El rejoneador logra tres orejas de una presidencia generosa en una
tarde en la que también destacó la ortodoxia de Leonardo Hernández
La puerta
principal de la Plaza de Toros de Córdoba, también conocida como la de los
Califas, descorrió ayer sus cerrojos. Todo para permitir la salida del
rejoneador luso, afincado en Puebla del Río, Diego Ventura. Una salida un tanto
devaluada y fácil, motivada por un público algo condescendiente, y una
presidencia que siempre debió de ser más exigente con lo acontecido en el
redondel.
¿Estuvo mal
Diego Ventura? La respuesta es no. Pero la salida a hombros de una plaza de
primera categoría como Córdoba son palabras mayores o, al menos, debe de serlo.
El rejoneador no brilló como esas otras tardes a las que tiene al público
acostumbrado. Ventura es, hoy por hoy, una primera figura del escalafón y por
ello hay que exigirle lo máximo siempre. Anduvo en sus dos toros correcto, con
una monta que luce la exquisita doma de sus caballos. Al primero de sus toros,
al que cortó dos orejas, lo dejó crudo para luego tratar de hacer una labor
lucida con las banderillas. Clavó de forma desigual, pero siempre adornando de
forma espectacular los prolegómenos de cada banderilla, así como sus
posteriores salidas de la suerte. Eso es lo que conecta y llega al público.
Cierto es que hubo pasajes de calidad, pero también los hubo de tonos más
grises. Mató de forma rápida y eficaz desorejando por partida doble a su
oponente.
En su
segundo toro volvió a mostrar su solvencia, así como su excelente cuadra,
larga, bien domada y preparada para afrontar una temporada con garantías.
Cuadra que le permitió lucir su buen momento, pero al igual que en su primero
de forma un tanto irregular. Variado y espectacular. Ortodoxo y heterodoxo a la
vez. Siempre haciendo las delicias de un público amable que se le entregó desde
que hizo el paseíllo. Destacó sobre todo un gran par por dentro a dos manos en
las postrimerías de la faena. Volvió a manejar el rejón de muerte con eficacia
y, a pesar del desagradable vómito de sangre de la res, fue premiado con una
oreja un tanto fácil y benévola.
Volvía Andy Cartagena a Córdoba. El rejoneador de Benidorm es otro ejemplo del feliz momento que vive el arte del rejoneo. Cartagena es otro ejemplo de caballista consumado y que en estos momentos posee una cuadra de caballos de perfecta doma. Es lo fundamental para ocupar los puestos de privilegio en el escalafón. En su primero, el rejoneador alicantino se mostró fácil y correcto. Tras dos rejones de castigo, se lució clavando banderillas para después galopar de costado llevando a su oponente cosido a la cabalgadura. Fue la tónica durante la faena que conectó fácilmente con el público. Tras un pinchazo, despenó con un certero rejón al toro paseando la primera oreja de la tarde.
El lío vino
en su segundo. No porque Cartagena hiciese una labor irreprochable, no. Fue por
el criterio, esta vez acertado reglamento en mano, de la presidencia. Cierto es
que la faena tuvo una tónica vibrante, pero, a excepción de las banderillas que
clavó a lomos de su caballo negro Pericalvo, todo fue muy desigual, sobre todo
a la hora de clavar. Un pinchazo precedió a un rejón en el que el toro tardó en
doblar, tanto que Cartagena llegó a tomar muleta y estoque de cruceta, sin que
finalmente hiciese falta su uso, pues el animal se echó. La petición fue
insistente, pero no mayoritaria. La presidencia cumplió el reglamento y se
desató el lío. Bronca al palco y doble vuelta al redondel del caballero en
plaza.
Lo mejor de
toda la tarde lo hizo el rejoneador que cerraba la terna. Leonardo Hernández
practica un rejoneo ortodoxo, sin alharacas y concesiones fáciles a los
tendidos. Como sus compañeros lució de maravilla a su cuadra. Lástima que su
rejoneo, libre de aditamentos gratuitos, le haga llegar poco al público, pero
sin lugar a dudas Hernández toreó siempre con sentido a sus dos oponentes. En
su primero estuvo medido y con mucha firmeza, su labor iba camino de premio,
clavó dos banderillas al estribo con mucha pureza, pero el animal se aquerenció
en terrenos del tendido 7 y se puso muy difícil para matar. Al hilo de las
tablas, previó metisaca, le clavó un rejón que resultó suficiente y fue
ovacionado.
El mismo
tono mostró en su segundo. Seguro, fácil, lleno de clasicismo y sobre todo
conocedor de los terrenos que pisaba con sus caballos en cada momento. Volvió a
lucir con las banderillas y en el toreo a dos pistas, ganando esta vez el
reconocimiento del público. Clavó un rejón de muerte que el toro tardó en
acusar por lo que tuvo que echar pie a tierra para rematar a su oponente,
necesitando dos golpes de verduguillo para conseguir su propósito. Eso enfrió
al público que, no obstante, pidió una oreja que fue finalmente concedida por
la presidencia.
Tarde pues
entretenida para el público que gusta del toreo al caballo. Un público que
gusta del caballo, de la buena monta y doma, pero que en muchas ocasiones
desconoce los valores del toreo, lo que hace que se valore en exceso los
alardes de los rejoneadores y poco, muy poco, la forma de consumar los
embroques así como se clavan rejones, banderillas y aceros.
Ficha:
Plaza de toros de Los Califas GANADERÍA: Seis toros de La Castilleja. Bien presentados, reglamentariamente despuntados para rejones y de buen juego en líneas generales. Fueron aplaudidos en el arrastre los lidiados en primer, segundo y quinto lugar. REJONEADORES: Andy Cartagena, pinchazo y rejón (oreja) y pinchazo y rejón (dos vueltas al ruedo tras petición). Diego Ventura, rejón (dos orejas) y rejón con vómito (oreja). Leonardo Hernández, pinchazo y rejón (ovación con saludos) y rejón y dos descabellos (oreja).INCIDENCIAS: Plaza de toros de los Califas de Córdoba. Corrida de rejones. 2º festejo de abono de la Feria de Ntra. Sra. de la Salud. Más de media entrada en tarde soleada y de temperatura primaveral. Al término del festejo el caballero rejoneador Diego Ventura abandonó la plaza a hombros por la Puerta de los Califas.
Salvador Giménez
El Día de Córdoba (27/05/2013)
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