publicada en el Diario Córdoba.
“Me
veía con cualidades y, además, me fijaba mucho en el toro y sabía verlo…Cuando
toreaba mi tío en Córdoba me metía de pescozón en la plaza. Desde los siete
añillos hasta los 14 años me estuvo llevando, porque ya con 15 años él dejó de
torear en Córdoba. Fue cuando se enfadó Camará el apoderado del torero con
Escriche el empresario de Los Tejares. El no tenía culpa. Quería torear, ¡ya
verás!, él que llevaba Córdoba por todos lados. El caso es que cuando me
llevaba a la plaza yo me fijaba mucho en el toro, me lo estudiaba. Hombre, te
diré que muchas veces discutían mi tío y Camará después de una corrida sobre
cómo había sido un toro y se decían: "Espera que venga el niño". Cuando
llegaba me preguntaban cómo había visto tal toro, le daba mi opinión y se
decían el uno al otro: "Tú ves".
Muchas
fueron las vivencias de Rafael con su tío Manolete. En cierta ocasión, en entrevista que le hice para la revista “La
Montera”, me contó que antes de partir para Salamanca en ese invierno a que he
hecho mención con anterioridad, sentados a la mesa Doña Angustias, Manolete y
Rafael, le preguntó el Monstruo: “Niño,
¿tú porque quieres ser torero?” respondiéndole Rafael: “Pero tito, ya toreando con picadores me haces esas preguntas”, a
lo que le respondió Manolete muy serio: “¿Tu
sabes lo malo que es un purgante?. Pues ser torero es como tomarse todos los
días un purgante y salir a torear.
Su
tío es su espejo. En él se mira. Como torero y como persona. Manolete ve en su
sobrino un torero excepcional, tanto que llega a decirle a Doña Angustias: “este siendo la mitad que yo, va a ganar el
doble de dinero que yo.” Pero en agosto de 1947, Islero rompe el espejo. Rafael es testigo de la tragedia. Manolete
que tenía la ilusión de apoderarlo, ante su inminente retirada, le cierra esa
misma mañana en Linares una novillada en Barcelona con Balaña. Novillada que
torea el 18 de septiembre triunfando con rotundidad en la ciudad Condal,
cortando dos orejas y saliendo por la puerta grande. Al principio la tragedia
de Linares no parece afectarle como torero. El día 8 de septiembre, actuó en un festival en Posadas donde estuvo en figura.
Al día siguiente, hace el paseíllo en Lucena, con José María Martorell y
Pablito Lalanda, cortándole las dos orejas y el rabo al único novillo que mato,
porque cosas de la época, en su segundo, el quinto de la tarde, se apagó la
luz, y como no hubo forma de encenderla se tuvo que suspender la novillada. De
ahí a Baza el día 14 donde cortó seis orejas. Luego, el 21 a Valencia donde no
pudo estar bien y terminar en Córdoba el día 24, en la desaparecida feria de
septiembre, donde cortó un rabo.
En 1948 torea un buen número de festejos,
concretamente veintisiete. Al año siguiente se presenta en Madrid, el día 16 de
junio, alternando con Manuel Carmona y Calerito, estoqueando una novillada de
Juan Cobaleda y Alicio Tabernero. Poco a poco va decreciendo el número de
actuaciones. A Rafaelito Lagartijo se le había roto el espejo donde se miraba y
el pilar donde se sustentaba. Su tío, el hombre y el torero, ya no está
presente. El ánimo se viene abajo. El vacio de Manolete es notorio. A esto hay
que unir la enorme contrariedad sufrida de ver como faenas de mucha solvencia y
peso, son mal rubricadas con la espada, no alcanzando la repercusión deseada.
Entre Carlos Arruza y José Luis de Córdoba echan a
rodar la magna corrida pro monumento a Manolete. Rafaelito Lagartijo tiene que
tomar la alternativa si quiere formar parte del cartel. Aunque existía el
compromiso de José Escriche de que la tomara en la feria de mayo de 1952, se va
a Montoro hace ahora sesenta años, a doctorarse como matador de toros para
poder actuar en la corrida homenaje a aquel que tanto quiso y que lo formó como
hombre y como torero.
En la corrida del monumento deja su sello. Aún
cuentan los que la presenciaron un muletazo inverosímil. Faena breve pero con
muchos quilates. Se dice que lo bueno si breve, dos veces bueno. La espada le
privó de un triunfo ese día. Luego la campaña de 1952 es corta, tras actuar en
Oviedo, en compañía de Pepín Martín Vázquez y Calerito y de matar una seria
corrida de toros en su Ecija natal, Rafaelito Lagartijo decide dejarlo pese a
tener unas pocas de fechas cerradas. Su padre le aconseja que medite la
decisión argumentando que sus cualidades son únicas y hay que aprovecharlas.
Rafael decide no torear durante un tiempo y madurar la medida adoptada. Es
entonces cuando surge la ocasión de trabajar, gracias a la gestión de Luis
Sarazá, en una conocida entidad bancaria. Rafael se olvida definitivamente del
toreo, aunque siga siendo torero y viva como tal.
Hoy
Córdoba le homenajea en recuerdo de su sesenta aniversario como matador de toros,
pues a pesar de estar muchos años retirado, Rafaelito Lagartijo, nunca ha
dejado de ser algo para lo que nació. TORERO, aunque posiblemente sesenta y
cuatro años atrás un toro de Miura, sesgara además de la vida de un torero sin
igual, la prometedora ilusión y fulgurante carrera del decano actual de los
matadores de toros de esta Córdoba califal."
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