El frío se ha hecho presente
en la ciudad. Córdoba, aunque luminosa, está atenazada por las bajas
temperaturas. Las gentes se refugian en sus casas, los que se ven por la calle,
caminan presurosos y encogidos de forma rápida, intentando entrar en calor para
contrarrestar los mínimos valores que marcan los termómetros.
Camino de forma rápida. El
frío me corta la cara y la bufanda protege mi siempre maltratada garganta.
Vengo de recoger unas reproducciones en papel de unas fotografías de unos toros
de capa jabonera hechas la pasada primavera. Las nuevas tecnologías han hecho
que las fotos sean espectaculares, sobre todo una de un toro abrevando en una
laguna. Contento del resultado voy presuroso a casa en busca del calor de la
mesa camilla y de un buen aperitivo acompañado de algún vino de
Montilla-Moriles. La idea es tomarlo en casa, pero al pasar por un céntrico
establecimiento veo a mi buen amigo Rafael sentado en los veladores del patio
que se ve a través de las cristaleras. A pesar del frío no pierde sus
costumbres, y refugiado bajo una estufa de pie, de las que el pueblo soberano
ha bautizado como setas, saborea una copa de oloroso acompañado de un queso
rociado con aceite de oliva de la subbética cordobesa. Tanto me ha gustado como
han quedado las fotos que opto por saludarlo, enseñárselas, acompañarlo a la
hora del aperitivo y de paso ver con que se deja caer.
- Rafael, buenas tardes ¿Qué hace usted con la que está cayendo?
- A las buenas. Aquí tomando una copita de vino viejo, a ver si este
cuerpo viejo entra en calor.
- Pues con su permiso me siento con usted, me tomo una copa y de paso
le enseño un par de fotos. Sé que el pelo jabonero no es de su gusto, ya me
contó que lo aborreció cuando trabajó en la ganadería de Salas que era
originaria de Curro Chica, y que de seguro le pondrá alguna falta a las fotos,
a los toros y de paso hasta al fotógrafo.
-Como le voy yo a fartá a oste, con lo buena persona que es y con lo
bien que tira oste los retratos. Ahora con los toros de ese pelo no tengo más
que maldicencias. No sé como ahora se ha vuerto a poner de moda, las cosas del
difunto Juampedrito.
-Rafael es una capa más. Un pelo más. Saldrán más bravos o más mansos,
pero jamás dejan a nadie indiferente. A unos cautiva, por su extraño tono tan
distante del habitual negro, a otros les trae añoranzas de la legendaria
ganadería de Veragua y a otros como a usted le traen malos recuerdos y punto.
Le muestro la espectacular
foto de un “currochica” de Julio de la Puerta abrevando en una laguna. La mira
despacio, calla, la suelta en el frio mármol de la mesa y se coloca las gafas.
La vuelve a mirar despacio y exclama:
- La verdad es que son realmente bonitos. Este toro además, amigo mío,
es todo un dije. Bien hecho, fino de cabos y bien encornao. Este tipo de toro
no suele fallar nunca en este encaste.
-¿Le gusta eh, Rafael?
-¿El qué? ¿El toro o el retrato? Me gustan los dos. El retrato es una
pintura y el toro a pesar de la manía que le tengo a este pelo, es precioso.
-Me alegro amigo. ¿Qué le parece si pedimos un par de “medios” y un
poquito de fritura de pescado?
-Pos superió, vamos a ello.
Pido al camarero dos “medios”
del amargoso de la casa y un ración de calamares fritos, que aderezados con
unas gotas de limón son un aperitivo sensacional. Nos traen primero el vino,
los calamares tardaran aún unos minutos, y saboreamos el primer sorbo de de
forma pausada, como si quisiéramos dormir el tiempo. De pronto Rafael me dice
muy serio:
-Que forma de embestir tenían aquellos toros de Curro Chica. No eran muy
grandes, finos de cabos y bonitos de tipo.
- Claro usted los conocía bien pues Juan Salas lo que tenía procedía
del ganadero jerezano.
- Si señor. Allí me di cuenta de la enorme calidá que tenían durante su
lidia. Eran como hoy se dise, más toreables. Los de Calderón, que eran primos
hermanos, salían mucho más brutos, más bruscos y duraban mucho menos, eso sí,
hasian peleas buenas con los caballos. Por eso Juan Pedro Domecq se quito der
medio lo que tuviera sangre de Veragua, vendiéndolo a Calderón.
- Veo que conoce perfectamente la historia Rafael. Lo que sí es verdad
es que en aquella época las figuras no le hacían los ascos que le hace los de
hoy a algunos encastes y ganaderías. Vamos que mataban de todo demostrando la categoría
que tiene que tener un matador de toros que presume de figura del toreo.
Nos traen el plato de
calamares, la baja temperatura y el estar recién sacados de la freidora, hacen
que humeen en exceso. Rafael no pierde el tiempo. Toma un tenedor y me dice con
arte:
-Vamos a comer que con este frio van a durar menos calientes que una “perrachica”
en la puerta un colegio.
Toma uno y se lo lleva a la
boca. Tuerce el gesto. Sin lugar a dudas se ha quemado. Bebe un sorbo de vino y
se repone rápidamente. El vino de la tierra lo arregla todo y vuelve a la
conversación.
-¿Oste sabe una cosa?
- Cuénteme Rafael, ¿Qué cosa es la que no se?
- Que dos toros de Curro Chica pararon a Manolete. El “monstruo” sufrió
dos graves cogidas por curpa de los toritos de Curro. La primera de ellas fue
cuando comenzaba a mandar en er toreo.
- Yo Rafael, solo he oído la de Alicante. La que sufrió una fractura de
la clavícula que le hizo parar muchas fechas.
- Si, esa fue la segunda. El día 29 de junio de 1945, en una corria de
ocho toros, alternaba con Pepote Bienvenida, Arruza y Parrita. Según me comento
después Guillermo, vestía de verde hoja seca y plata, y en su segundo, un
jabonero –hace énfasis en la pronunciación- le echo mano y lo esfarató bien
esfaratao. Perdió unas pocas de fechas y pa cormo en la reaparición, como era
tan honrao, otro toro le volvió a poner los pies al aire, se resintió y perdió otras
pocas más.
- Es cierto Rafael, por cierto las fotografías de esa cogida, fueron
muchos años tenidas por las de la tragedia de Linares.
- En eso no entro. Solo pongo de manifiesto la grandeza de Manolete. La
primera cogida fue peor.
Deja de hablar en seco y
vuelve a tomar un trozo de cefalópodo frito, que por cierto, ya no queman como
antes.
-La primera fue en Madrid a finales de la temporá del año cuarentaydos.
Manolete ya estaba en la sima y la capital se le entregó aquella tarde como
siempre. Se corrió una corria salmantina de Montalvo que salió en su línea. En
su primero Manolete la lió. Faenón sublime que le permitió cortar dos orejas y
dar dos vueltas al redondel.
-Por eso era Manolete Rafael, porque se entregaba siempre. Vamos que no
birlongueaba como los de hoy.
-Bueno, déjeme que termine, ¿no?
-Siga, siga, que ya me callo.
-Su segundo resultó manso. Huía hasta de su sombra. La gente que quería
ver otra faena de relevancia protestó al torete de Montalvo. Fue devuelto y
saltó un sobrero de nombre “Garboso” con
el hierro de Curro Chica, que ar final resultó más manso entoavia. Manolete
quiso, como siempre hasia, complacer a los que habían ido a verlo. Se salió con
el manso a los medios y cuando comensó a poderle en un remate por bajo el toro
le pegó un tabacaso gordo en el muslo.
- La honradez del Califa, Rafael. El pundonor de querer ser siempre el
mejor.
- Si señor, la cornada fue gorda. Le operó el dortor Jiménez Guinea de
un cornalón de veinte centímetros que le hiso mucho daño, tanto así que cortó
lo que le quedaba de temporá.
-Haciendo memoria Rafael y de lo que he podido leer en las biografías
de Manolete, eso fue el día veintisiete de septiembre de mil novecientos
cuarenta y dos. ¿Es así?
-Beba oste vino que ya no tengo la memoria para fechas. Lo que le he
contao es p’a que vea oste que antes los figurones del toreo eran de verdá y no
como los de hoy que matan na más que borregas que están cortás con el mismo patrón.
-Así es, pero esto creo que ya no tiene arreglo. Por eso Manolete solo
hubo uno y es más que improbable que una figura de hoy permita enchiquerar un
sobrero de una ganadería de encaste distinto al que matan tarde tras tarde.
Nos terminamos el vino y los
calamares, nos levantamos y tras abrigarnos bien abrigados, salimos a lidiar
con el toro del frío que nos ha azotado durante el último invierno. Rafael
camina calle abajo encogido, como queriendo protegerse del frío. Sin lugar a
dudas su sapiencia daría para escribir un jugoso y sustancioso libro.
Muy bueno el relato a vez cuando conocemos a "Rafael".....
ResponderEliminarestuvo muy buena la anecdota de rafael,ojala tengas material para sacar un libro de anecdotas para aprender mas de esto del toro, que nunca terminas por saberlo todo, viva nuestra fiesta
ResponderEliminarojala esa idea de escribir un libro que sea de anecdotas taurinas la madures y la lleves a cabo pues siempre me ha gustado ese tipo de lectura, que habla de cosas que sucedieron en el tiempo, felicidades y ojala viva la fiesta taurina por algunas centurias mas, viva españa viva mexico
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