La presentación y juego de la corrida echó a perder la
tarde. Desgraciadamente sin toros no hay espectáculo, y la primera de Córdoba
ha estado marcada por los problemas de la cabaña brava actuales. Sobre el
albero califal solo ha brillado el pundonor de un torero. España entera se estremeció cuando en
Zaragoza, un santacoloma reventó la cabeza a Juan José Padilla. El hombre se
salvó. Todo parecía indicar que las secuelas impedirían al torero volver a los
ruedos. El milagro se hizo. El torero volvió. Lleno de pundonor, ganas, entrega. Digno de admiración y elogio.
Padilla se entregó a Córdoba y la afición se entregó a Padilla.
Córdoba carece de criterios. Lo mismo aplaude que censura.
Incomprensible la actitud con El Fandi en su primero. Nadie se pronuncio. Lo
mismo que con Finito, conformista y desganado en su segundo, que tras dar un
recital con los aceros, nadie dijo esta boca es mía. La afición tiene que tener
personalidad y sello. Córdoba, a pesar de lo que dice la historia, anda perdida
en cuanto a juicio taurino se refiere.
La falta de coherencia también salpicó al palco. Las orejas
fueron demasiado benévolas. Hay que subir el listón. Sin embargo bien en no
conceder la segunda oreja al de Jerez en su segundo. Una faena de entrega,
aunque está sea la base, si no se torea con la mano izquierda, es menos faena.
Pepe Dieguez
Aficionado
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