Tenía previsto escribir esta noche sobre
la presentación en Madrid de la ganadería de José Enrique Calderón, que como
los lectores y aficionados saben, es el antecedente de la de Tomás Prieto de la
Cal. Fue el día de San José de 1944 en una novillada picada. Repasando las
crónicas de la época veo que fue un festejo con un resultado muy similar al de
las novilladas de hoy. Ganado de casta para actuantes con poco oficio y que las
pasaron canutas para matar la novillada, con heridos incluidos. Nada nuevo bajo
el sol. El toreo siempre ha sido igual.
Lo cierto es que me ponía a escribir sobre
esto, cuando El Juli ha salido a hombros de la plaza de toros de Bilbao. Ha
estado en su línea. Capaz, poderoso, muy técnico, con su particular sentido de
la estética y echando carne abajo con la espada con su habitual heterodoxia. El
de Velilla de San Antonio está atravesando un gran momento. Puede ser hoy por
hoy el que más fuerte este en el escalafón, y eso es digno de admiración y
reconocimiento. Nos podrá gustar más o menos, pero hay que reconocer que a pesar
de los pesares, que los hay, y muchos, El Juli se está erigiendo en un líder indiscutible.
Se le pueden discutir muchas cosas, a
los mejores hay que exigirle siempre, entre ellas su colocación, su particular
forma de realizar la suerte de matar y sobre todo ese paso adelante para matar
todo tipo de encastes, ya que El Juli es capaz de poder con cualquier toro al
día de hoy. Es ahí donde El Juli tiene que cruzar esa línea para dar categoría a
la fiesta en el más amplio sentido de la palabra y poner de acuerdo a tirios y
troyanos.
Habrá, obviamente, quien no le guste El
Juli. Personalmente reconozco lo que podría ser y no es. Podría ser si quisiera
un torero de época, pero el toreo moderno ha vencido a la ortodoxia. El Juli va
cómodo como va, es cabeza de león, y no quiere más compromiso. Desde luego es
capaz, porque capacidad tiene de sobra, de cruzarse con los toros, cargar la
suerte y realizar el toreo con mucha más verdad que como lo hace en la
actualidad. Otros sin embargo solo ven perfección en todo lo que hace y no
dudan en poner en duda la afición, conocimientos e incluso la palabra de los
que no piensan como ellos.
Menuda se ha liado esta tarde en lo que
se ha dado en llamar twittendido. Opiniones encontradas, apasionadas y algunas
hasta carentes de algo tan elemental como es el respeto. La fiesta de los toros
siempre ha despertado pasiones. Las dos Españas también están presentes en la
fiesta. Pero los movimientos “istas” son malos para el toreo. Solo se mira el
torero que nos gusta. Se cantan sus excelencias, sus formas, su estética y todo
lo que no sea de nuestro gusto, no vale, o no se reconoce. Y qué decir de los
toreros que no son de nuestra “preferencia”. No valen, se les restan meritos a
lo que hacen, se les ven defectos que no tienen y no tienen nuestro
reconocimiento.
Por eso me preocupa la ceguera de los
seguidores acérrimos de los toreros, llámense Juli, Tomás, Manzanares o Morante.
Ya lo dijo Joselito “El Gallo”: “El mejor aficionado es aquel al que le entran
mas toreros en la cabeza.” No se equivocó. Al día de hoy hay menos aficionados
que nunca. Hoy lo que hay son fans, hooligans, mariachis y palmeros, y eso no
es bueno para la fiesta de los toros. Al menos para la que yo amo y defiendo,
la fiesta de la verdad, la de la lucha entre el hombre y la fiera. El duelo
entre la razón y la fuerza bruta. La del culto Mitraico o de Minos, la de
nuestra cultura mediterránea y ancestral. Lo que nos traen los “istas” no es
nada más que una fiesta de caricatura, mentira y vacía de alma y espíritu.
Foto: El Juli torea "ajustado" al natural la pasada feria de Córdoba.
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