7/08/2012

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. "Arriero", un bravo toro de Natera lidiado en Los Tejares.




Al pasar por Ronda de los Tejares, en un lugar muy próximo a El Corte Inglés, se pueden ver dos palmeras. Palmeras que hacen un paréntesis entre los plataneros de sombra,  que en doble hilera escoltan la nutrida y ruidosa avenida. Las dos palmeras son las que flanqueaban la puerta principal de la añorada plaza de toros de Los Tejares. Ahí están, testigos silenciosos y callados de muchas tardes de gloria, como si el tiempo no pasara en vano. Algunas de aquellas tardes pasaron a la historia de la fiesta, otras sin embargo quedaron difuminadas y olvidadas con el paso del tiempo. Córdoba añora en muchas ocasiones la vieja plaza. Su recoleta y coqueta plaza de toros. Aquella que la especulación inmobiliaria de una ciudad creciente, en la década de los sesenta, fue víctima del desahucio y del derrumbe. Hoy solo es solo un recuerdo. Las nuevas generaciones no recordaran la ubicación del coso, pero ahí seguirán estando las palmeras, como un recordatorio mudo y silencioso.
La vieja plaza de toros de Los Tejares es hoy un recuerdo. Recuerdo de un pasado añorado y olvidado. La ciudad sigue siendo “barojiana”. Dormida y discreta. Como sin querer hacer ruido. La peatonalización de la calle Cruz  Conde hace de la misma un hervidero de gentes. Los nuevos magnolios dan un toque de verdor frente al gris granítico dominante. Acelero el paso para evitar el calor. El objetivo no es otro que llegar pronto a casa. Allí será determinante una fresca cerveza acompañada de un tomate con sal y pimienta. Un contertulio tabernario me saluda y me hace saber, que Rafael lleva unos días detrás de mí. Cambio el rumbo y me dirijo hacía la calle María Cristina para ver si doy con él. Todo resulta infructuoso. Rafael no se encuentra en el sitio de costumbre. Un poco resignado me dirijo hacia casa y en la confluencia de la calle Carbonell y Morand está nuestro hombre, tocado con un sombrero panamá, su pantalón claro de lino y su habitual blusón cubano. Observo que bajo el brazo lleva una gran carpeta de cartón color teja.
-          Rafael, buenas tardes. ¿Me buscaba usted?
-          Hombre, ya era hora que lo viera. Llevo dos o tres días detrás suya.
-          ¿Y eso?
-          Pos ná, que me enseño el hijo de mi sobrino en un ordenador de esos, una cosa que había escrito osté y quería aclararle una cosita del suceso.
-          ¿Se refiere usted a la suspensión de la corrida en la feria del año 1929?
-          Efectivamente. Pero vamos a quitarnos de ermedioque esta calor nos va a matar, vamos a nuestra querencia natural, que delante de un medio de vino se lo cuento too mejor.
Al estar cerca de la castiza taberna de El Gallo, nos encaminamos hacia ella. Una vez allí nos acomodamos en una mesa y pedimos dos medios de “Amargoso”. Curiosamente veo que Rafael lo pide frio en contra de su costumbre. Lo acompañamos con un tomate fresco de las huertas de Alcolea, únicamente aderezado con sal y pimienta molida.
-          Bueno Rafael ¿Qué quería usted aclararme de esa corrida? En aquella época sería usted un niño muy chico para acordarse.
-          Ahhhhh, pero no cae osté que mi tío Ángel era buen profesional y mejon afisionao y a la larga me contó muchas cosas. Y una de las que más repetía era un gran juego que dio un toro en esa corrida.
-          Se referirá usted a su tío Ángel, el que fuera vaquero del marqués de los Castellones ¿no?
-          Está osté en lo cierto amigo. Aunque en aquella fecha ya estaba trabajando en una ganadería de Andujar, le tenía cariño a lo antiguo de Castellones, vino a la feria, le interesó ver el juego de los Nateras y fue testigo del suceso que luego me contó una y mil veces.
-          Pues cuente, cuente.
Una pausa para tomar un sorbo de vino fresco y Rafael comienza a contarme con su habitual desparpajo.
-          Como osté escribió la corrida empezó con jaleo. Los veterinarios, según me contaba mi tío, no dieron el visto bueno a dos toros de Conradi por chicos. Vamos que bajaban tela marinera con el resto de sus hermanos. Los buenos hombres pasaron su informe al gobernador, y éste se vio abocao a suspender la corrida al momento.
-          Hasta ahí conocía la historia. ¿Conoce usted más datos?
-          Pos bueno, que la empresa adquirió dos toros de don Antonio Natera y ofreció la lidia de los dos chicos desechaos de Conradi a don Antonio Cañero, aunque los anunció como novillos-toros. La corrida se anunció tres fechas más tarde respetando los mismos precios para las localidades. La entrada fue mediana y tras dos festejos aburridos celebrados en las vísperas, esta corrida fue la de la feria.
-          Buena información le dio su tío.
-          La verdad es que si, porque lo que ocurrió tuvo relevancia y especialmente la lidia del cuarto de lidia ordinaria.
Rafael toma un trago de vino y toma con el tenedor un trozo de tomate fresco. Lo saborea y exclama sobre la conveniencia de comer tomate frio en esta época veraniega, pues confiesa que es lo que mejor le entra con las calores.
-          El toro se llamaba “Arriero” y pertenecía al hierro del cordobés don Antonio Natera. Este señor se había hecho ganadero de bravo al comprar a los hermanos Páez la ganadería que fuera del marqués de los Castellones, que como osté sabrá era donde trabajó como vaquero y ayuda del mayoral mi tío Ángel.
-          Ya me contó usted alguna peripecia de él y que tenía muy mal genio.
-          Mú malo. Era mu brusco, eso sí, conmigo y con mi hermana un segundo padre. Me contaba cosas de toros, de campo, de toreros. Me hizo un buen aficionao y cuando empezó a trabajar en las ganaderías fue mi mejor consejero.
-          Buen maestro tuvo usted.
-          Pos sí señor, para que desir lo contrario. Bueno, sigo. Como osté sabrá lo de Castellones era un cruse entre Veraguas y Vistahermosas, El Guerra lo puso en lo arto, en lo mejor. Llego a manos de Natera que reforsó la sangre Vistahermosa con sementales de Tamarón.
El vino se acaba y volvemos a pedir otros dos medios, que como aclare en otra ocasión es la mitad de un cuarto de libro, y como no están los paladares para fritura, ni otras cosas calientes, volvemos a pedir otro par de tomates frescos. El tomate de las huertas de la Ribera de Alcolea de Córdoba, es un tomate rosado, feo a la vista, arrugado, pero de un sabor único. Con unos granos de sal y pimienta es un manjar exquisito.
-          En toro a pesar del refrescamiento, tenía más sangre veragüeña que de Vistahermosa. Su pelaje lo cantaba, era berrendo aparejao en negro, bonito de tipo, le correspondió a Antonio Posada. El animal entró cuatro veces a los montados, arrancándose de largo dando un buen espectáculo. Posada lo brindó al ganadero y le cuajó un trasteo valiente y con arte. Mató saliendo rebotado y cortó una oreja. A “Arriero” le dieron las mulas dos vueltas al ruedo y el ganadero tuvo que bajar al reondel a saludar a la concurrensia.
-          Total Rafael, que el toro fue un animal sensacional.
-          Fetén. Un animal bravo de verdad. La ganadería de Natera fue buena y en Córdoba siempre tuvo predicamento. Decir que en los papeles de mi tío Ángel también se habla del novillo de nombre “Pescador”, lidiao un año antes que dio un juego sensacional.
Llegado este momento Rafael abre la carpeta de cartón color teja y me muestra dos recortes de los periódicos locales de la época, “El Defensor de Córdoba” y “Diario de Córdoba”, donde los cronistas Poli y Pinturas narran lo que previamente nos ha contado Rafael, contado a su vez por su tío Ángel.
-          Qué curioso Rafael, como se escribía antes de toros. Que distinto todo a hoy.
-          Bueno Corrochano cambio todo eso querido amigo. Mire osté por donde también anda por aquí un retrato del toro.
Rafael me muestra una foto del toro. Un toro bien hecho, fino de cabos y de preciosa lámina. Le pido permiso para reproducirla y me le deja con la condición de que la ponga en el internet. Sus deseos son órdenes, por eso la reproduzco para ilustrar este singular relato.

1 comentario:

  1. Salvador de vez en cuando te dejas caer con estos relatos que me encantan, estas historias del más genuino romanticismo real del mundo taurino del pasado.

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