6/03/2012

LOS CALIFAS, CAMBIO DE MODELO. ¿AUTOGESTION?


Los que siguen este blog, ya saben que no me gusta escribir en caliente. Puedo llevarme por el corazón y puedo ser como un paquidermo dentro de una tienda de porcelana. Por eso es norma en mí, madurar un poco las cosas antes de sentarme ante el teclado del ordenador. Cuando me disponía a escribir sobre los tristes resultados de la feria de Córdoba, motivados sobre todo por la falta de muchos, pero que muchos, criterios, saltó la noticia de que la casa Chopera abandona la gestión del Coso de Los Califas.
La feria en sí ha sido un desastre. El toro ha fallado estrepitosamente. La corrida de El Pilar no debió de embarcarse nunca, y las de Juan Pedro Domecq y Núñez del Cuvillo, mostraron a la luz los pecados de los criadores de toros modernos. Justos de presentación, y ayunos de raza y bravura. Con este material los espadas ni fú, ni fá. La “finitomanía” pasó a la historia. El torero de El Arrecife también. Padilla contó con el calor de un público mediatizado por el percance de Zaragoza; y el Fandi, a lo suyo. Poco que contar de la primera tarde. El cartel estrella de la feria no fue capaz de congregar ni tres cuartos de aforo. José Luis Moreno, cuajó dos faenas interesantes mal rematadas con una espada que parecía la de D´Artagnan; Morante armó un revuelo con el percal, y poco más, y Manzanares no contó con material ni con el factor sorpresa o revelación, que tenía el año pasado. El sábado más de lo mismo. Ni público, ni toros, ni nada destacable. Solo Saúl Jiménez Fortes mostró algo de frescura en una tarde en la que El Juli y el palco tuvieron todo el protagonismo. El primero por una faena técnica, sin alma y que le sirvió para cortar dos “orejitas” de saldo, y la segunda por no tener el mismo criterio para todos.
El público otro desastre. Los aficionados han abandonado la plaza. La gente que va, no tiene ni idea de toros. Aplauden por aplaudir, no censuran lo censurable y sobre todo tratan de amortizar por todos los medios los “cuartos” que les cuesta un boleto. La presidencia, equipos gubernativos y veterinarios, están viciados. Hastiados de imposiciones por parte de los taurinos de turno, no quieren problemas. Pasan la mano y punto.
La plaza está bajo mínimos. La huída de los Chopera no viene nada más que a ratificarlo. Han solicitado un cambio de modelo a los propietarios, que estos les han negado. El algunos círculos se habla de rebajar la plaza de categoría. Tampoco sería el bálsamo. Si siendo plaza de primera, los taurinos campan a sus anchas imponiendo un toro de segunda; siendo de segunda nos colarán el de tercera. La solución pasa por cambiar el modelo, pero no como ha propuesto Chopera reduciendo festejos, sino en gestión y explotación.
Sabido es que Los Califas siempre que ha vivido épocas doradas, ha sido en torno a grandes toreros. La primera en torno a la figura de Manuel Benítez “El Cordobés” y la segunda y más reciente, cimentada en la figura de Juan Serrano “Finito de Córdoba”. En la época del postcordobesismo la plaza tuvo que atravesar un largo camino por el desierto. La feria de mayo se componía de un par de corridas, a lo sumo tres, los rejones y el tradicional cómico-taurino. Luego a lo largo del año se daba lo que el público requería, novilladas con y sin picadores y alguna corrida en la desaparecida feria de septiembre. El caso es que aquello funcionaba, sobre todo, porque los empresarios, tanto los Valencia, como los Camara, conocían y convivían a diario con los cordobeses. Pepe Cuevas y Antonio Pérez-Barquero, eran los hombres que pulseaban a la caprichosa y senequista afición local, luego si venía al caso y era factible, llevaban a los carteles las demandas de ésta.
El modelo actual viene motivado por la “burbuja” motivada por la “finitomanía”. La llegada de la empresa Martín Gálvez nos trajo a empresas que venían y pagaban un alto canón a la propiedad, a sabiendas que el nombre del torero de Sabadell, con raíces en El Arrecife, era la piedra filosofal que les permitía llenar una y otra vez el moderno coso de Ciudad Jardín. Los malagueños también contaban con un cordobés en la infantería, el recordado Paco de la Haba, encargado de tocar las teclas de la maniosa afición de Córdoba. Luego llegó Emilio Miranda, junto a Camara de nuevo, Canorea en tándem con Santiago Muñoz, Paco Dorado y González de Caldas. Ese modelo le funcionó a la Sociedad Propietaria mientras Finito de Córdoba mantuvo el tipo. Hoy con la “burbuja” de la finitomanía más que reventada es la hora de cambiar. Ya no va a venir ningún empresario de renombre a pagar un alto canon, a sabiendas de que no va a obtener nada más que perdidas. La situación económica del país, tampoco va ha hacer que aparezca un “mirlo blanco” que satisfaga los propósitos de la propiedad en cuanto a lo económico se refiere. Es la hora del cambio. La autogestión podría ser la forma ideal. La plaza regentada por sus propietarios, perfectos conocedores de lo que la afición requiere, con un profesional para gestionar, con sueldo convenido según objetivos cubiertos, sería la solución a muchos de los problemas endémicos que padece la plaza. En lo taurino buscar nuestras propias señas de identidad. Una feria más corta, trasladando el resto del abono a fechas puntuales contando, eso sí, con peñas, afición e instituciones. También potenciar los festejos menores para buscar y sentar los cimientos de una nueva etapa dorada. El modelo que ha servido hasta ahora, hoy por hoy, es inviable. Un mito. Ha llegado la hora. O cambiamos entre todos o más temprano que tarde, lo lamentaremos. Entonces ya no habrá remedio.

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