Al pasar por Ronda de los
Tejares, en un lugar muy próximo a El Corte Inglés, se pueden ver dos palmeras.
Palmeras que hacen un paréntesis entre los plataneros de sombra, que en doble hilera escoltan la nutrida y
ruidosa avenida. Las dos palmeras son las que flanqueaban la puerta principal
de la añorada plaza de toros de Los Tejares. Ahí están, testigos silenciosos y
callados de muchas tardes de gloria, como si el tiempo no pasara en vano. Algunas
de aquellas tardes pasaron a la historia de la fiesta, otras sin embargo quedaron
difuminadas y olvidadas con el paso del tiempo. Córdoba añora en muchas ocasiones
la vieja plaza. Su recoleta y coqueta plaza de toros. Aquella que la
especulación inmobiliaria de una ciudad creciente, en la década de los sesenta,
fue víctima del desahucio y del derrumbe. Hoy solo es solo un recuerdo. Las
nuevas generaciones no recordaran la ubicación del coso, pero ahí seguirán estando
las palmeras, como un recordatorio mudo y silencioso.
La vieja plaza de toros de Los
Tejares es hoy un recuerdo. Recuerdo de un pasado añorado y olvidado. La ciudad
sigue siendo “barojiana”. Dormida y discreta. Como sin querer hacer ruido. La
peatonalización de la calle Cruz Conde
hace de la misma un hervidero de gentes. Los nuevos magnolios dan un toque de
verdor frente al gris granítico dominante. Acelero el paso para evitar el
calor. El objetivo no es otro que llegar pronto a casa. Allí será determinante
una fresca cerveza acompañada de un tomate con sal y pimienta. Un contertulio
tabernario me saluda y me hace saber, que Rafael lleva unos días detrás de mí.
Cambio el rumbo y me dirijo hacía la calle María Cristina para ver si doy con
él. Todo resulta infructuoso. Rafael no se encuentra en el sitio de costumbre.
Un poco resignado me dirijo hacia casa y en la confluencia de la calle
Carbonell y Morand está nuestro hombre, tocado con un sombrero panamá, su
pantalón claro de lino y su habitual blusón cubano. Observo que bajo el brazo
lleva una gran carpeta de cartón color teja.
-
Rafael, buenas
tardes. ¿Me buscaba usted?
-
Hombre, ya era
hora que lo viera. Llevo dos o tres días detrás suya.
-
¿Y eso?
-
Pos ná, que me
enseño el hijo de mi sobrino en un ordenador de esos, una cosa que había
escrito osté y quería aclararle una cosita del suceso.
-
¿Se refiere usted
a la suspensión de la corrida en la feria del año 1929?
-
Efectivamente.
Pero vamos a quitarnos de ermedioque esta calor nos va a matar, vamos a nuestra
querencia natural, que delante de un medio de vino se lo cuento too mejor.
Al estar cerca de la castiza
taberna de El Gallo, nos encaminamos hacia ella. Una vez allí nos acomodamos en
una mesa y pedimos dos medios de “Amargoso”. Curiosamente veo que Rafael lo
pide frio en contra de su costumbre. Lo acompañamos con un tomate fresco de las
huertas de Alcolea, únicamente aderezado con sal y pimienta molida.
-
Bueno Rafael ¿Qué
quería usted aclararme de esa corrida? En aquella época sería usted un niño muy
chico para acordarse.
-
Ahhhhh, pero no
cae osté que mi tío Ángel era buen profesional y mejon afisionao y a la larga
me contó muchas cosas. Y una de las que más repetía era un gran juego que dio
un toro en esa corrida.
-
Se referirá usted
a su tío Ángel, el que fuera vaquero del marqués de los Castellones ¿no?
-
Está osté en lo
cierto amigo. Aunque en aquella fecha ya estaba trabajando en una ganadería de
Andujar, le tenía cariño a lo antiguo de Castellones, vino a la feria, le
interesó ver el juego de los Nateras y fue testigo del suceso que luego me
contó una y mil veces.
-
Pues cuente, cuente.
Una pausa para tomar un sorbo
de vino fresco y Rafael comienza a contarme con su habitual desparpajo.
-
Como osté
escribió la corrida empezó con jaleo. Los veterinarios, según me contaba mi
tío, no dieron el visto bueno a dos toros de Conradi por chicos. Vamos que
bajaban tela marinera con el resto de sus hermanos. Los buenos hombres pasaron
su informe al gobernador, y éste se vio abocao a suspender la corrida al
momento.
-
Hasta ahí conocía
la historia. ¿Conoce usted más datos?
-
Pos bueno, que la
empresa adquirió dos toros de don Antonio Natera y ofreció la lidia de los dos
chicos desechaos de Conradi a don Antonio Cañero, aunque los anunció como
novillos-toros. La corrida se anunció tres fechas más tarde respetando los
mismos precios para las localidades. La entrada fue mediana y tras dos festejos
aburridos celebrados en las vísperas, esta corrida fue la de la feria.
-
Buena información
le dio su tío.
-
La verdad es que
si, porque lo que ocurrió tuvo relevancia y especialmente la lidia del cuarto
de lidia ordinaria.
Rafael toma
un trago de vino y toma con el tenedor un trozo de tomate fresco. Lo saborea y
exclama sobre la conveniencia de comer tomate frio en esta época veraniega,
pues confiesa que es lo que mejor le entra con las calores.
-
El toro se
llamaba “Arriero” y pertenecía al hierro del cordobés don Antonio Natera. Este
señor se había hecho ganadero de bravo al comprar a los hermanos Páez la
ganadería que fuera del marqués de los Castellones, que como osté sabrá era
donde trabajó como vaquero y ayuda del mayoral mi tío Ángel.
-
Ya me contó usted
alguna peripecia de él y que tenía muy mal genio.
-
Mú malo. Era mu
brusco, eso sí, conmigo y con mi hermana un segundo padre. Me contaba cosas de
toros, de campo, de toreros. Me hizo un buen aficionao y cuando empezó a
trabajar en las ganaderías fue mi mejor consejero.
-
Buen maestro tuvo
usted.
-
Pos sí señor,
para que desir lo contrario. Bueno, sigo. Como osté sabrá lo de Castellones era
un cruse entre Veraguas y Vistahermosas, El Guerra lo puso en lo arto, en lo
mejor. Llego a manos de Natera que reforsó la sangre Vistahermosa con
sementales de Tamarón.
El vino se
acaba y volvemos a pedir otros dos medios, que como aclare en otra ocasión es
la mitad de un cuarto de libro, y como no están los paladares para fritura, ni
otras cosas calientes, volvemos a pedir otro par de tomates frescos. El tomate
de las huertas de la Ribera de Alcolea de Córdoba, es un tomate rosado, feo a
la vista, arrugado, pero de un sabor único. Con unos granos de sal y pimienta
es un manjar exquisito.
-
En toro a pesar
del refrescamiento, tenía más sangre veragüeña que de Vistahermosa. Su pelaje
lo cantaba, era berrendo aparejao en negro, bonito de tipo, le correspondió a
Antonio Posada. El animal entró cuatro veces a los montados, arrancándose de
largo dando un buen espectáculo. Posada lo brindó al ganadero y le cuajó un
trasteo valiente y con arte. Mató saliendo rebotado y cortó una oreja. A “Arriero”
le dieron las mulas dos vueltas al ruedo y el ganadero tuvo que bajar al
reondel a saludar a la concurrensia.
-
Total Rafael, que
el toro fue un animal sensacional.
-
Fetén. Un animal
bravo de verdad. La ganadería de Natera fue buena y en Córdoba siempre tuvo
predicamento. Decir que en los papeles de mi tío Ángel también se habla del
novillo de nombre “Pescador”, lidiao un año antes que dio un juego sensacional.
Llegado
este momento Rafael abre la carpeta de cartón color teja y me muestra dos
recortes de los periódicos locales de la época, “El Defensor de Córdoba” y “Diario
de Córdoba”, donde los cronistas Poli y Pinturas narran lo que previamente nos
ha contado Rafael, contado a su vez por su tío Ángel.
-
Qué curioso
Rafael, como se escribía antes de toros. Que distinto todo a hoy.
-
Bueno Corrochano
cambio todo eso querido amigo. Mire osté por donde también anda por aquí un
retrato del toro.
Rafael me
muestra una foto del toro. Un toro bien hecho, fino de cabos y de preciosa
lámina. Le pido permiso para reproducirla y me le deja con la condición de que
la ponga en el internet. Sus deseos son órdenes, por eso la reproduzco para
ilustrar este singular relato.
Salvador de vez en cuando te dejas caer con estos relatos que me encantan, estas historias del más genuino romanticismo real del mundo taurino del pasado.
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