Es difícil saber si el recinto cordobés albergará
algún festejo taurino de aquí a que acabe la temporada; mientras, empresas de
la provincia se abren paso en el panorama taurino
HACE
justo una semana. Gran Vía Parque era un ir y venir de gente. En su lugar de
siempre, imponente, mayestático, monumental, el Coso de Los Califas era el eje
de todo. Gentes de diversa edad se concentraban a sus puertas. Como en las
grandes tardes en el coso, y todos los establecimientos de su alrededor,
cobraban vida. Desafortunadamente para la afición, el acto que albergaba no era
un festejo de relumbrón. Tampoco nada para lo que fue concebido el recinto. En
el cartel se anunciaba una primerísima figura. No del escalafón de matadores.
En esta ocasión del mundo del rock. La banda germana Scorpions era la
protagonista, junto a los locales Medina Azahara, que actuaban como teloneros,
en el argot taurino, como medio espada. Para la Córdoba taurina, muy a pesar de
un evento único, aquello no era más que un espejismo. Los Califas, taurinamente
hablando, continua al parecer en estado crítico y con encefalograma plano.
Es difícil saber si el recinto albergará algún festejo taurino de aquí a fin de temporada. Todo parece que será empresa complicada. Precisamente porque los arrendatarios, para la gestión taurina de la plaza, no dicen nada sobre sus ideas hasta que se cierre la campaña. Desde el último domingo de feria, el dorado albero califal añora el pisar de los cascos de los caballos de los alguaciles, el clamor al romper el paseíllo de un público ávido de sensaciones únicas, los olés, los aplausos, las broncas y pitos e incluso con nostalgia el cascabeleo de los atalajes del tiro de mulas. En el recuerdo quedan muchas cosas. Algunas no tan lejanas de los espectáculos a la luz de la luna, donde muchos soñaban con la gloria. Primero organizados por las empresas gestoras de la plaza y luego más tarde por la Fundación Manolete, creada en 1997 con motivo del cincuentenario de la muerte del Monstruo, cuyo objetivo no era otro que la búsqueda de nuevos valores. Fundación que entre unos y otros dejaron morir cuando pasó la época de las vacas gordas.
La empresa actual calla. Dicen que no vivimos tiempos claros para la tauromaquia. Posiblemente Córdoba, cuna del toreo, sólo celebre un festejo mayor en esta temporada de 2016. Otras ciudades, incluso pueblos y villas, con menos trascendencia y categoría taurina, nos superaran en número de festejos. Mientras, la afición cordobesa calla resignada su desgracia, ante la falta de actividad de unos gestores que venían a recuperar el prestigio de la plaza, pero que posiblemente ahonden más su declive.
Cuando mejor ha funcionado la plaza, taurinamente hablando, ha sido cuando las empresas han estado cercanas a la particular idiosincrasia de la ciudad. Aún se recuerda la gestión de los hermanos Roger, o de los Flores Cubero con su cuñado, Antonio Pérez-Barquero, al frente. También la época dorada de la eclosión del llamado finitismo, donde los malagueños Gálvez y Conde contaban con la participación del recordado Paco de la Haba.
Luego llegaron otros, que aprovecharon la inercia y sacaron pingües beneficios para sí y para los propietarios de la plaza. Estos últimos, cegados por la facilidad con la que se generaban los dividendos, que se destinan al mantenimiento del coso, han continuado con una política continuista que ha llevado a que, a día de hoy, la gestión de Los Califas no sea rentable para nadie, por mucha "plata" transoceánica se ofrezca y que parece haber quedado en la profundidad del Atlántico y la bodega de un galeón hundido.
Mientras tanto, empresas cordobesas se abren paso en el panorama taurino. Una, como Campo Bravo, regida por Antonio Sanz, se empeña en recuperar plazas en declive de nuestra provincia con éxito, casos de Cabra y Priego de Córdoba, donde en esta última incluso se han corrido animales de la prestigiosa ganadería de Adolfo Martín. Sanz continúa trabajando e incluso ha dado el salto a plazas de fuera de los limites de Córdoba, casos de Morón de la Frontera, y Almadén, donde ha tenido el gesto de acartelar al novillero con más proyección de la tierra, como es Javier Moreno Lagartijo.
Días atrás otra empresa netamente cordobesa se ha presentado en sociedad. El solvente torero cordobés Antonio Tejero, tras años de figurar en la cuadrilla de una primera figura como Enrique Ponce, inicia su andadura como empresario al frente de la empresa Caído y Soledad. Tejero fue el último cordobés que intentó reflotar Los Califas como hombre fuerte de los venezolanos de Ramguertauro, mientras estuvo con ellos el enfermo tuvo una buena mejoría, luego cuando dejó de creer en el proyecto, el trabajo se vino abajo con la gestión del nuevo gerente. Ahora Tejero ha presentado la feria de Pozoblanco. Una feria bien rematada con una corrida de toros cuyo cartel sería la envidia de muchas plazas de superior categoría.
Empresas de Córdoba que pueden ser, a corto plazo, la solución para la definitiva recuperación de una plaza que atraviesa un bache demasiado profundo y lo que es peor, que se eterniza en los tiempos. ¿Quién mejor que cordobeses para intentar una empresa complicada y compleja? La propiedad tiene la última palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tu comentario es antitaurino estás perdiendo el tiempo: vete a un blog antitaurino e intenta ponerlo allí, porque aquí será rechazado. Si tu intención es insultar o faltar al respeto a alguien, también estás perdiendo el tiempo. Por fin, si no puedes identificarte de alguna forma tampoco podrás escribir aquí. Gracias por tu comprensión.