Córdoba en mayo despierta a
los sentidos. El color estimula la vista. El perfume y aromas que desprende
cautivan el olfato. El crepitar del agua en sus fuentes suena a gloria en el oído.
El tacto de unas flores preñadas de color se hace único. Y el gusto se
engrandece cuando se catan los vinos de la tierra o la variada y rica gastronomía
cordobesa. Mayo empieza con las cruces y termina con la feria de la Salud.
Córdoba se convierte, como ya apuntaron el otro gran trío de la copla Ochaita,
Valerio y Solano, en un laberinto a los ojos de un pintor, que la gran Concha
Piquer inmortalizara en un bello canto a esta ciudad.
El azul del cielo aparece en
mayo más intenso. Las calles son un hervidero de gentes, tanto nativos como foráneos,
que disfrutan de la embriagadora belleza de una ciudad sin par. Pasear, aunque se pierda el misticismo de la
soledad, es un gozo pues la ciudad se muestra radiante con tanto derroche de
todo. El laberinto de las calles del casco histórico se hacen mágicos y
recorrerlos cual Teseo buscando el Minotauro no es más que un rito que se
repite año tras año, mayo tras mayo.
El purpura de la bungavilla de
la Cuesta del Bailio es más purpura que nunca. Bajo por la cuesta, disfrutando de la variedad policroma del
cielo, paredes, flores y al llegar a la calle Alfaros se rompe el encanto. El
paso de vehículos es un anacronismo que rompe el encanto de una ciudad
milenaria. Opto por continuar por Juan Rufo hacía San Agustín para seguir gustando
del efímero mayo cordobés. El agua de la fuente de la Fuenseca pone música en
la recoleta plaza. De pronto el encanto se vuelve a deshacer. En esta ocasión
es una voz que me llama. Rafael, el viejo vaquero se hace presente.
-
Amigo, que alegría verle ¿Dónde se mete osté?
-
Hombre Rafael, eso mismo pregunto yo, que está usted
más perdido que el barco del arroz.
-
Yo siempre estoy donde tengo que estar, es osté el que se vende caro amigo mío.
-
Bueno, que es de su vida. ¿Dónde camina usted?
-
Pos de paseo
y camino a Santa Marina a ver esos patios que ahora están que quitan er sentio.
-
Pues le acompaño que yo voy sin rumbo fijo, aunque qué
fin es el mismo. Disfrutar de Córdoba que cada día está más linda.
Paseamos juntos por Santa
Marina, la Piedra Escrita y San Agustín. Hablamos de lo divino y de lo humano.
De la feria de Sevilla donde Rafael destaca el juego de los toros de Miura,
aduciendo que siempre salieron entre los “barrabases” algunos aptos para hacer
el toreo bueno y colocarse en figura del toreo. El día avanza y llega la hora
de tomar algo como aperitivo. Córdoba es ciudad plural y sus tabernas se
convierten en templos donde se da culto al saber y sentir popular. Donde las
Rejas de Don Gome desembocan en la plaza de San Agustín se encuentra una
taberna clásica, casa Gamboa donde Rafael y yo decidimos entrar y tomar un fino
de la tierra.
-
Bueno Rafael, que me cuenta usted después de este
paseo.
-
Pos ná, que
Córdoba esta presiosa.
-
La verdad es que si. La gente que nos visita quedan
maravillados y nosotros no terminamos nunca de valorar lo que tenemos.
-
Eso pasa con too
amigo.
-
Bueno, ¿y de toros qué?
-
Eso digo yo también. Ha ido osté al campo últimamente.
-
Alguna excursión y algún tentadero hemos visto. Por
cierto magnifica la tienta que tuve ocasión de ver en La Vega. La selección es
la clase del buen funcionamiento de una ganadería.
-
Esta osté en
lo sierto, aunque en muchas veces hay
hilos que se escapan.
-
Mucho me temo que tiene usted algo que contarme.
-
Pos sí. Un
toro que se tuvo que tentar por un accidente para semental a pesar de verlo yo
desde a penas que era un añojo.
-
Pues pidamos algo para picar y cuente, cuente.
Solicitamos un plato de queso
y dos nuevos medios de vino, los de entrada han durado un suspiro, Rafael
comienza su relato.
-
Mire osté, después
de la parideda me gustaba repasar a caballo el hato de vacas y rastras. Ya sabe
osté, a parte que hay que repasar por
obligación es un gusto mirar y remirar el ganao.
Todo era mu normal, como de
costumbre. Los becerros lucían pelos negros mayoritariamente, algún colorao y un melocotón caribello que es
el que protagonisa esta historia.
-
¿Y que le pasaba a ese becerro Rafael?
-
De entrada el pelo no era clásico de la casa, ensima caribello. Unos remolinos de
pelos blancos le pintaban la cara de forma más que caprichosa. El caso no es
que cada vez que repasaba el hato los ojos se me iban al melocotón. Nuestras mirás se crusaban infinidad de veces durante el día.
Rafael interrumpe su relato y
toma un sorbo de vino fresco. Tras saborear el caldo dorado retoma su narración
con su habitual prosapia campera.
-
El choto se herró de forma normal y destacaba por su
pelo claro entre sus hermanos de camá.
Fue cresiendo y poco a poco fue
echando un tipo ideal. Bajo, bien hecho corto de manos, cuesta abajo, si uno se
colocaba frente a él a pie se le veía la penca al rabo y bien encornao. Amigo, un dije. Me gustó el
tipo y ya sabe osté que no soy amigo
de los pelos o capas claras, pero aquel animal me había enamorao.
-
Ya tenia que se el animal bonito, con la tirria que le
tiene usted a los pelos claros.
-
La verdad es que si, era un dije. Tanto que le comente
al mayoral si se iba a tentar como a los hermanos de camá de buena reata. El mayoral me comentó que era hijo de una vaca
primerisa y que a pesar de estar
aprobada no era de una familia que diera bueno con seguridad, y para colmo el
semental era uno que estaba a prueba, por lo que mi “amigo” tenía nulas
opciones de ser tentado.
-
Mal asunto. Se lidió pues, ¿no?
-
Ahí va el final de la historia.
-
Pues termine que estoy deseando saber que paso con
aquel animal.
Pedimos unas anchoas de la
casa y repetimos con otros dos medios de vino. Rafael cuando quiere, la mayoría
de las veces, es un personaje al que gusta escuchar. Lo malo es cuando quiere
pontificar sobre algo.
-
El melocotón se tentó a campo abierto. Tuvo buena nota
y se destinó para ser lidiado en corrida de toros. Esperando su destino una mañana
aparesió escornao. Nadie sabe cómo,
pero tenía el cuerno partido por la mitad. Su lidia era ya imposible.
-
¿Y que paso con él Rafael?
-
Pos su camá se lidió con buen resultado. El
toro se quedó en el campo esperando el destino fatal del matadero, aunque al
final el destino le tenía guardao lo
mejor. Al prinsipio de la temporada
siguiente, un matador amigo de la casa pregunto se había algún animal para
matar a puerta serrá. El ganadero le
contestó que sí, que tenia uno con un pitón partido que le podía servir. Así
que una mañana de febrero el melocotón tenía una sita con su destino y vino la sorpresa.
Rafael para
en seco y murmura de forma imperceptible: “El toro, que animal más misterioso”.
Tras musitar esa frase retoma la historia del toro protagonista de nuestra
historia.
-
Tras tentar el matador tres becerras se dio suelta a mi
“amigo”. Tomó el capote de forma codiciosa y tomo cuatro varas, con la puya de
corrida. Las resibió con empuje y
bravura, tumbando al piquero en el primer encuentro y empujando con el rabo
tieso en las siguientes. En la muleta fue un tejón. Bravo como él solo, pero hasiendo surcos con el hosico en el albero de la plasita de tientas. El matador sudaba y
resoplaba ante tal torrente de bravura, aunque cuajó una faena que hubiera sido
de máximos trofeos en cualquier plasa
de España. Cuando había dado más de noventa muletazos de todas las formas, tomó
el estoque. Y surgió lo que nadie esperábamos. El ganadero tercio: “Fulano, no
lo mates. Este toro se queda de padre en esta casa”. Al final las hechuras del
toro no habían fallado.
-
O sea, que al final se salió con la suya. Se tentó y
encima se aprobó.
-
Efectivamente, le costó un mundo curarse y estuvo a
punto de diñarla, pero al final se
salvo y estuvo unos años con las vacas, hasta que una mañana aparesió muerto. Dio buenos hijos y
curiosamente daba pelo negro o colorao,
jamás perpetuó ni su pelo ni su cara blanca.
-
Los misterios del toro amigo.
Apuramos
los catavinos y salimos a la calle. A pesar de estar en mayo, el calor comienza
a ser lo que se espera en los próximos meses. Las cosas del cambio climático
seguramente. Me despido de Rafael hasta la próxima. Espero que nos siga
contando cosas del campo bravo.
¡Qué hermosa es Córdoba,qué templos sus Tabernas,qué mágicos sus vinos-a los que hizo tan bello canto Rafael Guzmán-, y qué sabrosos los comentarios de "Rafaé"!.Esperemos poder hacer una escapada en este mayo único de Córdoba.
ResponderEliminarMuchas gracias amigo.
Córdoba es ciudad hospitalaria de por sí, pero en mayo...es para perder "er sentio"
ResponderEliminarAmigo Salvador, yo también he sido y soy un lector ferviente y admirador de Don Luis Fernández Salcedo, al que tuve el honor de conocer y de poder ver junto a él alguna corrida en la grada del tendido ocho de Las Ventas.Por lo tanto me encanta que un cordobés, al que aprecio y valoro, sea tan amante del toro de lidia y de vez en cuando nos deleite con las charlas con Rafael "tu viejo mayoral". Enhorabuena y un abrazo.
ResponderEliminarGracias Rafael por tu comentario. Entre tanta mediocridad y porqueria en la que tienen sumida a la fiesta de cuando en cuando hay que evadirse y escribir cosas con este carácter tan costumbrista de nuestro campo bravo.
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