El otro día tuve una conversación más que
interesante. Recibí una llamada telefónica de un apoderado independiente, que
por cierto no representa a una figura del toreo precisamente, sino a un matador
recién alternativado, modesto y honrado a más no poder. Un hombre que cree en
las posibilidades reales de su poderdante y que no regatea esfuerzo alguno en
luchar en colocarlo en el lugar que considera debe de estar. Un hombre que me
pareció claro, transparente y convencido de que puede lograr sus objetivos, a poco
que le den una poca de cancha. Todo un romántico en un mundo que ha perdido
todo el halo que de ello tenía.
La conversación se inició en un tono agrio. Uno de
esos comentarios que hace uno con doble lectura, no había sido correctamente
interpretado. Luego tras haber limado las asperezas iniciales fue desnudando su
fe y su ilusión por su torero. Pero tristemente me reconoció que esto esta muy
mal y que es empresa casi imposible torear para un modesto. Por esto desde aquí
todo nuestro reconocimiento a estos hombres que luchan contra viento y marea
contra un sistema injusto y sectario que se ha implantado en el toreo y que
margina injustamente a muchos hombres que persisten gracias a su tesón, ilusión
y fe en si mismos.
Una vez colgado el teléfono, nos preguntamos el
porque de esta situación. Que es lo que ha dado a esta extraña situación. Las
respuestas que nos vienen a la mente, podrían ser la que paso a enumerar a
continuación.
En primer lugar creemos que el escalafón inferior
está totalmente corrupto. No torea el que más posibilidades tiene, sino el que
pasa por el túnel y corre con gastos que no le corresponden, en claro beneficio
de las empresas, y en perjuicio propio y de otros compañeros que posiblemente
tengan mejores maneras y futuro. Luego están los “hijosde”, o sea, los vástagos
de figuras del toreo en época pasadas que ocupan sitios en los carteles solo
por llevar un ilustre apellido. Los carteles son por tanto artificiosos y no
dan oportunidad alguna a aquellos de pocas posibilidades económicas.
Se fuerza entonces el paso al escalafón superior
para tratar por todos los medios de hacerse un hueco que casi siempre resulta
empresa imposible. La falta de rodaje y un oficio medianamente aprendido hace
que muchos nuevos toreros se ahoguen sin poder llegar a la orilla. La empresa
es prácticamente una utopía. Entrar en cualquier cartel es muy difícil, pues las
figuras acaparan puestos, no solo en los grandes ciclos feriales, sino también
en ese circuito menor que antes estaba reservado a otras espadas. La bonanza
económica hizo que cualquier plaza de provincias, alejada de las alharacas de
las grandes ferias, y porque no decirlo incluso plazas portátiles, anunciaran en su carteleria a espadas de
primer nivel y con honorarios de tales, que hipotecaban y lastraban una serie
de festejos, la mayoría deficitarios, cerrando el paso así a muchos toreros
ansiosos por buscar un sitio en el escalafón.
Por eso tenemos que censurar que figuras acaparen
lugares en cosos menores en detrimento de espadas recién doctorados, o bien, aquellos que son desterrados por uno u otro motivo de los grandes ciclos y que buscan hacerse
un hueco en el escalafón y un sitio que nunca les dejan encontrar. También hay
que educar al público para que acuda a carteles menos brillantes sobre el
papel, pero que a la postre resultan más interesantes que otros en que la
desidia o la falta de calidad suelen aparecer mas de lo que debieran,
aburriendo en exceso.
Es la fiesta que nos han traído los tiempos de
bonanza económica y que ahora hay que tratar de regenerar. La fiesta necesita
una profunda renovación en todas sus facetas. Una de ellas sería esta. Todos
saldríamos ganando.
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