El sistema empresarial de hoy en día es una gran lacra para
la fiesta de los toros ya que solo piensa en sus intereses y no en los del
espectáculo, que poco a poco va cayendo en una sima
La
temporada taurina está en todo lo alto. Quedaron atrás los puertos de primera categoría de Sevilla y Madrid.
Pamplona también pasó, eso sí, con un público muy cambiado, ya excesivamente festero y con
poco rigor.
Pamplona fue una feria
donde se lidiaba un toro imponente en conjunto; hoy solo importan kilos y pitones. Lo demás
poco va importando, sobre todo ese concepto abstracto llamado trapío.
En la capital del viejo
reino de Navarra se premia con benevolencia cualquier cosa. Sobre todo lo que
capte la atención de un público cada vez menos entendido y heterogéneo.
Un público al que solo importa que el toro caiga pronto de la primera estocada, sin importar para
nada ejecución de la suerte,
ni la colocación del acero. Si esto ocurre, el espada de turno tiene los
trofeos asegurados.
A pesar de todo,
paradójicamente, Pamplona aún pesa en estos tiempos. Un triunfo en su plaza
puede servir para que las puertas de los despachos se abran de par en par y sea
un salvoconducto para un buen número de contratos, en detrimento de otros espadas que
triunfaron con más rotundidad en plazas como Sevilla o Madrid.
Son las cosas de
nuestros tiempos. Antaño un triunfo en Madrid podía arreglar una temporada; hoy
abrir la puerta grande de Las Ventas no es garantía de nada.
PLAZAS
OTRORA DE POSTÍN Y TRADICIÓN HAN PERDIDO SU CARISMA POR GESTIONES NEFASTAS
La lesión de Roca Rey ha motivado que muchos carteles,
hechos en ocasiones con mucha antelación, se hayan descompuesto por la
inesperada baja del torero peruano. Su maltrecho hombro ha dejado muchos huecos
en el aire y se esperaba, en esta temporada llamada a ser de renovación, que
fueran cubiertos por espadas que vienen empujando y que han ratificado su buen
momento en plazas importantes.
Pero, desgraciadamente para la fiesta en sí, no ha sido como se
esperaba. Los huecos de Roca Rey han sido cubiertos por espadas con años de
alternativa y cuyas carreras son gestionadas por
empresarios que forman parte del entramado del sistema que maneja a su antojo
todo lo que ocurre en el planeta de los toros.
El sistema empresarial de hoy es una gran lacra para la fiesta de
los toros ya que solo piensa en sus intereses y no en los del
espectáculo, que poco a poco, por su avaricia y despotismo, va cayendo en una
sima de la que será complicado que salga.
Los grandes trust manejan sin escrúpulo todo. Son a su vez
gestores de plazas, apoderados de toreros y, en algunas ocasiones, hasta
ganaderos. Forman un circuito muy cerrado en el que es complejo entrar, y que
como ya ha quedado dicho, solo piensa en sus intereses, intentando obtener
el máximo
beneficio posible arriesgando cada vez menos.
De ahí que no apuesten por el futuro, cerrando puertas a los que
empujan y cercenando de las ferias que organizan algo tan
vital para la fiesta como son las novilladas y promoción de todos aquellos que
empiezan en este mundo de los toros.
Plazas otrora de postín y tradición han perdido su carisma por
gestiones nefastas de este sistema impuesto. Ferias donde se organizaban varios
festejos mayores no hace mucho, hoy solo abren sus puertas cuatro o cinco
ocasiones al año, y son muchas, como el caso de Córdoba,
El Puerto de Santa María o incluso Linares, donde esta temporada la feria de
San Agustín, tal vez se quede sin toros.
Los valores y tradiciones se van perdiendo. Antes los carteles se
organizaban con un torero veterano abriéndolos, una máxima figura y un espada emergente.
Con este modelo se garantizaba un sitio para todos.
Hoy el sistema monta los festejos con tres figuras, cuyas carreras
gestionan, que en numerosas ocasiones, viendo lo que estamos viendo muchas
tardes, no es garantía de éxito. Al contrario, pues luego cada uno quiere
cobrar lo que entiende que es suyo, y los resultados económicos tampoco
son como nos quieren hacer ver.
Hacen falta aires de renovación. Esta temporada parecía que podía
ser, pero viendo lo que se está viendo, todo parece seguir como siempre.
Los grandes machacan a los pequeños.
Tanto que algunos se aburren, como el caso de Varea,
que esta semana, cansado de tanta piedra en el camino, decidió cortarse la
coleta y abandonar la profesión. Cuentan que José Flores Camará le
dijo a Manolete: “Para ser martillo primero hay que ser yunque, pero cuando
seas martillo; golpea, golpea, golpea”.
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