Dice un viejo dicho castellano que por
la boca muere el pez. Cuantas y cuantas veces nos tenemos que arrepentir por
algo que hemos manifestado, y que después, a la larga comprobamos que no es más
que una estupidez o falsedad. Somos, como ha quedado dicho, prisioneros de
nuestras propias palabras en numerosas ocasiones.
Viene esto a colación por lo que han exteriorizado
dos importantes habitantes del Planeta de los Toros en los últimos días. Ambos
en relación al toro de lidia que se cría en México y que ha motivado todo tipos
de reacciones entre los aficionados a la tauromaquia.
Primero fue el matador de toros
extremeño Alejandro Talavante. El espada, en un encuentro en el rancho de San
Miguel Allende con jóvenes aficionados aztecas, puso de manifiesto que el toro
mexicano era mucho mejor que el español. En México obviamente gustó la
afirmación de Talavante, pero en la península ibérica le llovieron críticas y
censuras. Días más tarde y al hacerse público su propósito de encerrarse en Las
Ventas, el próximo San Isidro, con seis toros de Victorino Martín, las aguas
volvieron a su cauce.
No obstante en el día de ayer volvió a
desatarse el huracán. A través de una red social y tras el exitoso resultado de
la corrida del domingo en la Monumental de México, donde El Juli, Saldivar y
Silveti salieron a hombros por la Puerta del Arrastre, el ganadero gaditano Álvaro
Núñez Benjumea afirmó textualmente: “Un día vinieron los mexicanos aquí….a ver
si al final no tenemos que acabar yendo a México en busca de toros con
clase!!!!! Para terminar diciendo: “Y en gran medida es, porque aquí, se piensa
más en el toro, y allí en el TOREO. El eje de la tauromaquia no es el toro,
sino el TOREO.”
Lo siento mucho pero no tengo más
remedio que discrepar con la opinión del criador de toros español. En primer
lugar por su desconocimiento de la historia del toro bravo mexicano. No es que
yo sea un estudioso en la materia, pero antes de hablar hay que informarse y
luego opinar. Y después por asegurar que el eje de la tauromaquia es el toreo y
no el toro.
México, al igual que España, vive un
delicado momento en cuanto a la fiesta de los toros se refiere. Los aficionados
no encuentran aliciente al no encontrar una figura referente, ni tampoco un
toro con cuajo y casta. Sólo lo espadas españoles son reclamo en el país
azteca, pero albricias, allí también han llegado mangoneando e imponiendo un
animal que les permita “gustarse” y “disfrutar”, para sumar festejos en la
campaña americana. Solo la torista plaza jaliciense de Guadalajara vela en
cuidar la presencia de los toros, quedando como único baluarte de una afición
más purista, ya que Distrito Federal camina entre animales insignificantes y escándalos
como el acaecido con Enrique Ponce en la presente temporada.
El toro mexicano siempre ha sido un toro
de menos presencia que el español. La ganadería brava mexicana comienza a
asentarse ya iniciado el siglo XX, cuando se importan las primeras vacas de ganaderías
españolas. Hasta entonces se solían utilizar como raceadores los toros
que se llevaban desde España destinados a ser lidiados. La ganadería mexicana
sienta sus pilares, como ya ha quedado expuesto, en 1908 cuando por Bombita a instancia de Antonio Llaguno, se llevan seis vacas y
dos novillos de Saltillo a la vacada de San Mateo, aumentada dos años después
con diez vacas más del mismo hierro y que suponen a la larga la fuente de donde beben toda la ganadería
brava mexicana.
Buenos ganaderos pues debieron ser los
hermanos Llaguno, Antonio y Julián, que con un hato de dieciséis vacas y un
toro, aclarar que los otros machos acabaron en manos de otros criadores, no solo hicieron
una ganadería, sino que formaron prácticamente la cabaña brava mexicana. Por lo
tanto en México nos encontramos, como ya dijo Delgado de la Cámara, con un toro
mestizo. Un toro que no puede compararse con los españoles de ninguna de las
maneras por mucho que, un artificioso triunfalismo, llene las plazas ante una
afición ayuna de muchas emociones y deseosa de que la fiesta en el país salga
del profundo bache que atraviesa desde hace unos años.
Más vale que en lugar de mirar el toro
mexicano, el señor Núñez Benjumea tomará nota del trabajo hecho por los
antiguos ganaderos mexicanos, que con vacas criollas y otras pocas importadas
de España, lograron hacer una obra que aún perdura y que los actuales ganaderos mexicanos siguen
mirando a España para mejorar sus vacadas. Señal que demuestra que la bravura
goza de carta de naturaleza en nuestra piel de toro. Antes del cierre de
fronteras sangres muy distantes de la mayoritaria de Saltillo, fueron entrando
en México. En Barralva se adquirieron elementos de Atanasio Fernández; en Santa
María de Xalpa Parladés a través de Domecq y Torrestrellas en el Torreón de
Cañas.
En cuanto a su segunda afirmación de que el eje de la tauromaquia es el toreo, poco que decir. El cría un toro para el toreo y esta en su perfecto derecho. Pero que respete a la fiesta. Con afirmaciones como las que ha hecho muestra el pobre estado en que ésta se encuentra. El todo vale se ha implantado impuesto por un "sistema" que está dañando los valores de esta fiesta tan nuestra. Aunque ya suene a tópico, el enemigo está dentro y no fuera de las plaza gritando y haciendo ruido. O lo extirpamos de raiz, o esto se nos va a la mierda.
La próxima vez que quiera expresarse que lo piense antes de decirlo, que cuente hasta diez. Si no habrá que advertirle en plan borbonico: Porqué no te callas¡¡¡
La próxima vez que quiera expresarse que lo piense antes de decirlo, que cuente hasta diez. Si no habrá que advertirle en plan borbonico: Porqué no te callas¡¡¡
Fotos: Toros de Barralva (atanasio); Santa María de Xalpa (domecq) y Torreón de Cañas (torrestrella)