Es triste que plazas de inferior categoría tengan
ferias en las que se celebran más festejos que en Córdoba; poco importa a
nadie, ni su nombre, ni su historia, ni sus tradiciones.
Caminamos de forma inexorable hacia mayo. El mes donde
Córdoba explota en un festival que exalta los sentidos. Un mes luminoso,
mágico, esplendoroso, donde la ciudad vive las tradiciones y costumbres que la
hacen ser lo que es. Córdoba en mayo es un paraíso de color. Los instintos y
sensibilidades se despiertan al conjuro de su nombre. Una fiesta para los
sentidos que comienza con las cruces de mayo y termina con la feria en honor de
Nuestra Señora de la Salud.
La feria de Córdoba es el broche a un mes de mayo que
hechiza. Es la fiesta grande de Córdoba. Una feria que siempre ha estado, le
pese a quien le pese y a quien le moleste que beba agua, unida al toreo. Resultaría
inconcebible una feria de la Salud sin toros, como es difícil pensar en una
feria de mayo sin toros en la ciudad de los Califas.
La historia está escrita. Córdoba está unida a la
tauromaquia por muchos puntos, tantos que hacen que esta ciudad tenga páginas,
muchas, gloriosas escritas con letra de oro y mejor caligrafía en la misma. Ahí
está su Califato taurino, que marcó distintas épocas de la historia del toreo.
El posromanticismo marcado por Lagartijo, el fin de la grandeza imperial de
España a fines del XIX con un monarca absoluto en el toreo como fue Guerrita.
La etapa más dura con Machaquito en liza con Bombita a principios del siglo
pasado. Una posguerra de carencias y de heridas abiertas por ambos bandos,
mitigadas por el estatismo y quietud de Manolete. Y el ansiado desarrollo sesentero con la figura de un flequillo
alborotado que trajo a España desenfado y frescura. Córdoba, aunque muchos la
ninguneen, pesa, y mucho, en el mundo del toro.
Apenas queda un mes. Los días en primavera pasan muy
rápidos. Los carteles de la feria se están haciendo de rogar. Se habló de que
Córdoba era plaza para José Tomás. Todo estaba casi atado, pero a última hora
el genio de Galapagar parece que ha declinado, o está poniendo muchas trabas
para partir plaza en Córdoba. Caprichos de genios, dicen. Sería de desear que
la empresa, la ampulosamente autonombrada FIT (Fusión Internacional para la
Tauromaquia), tenga preparado, para ser activado rápidamente, un plan alternativo.
Si todo estaba pensado para el mediático Tomás, de quien aún se afirma deshoja
una margarita cada vez con menos pétalos, qué va a ocurrir ahora cuando el
tiempo se agota.
Si finalmente José Tomás, me resisto a llamarlo más mesías por sus caprichos y manías, no viniese, ¿qué va a ocurrir? Pues me temo que nada. Se programarán aprisa y corriendo dos o tres festejos con los toreros de la empresa, vistos y revistos, con un toro ausente, como viene siendo habitual, para así salir del compromiso firmado con la sociedad propietaria, a quien habrá que pedir explicaciones algún día de sus torpes elecciones empresariales para gobernar su casa, y si te he visto no me acuerdo hasta el año que viene. Eso si en junio no plantean una reducción del canon, o bien anuncian que abandonan el barco pues se palma una gran cantidad de dinero.
Mientras tanto la afición calla, ha tirado la toalla. Las peñas no dicen tampoco nada, ni por sí solas ni por la federación que las aglutina. Solo queda resignación y que nos sigan dando por donde la espalda pierde su nombre. Es triste que plazas de inferior categoría tengan ferias donde se celebran más festejos que en Córdoba. Poco importa a nadie, ni su nombre, ni su historia, ni sus tradiciones. Luego dicen que el enemigo es el que grita sandeces a las puertas de los cosos.
Parece que nadie se preocupa por Córdoba. Poco importa
su historia, ni tampoco lo que aportó al toreo. Plaza que se ha convertido en
una tercerona sin fuste ni empaque alguno entre el
toreo moderno. ¿Llegará algún día la hora de un deseado renacimiento? La
esperanza es lo último que se pierde. Ojalá lo vivamos pronto, porque por ahora
solo tenemos complejo de Cenicienta.
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