Gran gozo ha levantado, entre la afición
a los toros, que José María Manzanares tenga previsto matar una corrida en
solitario en la próxima feria de Sevilla. Sin lugar a dudas el alicantino se ha
convertido en uno de los mayores atractivos del escalafón de matadores. Su
corte estético, su empaque y su ortodoxia le han valido para ser uno de los
consentidos de la no solo de la afición hispalense, sino de toda aquella que
gusta del toreo clásico.
Por eso, sin lugar a dudas, la Real
Maestranza de Caballería de Sevilla ha sido el marco elegido para el gesto. Un
gesto que se me antoja hueco, principalmente por la forma en que se está
planteando. La comodidad en la que se mueve la carrera del torero de Alicante,
apoderado por alguien que maneja, entre bastidores y tramoyas, los entresijos del toreo en la actualidad, será
posiblemente la responsable, que el gesto que se anuncia quede en una anécdota
más, por no decir un espectáculo movido por el marketing y en que la falta de
toro hará que sea lo más parecido a una ópera bufa y no a un drama de héroes de
la antigua Grecia.
En primer lugar el marco es muy
favorable. El público sevillano consiente al torero y ante el “gesto” será
mucho más condescendiente con él. En otro orden de cosas el toro bajará sin
lugar a dudas. Se buscará un toro a modo y acorde para garantizar el éxito a
toda costa. El objetivo es “disfrutar” y “gustarse”, nuevos conceptos alejados
del sacrificio, drama y tragedia, lo demás poco importa. Hoy solo el objetivo
de salir triunfante, incluso cercenando y prostituyendo el cimiento básico de
la fiesta, que es el toro. Se habla de las ganaderías de Juan Pedro Domecq,
Garcigrande y Cuvillo, vacadas que gozan del beneplácito del actual sistema,
pero que están destrozando el mercado con un animal bobo, mortecino y ayuno de
casta. Es el toro que matan los figuras de hoy tarde tras tarde, sin
importarles para nada los valores de una fiesta que aunque hoy languidece. El
gesto de Manzanares se diluye de esta forma. Lo dicho, un gesto hueco y vacío,
sin contenido.
La gesta sería no matar una corrida,
preparada para el éxito, en solitario, sino alternar con otro espada
consagrado, con ganas de guerra y rivalidad. O bien, darle sitio a uno de los
que vienen por detrás apretando con ganas de ser gente en el toro. Y sobre todo,
la más importante, enfrentarse al toro.
Al toro, toro. No al toro al que están acostumbrados las figuritas de pastel de
hoy, sino al toro integro, limpio de pitones, encastado y con cuajo. Hay muchas
más ganaderías en el campo, muchas injustamente olvidadas y marginadas, para
demostrar que se es figura del toreo. Los planteamientos actuales de encerronas
en solitario, no son más brindis al sol para engañar a la gran masa y agradar a
palmeros habituales.
Amigo Salvador,¡qué tiempos más malos aquellos en los que hay que estar demostrando contínuamente la evidencia!.
ResponderEliminarEstos figuritas que el toro más toro al que se han acercado es el de Osborne en la carretera,se montan sus pegoletes,a base de golpes de bombo de los que se sobrecogen por estas hazañas y nos intentan vender la burra teñida y coja.
Todavía recuerdo en el mano a mano entre El Cid y Morante con Victorinos,los Victorinos que salieron por los chiqueros.
Ví lo que Manzanares lidió (es una figura retórica) días pasados en México y me convencí de que un tío que tolera ,o lo que es peor, busca a ese de tipo de animalitos, no está por las grandes gestas toreras.
O sea que menos monos.