Cuaja un trasteo lleno de
duende y personalidad en el cuarto
El Juli corta una oreja y
cubre el expediente gracias a su oficio y Morante pasa de puntillas
Como los relámpagos que iluminan los
cielos las noches tenebrosas de tormenta, resultó la faena de Finito al cuarto
de la tarde. El toreo que cala en los
sentidos, llega cuando menos se le espera. Es cierto que el toro,
material vivo para la creación, tiene que ser amoldado por el hombre para
plasmar sus sentimientos y con ellos poderlos transmitir a todos aquellos, que
tienen la sensibilidad suficiente para captar lo que el artista, en este caso
el torero, nos quiere transmitir desde lo más interior de su ser.
Ya con el percal, Finito, evidenció que la
tarde de ayer no era una más. Se postró de rodillas en terrenos del tendido 4
para recibir a su oponente con una larga cambiada. Prosiguió lanceando a la
verónica con empaque, con majestad, con plasticidad y con el aroma el toreo añejo de siempre.
Hubo lances que fueron pinturas plenas de contenido,
llevando las embestidas con las yemas de los dedos de unas manos preñadas de
sentimiento. Luego, tras un tercio de varas donde se cuidó al toro, se lidió le
lidió con mimo, venido de las manos de Rafa Rosa, y rápido, Finito se hizo
presente con la tela encarnada en las suyas. Unos muletazos iniciales de
costadillo fueron preludio que lo que vino después. Un trasteo mágico, repleto de misterio y
desgarro. Muletazos excelsos de belleza sublime y un
barroquismo exacerbado. Ora con la diestra, ora con la siniestra.
El tiempo parecía estancarse en la tarde
cordobesa. El torero, abandonado en sí, continuaba en su particular éxtasis, en un clima casi místico,
donde la belleza del momento superaba el drama de la tragedia y la muerte que
rodean la liturgia de la tauromaquia. Se puede afirmar que la faena no fue
rotunda. Totalmente. Si lo hubiera sido, sería irreal, porque la creación de un
artista siempre raya la perfección, pero nunca llega a alcanzarla de
pleno. Finito hizo vivir un
momento lleno de duende y misterio.
¿Qué tiene Finito en su ser que puede
embrujar durante unos minutos al público? Una torería única, que bebe sus
fuentes en lo clásico. Lo hecho por el de
Córdoba en la tarde de ayer solo está al alcance de los escogidos.
De aquellos que tienen el don de crear algo armónico, plástico y bello. Solo
queda disfrutar de lo vivido. La belleza de la imperfección de esta faena
quedará en los anales de la historia del coso Califal. Ahí quedó, lo hecho por
el torero cordobés.
Faltó sensibilidad en el
palco para otorgar un segundo apéndice, pero qué más
da un despojo más que otro. La belleza no se paga con casquería, que en
resumidas cuentas no es nada más que material de escaso valor para premiar algo tan pleno de magia y duende.
No todo el mundo tiene la sensibilidad bastante para entender lo que brota de
forma inesperada y espontánea.
FINITO PUDO CUAJAR UNA DE LAS FAENAS MÁS MÁGICAS DE SU
CARRERA EN EL COSO CALIFAL
En su primero, en una faena que brindó a Antonio Ferrera, Finito
ya dejó entrever lo que vendría después. Lástima que el toro, basto, descastado
y ayuno de bravura, no se prestara a más. Todo quedó en detalles sueltos. En un
esbozo de lo que el fino torero atesora en su personal tauromaquia. Solo queda
el disfrute de lo que vino después.
El Juli cortó otra oreja,
de muy distinto calibre, en su primer toro. Qué decir a estas alturas de Julián
López. Torero capaz, sobrado de conocimiento, tanto para lo bueno como para lo
malo, conocedor del oficio de principio a fin. Su dos faena estuvieron cimentadas
en su conocimiento y oficio, pero exentas de alma, ese don que solo
unos privilegiados poseen. No obstante, con sus armas, El Juli conquistó a los
tendidos. A la vista quedó sobre la arena cordobesa.
Morante fue
contratado para matar dos toros. Eso fue lo que hizo el espada sevillano. Poco
más. Inhibido, desganado, abúlico y vacío de compromiso. Cierto es que sus dos
toros no tuvieron nada, pero el
público, sostén de la fiesta, merece al menos entrega y
Morante, ayer, careció de ella.
Para terminar, decir que Córdoba tiene que reencontrarse consigo
misma. Muchos son los valores que hay que buscar, pues
se están perdiendo a pasos agigantados. Para empezar, la plaza tiene que
encontrar su verdadero carisma y un tipo de toro propicio para un espectáculo
mágico y único. Es el camino de la recuperación ansiada y esperada.
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