Continua
la fiesta en la comarca subbetica cordobesa. La fiesta en España, por lo menos
hasta el día de hoy, está unida a la tauromaquia. Cabra celebra su feria en
honor a su patrona, y un año más, los toros han formado parte de la
celebración. Antaño, al tratarse del único espectáculo de masas del país, las
plazas registraban buenas entradas, los tendidos se llenaban, las empresas
ganaban dinero y todos tan contentos. Hoy las tornas han cambiado. Los toros son
una oferta más de ocio que compite con otras, que al día de hoy, tienen más
predicamento entre el gran público, y además son hasta mucho más económicas. La
actual empresa lleva dos años trabajando en Cabra. Hasta ahora las cosas se
estaban salvando, pero lo de ayer fue realmente triste. El público opto por
quedarse en la feria, o quién sabe, en su casa sentado cómodamente en el salón.
¿Qué ocurre para que el público huya de los tendidos de las plazas? ¿Los altos
precios? ¿La lidia monótona de hoy? ¿La falta de emoción? ¿O la falta de
sensación de tragedia y épica? La respuesta es difícil, quizá sea un poco de
todo, pero es digno de estudio que con un cartel semejante, hace unos meses
abarrotasen los escaños de la centenaria plaza, y ayer no registrase más de un
tercio de su aforo.
El
buen momento por el que atraviesa el toreo ecuestre, ha puesto de moda las
corridas mixtas. En ellas una figura del rejoneo, alterna con dos toreros de a
píe. Sin llegar, eso si, a las épocas pretéritas, del hoy tan denostado, don
Antonio Cañero, quien llegara a sortear los toros incluso con los alternantes
en lidia ordinaria. Ayer en Cabra le tocó abrir plaza al luso-sevillano Diego
Ventura, quien disputa el cetro del toreo a caballo, al gran innovador y
revolucionario, Pablo Hermoso de Mendoza. Rivalidad a parte, destacar a Ventura
como un torero a caballo muy particular. Su toreo aúna la ortodoxia, y dicen,
que la heterodoxia, complicado maridaje. Lo cierto es que Diego Ventura conecta
muy fácilmente con los tendidos, ya sea, por su toreo puro y clásico, como por
sus gestos arrebatador al rematar las suertes. Su primero se lastimo y a pesar
de intentarlo, solo pudo estar con el toro a medias. Destacó con
"Roneo" y "Distinto". Un pinchazo y un rejonazo certero le
hicieron cortar una merecida oreja. Su segundo fue en animal bruto que embestía
a arreones. Con el Ventura anduvo sobrado a lomos de "Nazarí" con el que
destacó en banderillas. Paradójicamente remató su labor de nuevo a lomos de
"Remate", pero en esta ocasión los aceros le privaron de un premio
mayor.
Enrique
Ponce está celebrando sus bodas de plata como matador de toros. Veinticinco
años en la brecha, y también, porque no decirlo, muchos de ellos con todo el
peso de la púrpura sobre sus hombros. El valenciano está viviendo su segunda
juventud, eso sí, con la solera y el poso que dan los años sin interrupción
alguna en la profesión. Siempre se ha
criticado su aparente facilidad, su solvencia ante el toro, o su poco ajuste
con los toros. Lo cierto es que Enrique Ponce es una figura del toreo porque se
lo ha ganado a pulso. Un torero sin trampas, ni tampoco cartón. Un torero
dominador y no exento de buen gusto, en la más tradicional linea
"gallista", así es y así lo demostró en la tarde de ayer. Buena su
labor en conjunto. En su primero destacó ya en los lances de recibo. Con la
tela roja fue estructurando una faena elegante que gustó al público. Pulcritud,
medida y buen gusto fue la tónica. A pesar de pinchar antes de cobrar una
certera estocada paseo las dos orejas. En su segundo, un animal que manseó
durante toda la lidia, tiro de toreo dominador para hilvanarle una faena
imposible, en la que impidió que el animal dejase se embestir. Una oreja, que
pudieron ser dos de no pinchar, por una faena inteligente de todo un maestro
del toreo por el que parece no pasar los años.
En la jerga
taurina, cuando un torero nuevo aparecía deslumbrando con sus formas frescas y
a la vez clásicas, se decía que venía con la escoba. Así se habló de muchos. Se
cuenta, así lo corroboran las hemerotecas, que Manolete tras ver de becerrista
a Luis Miguel Dominguín en Albacete, le comentó a su padre "el nene trae
muy mala leche, este viene con la escoba". Hoy pocos son los que vienen, o
pueden, salir a barrer el escalafón. José Garrido es uno de ellos. Un torero
muy nuevo, pero que trae, como se ha dicho siempre, la escoba debajo del brazo.
Ahora será el sistema imperante quien tenga la última palabra, pero condiciones
no le faltan. Gustó Garrido, y mucho. Su toreo tiene elegancia, como mostró en
los lances de recibo a su primero. También tiene una cabeza privilegiada. Una
muestra fue como fue afianzando al primero de su lote en los primeros compases
de la faena para torearlo a placer. Una vez dominado, piso terrenos
comprometidos ejecutando un toreo de parón que caló en los tendidos. Dos orejas
tras una estocada. Igual premio obtuvo en su segundo por otra labor en la que
primo la inteligencia. Valiente con el capote, una larga cambiada de rodillas y
tres faroles de hinojos fue su carta presentación. Con la muleta volvió a
demostrar que es un torero a tener en cuenta.
Ganadería: Dos toros de José Benítez Cubero, el
corrido en cuatro lugar con el hierro de Pallarés, para rejones,
reglamentariamente despuntados, y de buen juego; y cuatro para lidia ordinaria
de Albarreal. Terciados de presentación y de
juego desigual. TOREROS: Diego Ventura (rejoneador). Una oreja y ovación con saludos tras petición. Enrique Ponce. Dos orejas y oreja. José Garrido. Dos orejas y dos orejas. INCIDENCIAS: Plaza de toros de Cabra. Corrida mixta con
motivo de la Feria en honor de Nuestra Señora de la Sierra. Dos tercios de
entrada en tarde nublada y tormentosa. Enrique Ponce y José Garrido abandonaron
la plaza en hombros.
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