El ganadero de reses
bravas tiene un concepto de toro ideal en su mente. Ese prototipo es el que
busca con afán. Un modelo que en ocasiones no basta una vida para forjarlo.
Unos buscan la bondad, otros, los menos, la casta, pero todos pretenden criar
ese toro que consideran ideal para el espectáculo.
Hoy desgraciadamente el
"sistema" imperante que rige los destinos del toreo, no permite a
muchos ganaderos buscar su ideal. El toro que se lidia hoy, en su mayoría,
viene impuesto por los tramoyistas que manejan hoy el toreo. Un toro que les
permite campar a sus anchas, un animal sin raza, ni poder, ni casta que les
permite sumar y sumar fechas, aumentando la bolsa, con el más mínimo esfuerzo.
Tanto es así, que este toro de hoy, ha perdido la imagen de bestia salvaje para
irse convirtiendo en un colaborador para su lidiador y para todo este
"sistema" endogámico que lo mismo es apoderado, que es ganadero, que
ejerce de empresario o todas las cosas a la vez.
Los ganaderos tragan. Lo
importante es que las perdidas sean mínimas para la actividad de criar toros de
lidia. Los criadores se pliegan a unos intereses muy alejados de los propios, o
al menos de los que debieran de tener, pues hoy es más importante aminorar
perdidas y gastos, que quedarse con una camada de machos entera en los cercados
por no ser del gusto de los que mueven los entresijos del toreo.
Siempre hay excepciones.
Todavía quedan, por el bien de la fiesta, ganaderos que no se dejan influir por
nadie, ni por nada. Nadan contracorriente y se mantienen fieles a sus
principios y a sus ideales. Les cuesta más que a otros vender sus productos,
pero conforman un reducto que vela, no solo por sus intereses sino también por
los de la fiesta más clásica y ortodoxa. Tienen sus plazas, su circuito y sus
espadas, quienes han alcanzado la fama y su gloria enfrentándose a un toro que
es, o suele ser, el polo opuesto al que se lidia tarde tras tarde en carteles
de grandes ferias y por los consentidos de esta neo-afición consumidora de una
fiesta incompleta y vulgarizada.
El otro día nos dejo uno
de estos raros ganaderos que luchan por un toro integro. Tras 83 años de vida,
el pasado jueves nos dejó Fernando de Castro Van Zeller Pereira Palha, conocido
en el mundo del toro, como Fernando Palha, don Fernando, o el otro Palha. Un
ganadero fiel a un concepto, amante del toro que forjó durante muchos años su
familia y que fue derivando, desgraciadamente, en el animal muy semejante al
que se lidia hoy.
Don Fernando Palha lucho
durante toda su vida por criar el toro que criaron sus ancestros. El toro del
horror, terror y furor. El toro forjado a través de sangres como la vazqueña con
algunas gotas de Cabrera a través de toros de Miura. Un toro fiero que vendía
cara su muerte. Sabido es que los gemelos Palha, tíos carnales de don Fernando,
cuando se hicieron cargo de la torada familiar, se dejaron convencer por un
torero e eliminaron todos aquellos animales variopintos y encastados, que
sustituyeron por otros de la fecunda rama de Parladé. De aquellas vacas madres
una fue rescatada por el cuñado de los Palha, quien la cambio por una mansa. Chinarra de nombre y de capa berrenda en
negro, se convirtió en la base para la recreación de la antigua ganadería.
Fue en 1973 cuando don
Fernando forma, con las hijas de Chinarra, su torada en la hacienda Quinta da
Foz y tras una labor minuciosa de reconstrucción, tras buscar por todo el país
vecino animales que poseyeran mayor proporción de sangre vazqueña, propósito
que consigue uniendo a lo adquirido a Ribeiro Telles animales de dicha procedencia originarios del marqués de Trespalacios a través de José Lico, o Cunha y Carmo.
La ganadería de don
Fernando era viajar dando un salto atrás en el tiempo. Variopinta de capas y con una morfología
primitiva y añeja. Su comportamiento enrazado y duro. Cercanos a los Palhas del
horror, terror y furor que estoquease Lagartijo el Grande. Mil y una
vicisitudes tuvo que pasar don Fernando con sus toros. La revolución de los
Claveles, la salida de Quinta da Foz o tal vez la más dura, que el
"sistema" le negara el pan y la sal, siendo tachados sus toros de
duros y anacrónicos para el toreo moderno, haciendo imposible el sueño de don
Fernando de tener sitio en los carteles de las ferias de España como antaño lo
tuvieron sus antepasados.
Francia, cuanto tenemos
que aprender del país galo, si le dio su sitio. Don Fernando lidió con éxito en Francia, siendo Ceret uno de sus feudos para la lidia a píe. Aquí en España, gracias al
tesón de algunos aficionados de Zaragoza, pudo lidiar sus reses en una plaza de
primera. Todo parecía encarrilado pero todo se fue torciendo por causas del
destino.
Don Fernando nos ha
dejado. Se marchó sin poder cumplir su sueño. Presentar su divisa grana, plata
y oro en la primera plaza del mundo, Las Ventas. El año pasado le fue reseñada
una novillada para el ciclo de encastes minoritarios, pero se estropearon
animales en el campo y fue imposible acudir a la cita.
Hasta ahora su refugio, y
tal vez su salvación, fueron los espectáculos de recortadores. Al menos podía
vender sus toros a buen precio y verlos en los ruedos de España, donde contaba
con la ventaja de poder llevarse como sementales aquellos que le agradaban por
su comportamiento y raza. Este año había animales con la presencia suficiente para cumplir el sueño, pero la muerte ha sorprendido a don Fernando antes.
Con su marcha queda la incógnita
de saber que ocurrirá ahora con la ganadería. De sus hijos Luis y Antonio están
capacitados para continuar la labor iniciada por don Fernando, ahora solo queda
saber si el "sistema" y el destino les van a permitir seguir criando sus toros de aspecto decimonónico en el Ribatejo portugués.
Fotos: Archivo familiar Van Zeller Palha y David Cordero.
Fotos: Archivo familiar Van Zeller Palha y David Cordero.
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