8/11/2019

EL VÍDEO MATÓ A LA ESTRELLA DE LA RADIO



El vídeo y la imagen también tienen su influencia en la nueva vertiente del toreo



Estaba la década de los setenta aculada en tablas cuando un grupo pop británico de la denominada new wave, y que se anunciaba como The Buggles, copó el número uno de las listas de éxitos con un tema de música pegadiza y rítmica. Aquella canción llevaba por título Video killed the radio star, lo que traducido a la lengua de Cervantes venía a decir, más o menos, El vídeo mató a la estrella de la radio.
De los que vivimos aquel boom, nos queda el recuerdo de la vivacidad y ritmo del tema, de su innovación para la música con la aportación de sonido salido de la moderna electrónica y de lo que lo bailamos a las primeras de cambio, sobre todo cuando era puesto en las emisoras de radio de moda, así como cuando se pinchaba en los primeros locales de ocio a los que pudimos acceder.
En aquellos años lo que profetizaba la letra de ese tema era difícil de entender. Sobre todo para una sociedad como la española, en la que todo lo concerniente a las nuevas tecnologías aún estaba muy alejada de nuestros quehaceres cotidianos, que por cierto, estaban más pendientes del mundial del 82 que en la evolución del mundo de la informática y la electrónica.
El paso de los años ha venido a ratificar el mensaje de aquella canción de moda. Hoy, salvo contadas ocasiones y a magníficos profesionales, las grandes estrellas de la radio han cedido parte o mucho, según se mire, de su protagonismo a la imagen que nos ofrece el mundo de la informática y la electrónica. Es inconcebible una noticia sin imágenes. Lo que no se ve, no existe. Las nuevas generaciones no conciben nada sin imágenes.
Atrás quedaron los grandes narradores añorando tiempos de éxito, y donde sus voces formaban parte de nuestras vidas. Muchos lectores se estarán preguntando qué tiene que ver una canción de un grupo británico de la new wave con el planeta de los toros. La respuesta es fácil. El vídeo y la imagen también tienen su influencia en las nuevas vertientes del toreo. Hoy todo se graba.
Los ganaderos recurren a él para repasar el juego de las reses que se tientan para reproductoras. ¿Cuántas y cuántas se habrán ganado la vida tras haber repasado sus criadores, una y otra vez, las imágenes de su tienta? El vídeo también lo emplean los profesionales. El objeto no es otro que visionar sus actuaciones para buscar fallos o ver por qué aquel toro no acabó de rematar aquella faena que pareció iba a ser cumbre. También se utiliza en las escuelas taurinas. Es empleado para hacer llegar a las nuevas generaciones, aquellas que sueñan con la gloria del chispeante, los modos y formas de los grandes toreros del pasado, como también los del presente.
Hoy es muy accesible, gracias a los vídeos subidos a la red, mirar el toreo de principios del siglo XX, admirar el dominio de Gallito, la quietud de Belmonte, la solemnidad de Manolete, la gracia de Pepe Luis, o los duendes de Romero o Paula. Son las ventajas del momento de vivimos.
El vídeo tiene muchas ventajas, pero también muchos pecados. Uno de ellos es el morbo. Las graves cogidas son repetidas hasta la saciedad. También la parte golfa de la fiesta, que la hay y mucha. Los vídeos nos enseñan mucha picaresca, que se sabía existía, pero que no se constataba desde los tendidos y que hoy las imágenes nos muestran de forma cruda y real. Es el mundo de la imagen. Según como se emplee puede tener beneficios para la fiesta de los toros.
También efectos negativos. Uno de ellos puede ser algo fácilmente comprobable y no es otro que la falta de personalidad de los nuevos toreros, que al empaparse de las formas y modos de sus referentes asumen sin querer también todas sus carencias. Bienaventurados los que me copian porque de ellos serán todos mis defectos.
Y lo que es principal. El vídeo muestra la verdad cruda de todo al carecer del alma del instante vivido. Grandes faenas que una vez vividas pierden la esencia y sensibilidad al ser visionadas en una fría pantalla. En resumidas cuentas, el vídeo no solo mató a la estrella de la radio, sino muchas más cosas, entre ellas la esencia de una liturgia única.


8/04/2019

SIN NOVILLADAS NO HAY PARAÍSO

Marta Reillo el pasado Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo


Estos festejos no pasan por su mejor momento en una época en el que el mundo del toro ya está sufriendo demasiados ataques; las picadas han desaparecido de la práctica totalidad de las ferias
La temporada taurina sigue su caminar. El periodo estival es tiempo de fiestas y rara es la que no lleva aparejada algún divertimento de carácter taurino. Va en el sentir del pueblo español desde que España es España. Los toros, y todo lo que les rodea, es una señal de identidad española. A pesar de que no corren buenos tiempos para el llamado arte de Cúchares, todo se repite un año más. La feria en honor del santo patrón y con ello el consabido espectáculo taurino.
Pese a quien pese, el toreo continúa siendo algo inherente al ocio festivo de un país, de caracteres tan diversos como el nuestro, aunque por unos motivos u otros, en ocasiones más de carácter internos que externos, el toreo no pasa por su momento más álgido.
Las corrientes animalistas, de las que partidos sin escrúpulos y sin programa, pretenden arañar un puñado de votos, han hecho de la fiesta un enemigo a batir. Hoy la fiesta de toros no es políticamente correcta. Está en el punto de mira de esta sociedad, tan aséptica con la muerte, que nos ha tocado vivir. Por dentro de la fiesta en sí, los problemas son otros. Nos ha tocado una etapa de tecnócratas que solo piensan en el presente. Para ellos el mañana no existe. Solo viven el presente. De ahí es por lo que intentan arañar el último céntimo que se pueda. Poco les importa el futuro de la tauromaquia.
Para ellos el problema general es banal. No ven, y si lo ven miran para otro lado, los peligros que se ciernen sobre el torero. Nada les afecta. Solo imponen sus criterios, abusando de su poder, menoscabando el interés de los aficionados, a los que ningunean hasta la saciedad, lo que está llevando a que estos estén abandonando las plazas, hastiados del abuso de poder de los tecnócratas del sistema. Mientras tanto, un público ocasional, con una afición incipiente y muy elemental, va copando los tendidos, viendo y aceptando con beneplácito, el nuevo modelo de fiesta impuesto por el sistema en defensa de sus fines.
La renovación es necesaria en todo. En la tauromaquia también. Antes a un torero le bastaban cuatro o cinco temporadas buenas, para ser considerado una primera figura. Hoy hay toreros con más de diez años de alternativa a los que todavía se les espera ese paso adelante para hacer historia. Otros viven de las rentas de sus años cenitales. Pasó su momento, pero ahí siguen. Tratando, con el consentimiento de los tecnócratas que conforman los trust empresariales, de apurar hasta el último momento, cerrando con ello el paso a las nuevas generaciones que apenas tienen la oportunidad de reivindicar su nombre y, en ocasiones, su buen momento.
El principal pecado –la penitencia va a ser durísima– del momento actual es la falta de novilladas picadas. Cierto es que a través de las escuelas taurinas, los noveles comienzan su camino. Certámenes, bolsines, tentaderos a puerta abierta, cubren los primeros pasos de los que sueñan con ser toreros. Ahí no está el problema, aunque afloren muchos tejemanejes, que haberlos los hay, la dificultad comienza cuando estos chicos, una vez superado el primer filtro, deciden dar el paso y convertirse en matadores de novillos-toros.
Las novilladas picadas, salvo Madrid y Sevilla, han desaparecido de la práctica totalidad de las grandes ferias. También de las plazas de menor categoría. Donde antes se organizaba un festejo de este tipo, hoy se organiza una corrida de toros. La presión fiscal es la misma, se argumenta desde el sistema, y ante ello mejor organizar una corrida que un festejo menor. Nadie mira el escalafón novilleril.
¿Recuerdan aMarta Reillo? Sí, la maletilla que causó sensación en Ciudad Rodrigo. Pues a pesar de que le prometieron El Dorado, no ha toreado ni un solo festejo tras la repercusión mediática que tuvo. ¿Es normal? No. Como tampoco lo es que el escalafón novilleril, a día de hoy, lo encabece a estas alturas un espada que suma tan solo diez festejos, como es el caso de Javier Orozco. Ferias y ferias que han prescindido de una novillada con picadores como era de costumbre. La culpa, según dicen, la tiene la presión fiscal, a lo que hay que añadir que también la poca vergüenza de empresarios sin escrúpulos.
Es por ello por lo que hay que agradecer a localidades como Arnedo, Calasparra, Algemesi u otras que velen por las novilladas picadas, que son las que de verdad pueden traer aire fresco a la fiesta. En nuestra Córdoba pudo ser Montilla. ¡Cómo se añoran sus novilladas de lujo! Pero entre unos y otros se las cargaron y hoy son solo son un bonito recuerdo. Córdoba, como siempre, a lo suyo. Solo desidia y abandono. Pareció que la concentración que organizó el Círculo Taurino podía encender la mecha para reivindicar muchas cosas, pero al parecer la mecha era corta y finalmente la bomba no explotó. Las cosas de Córdoba.