7/11/2009

EL HENCHO POR LA PUERTA DEL PRINCIPE


Con motivo de la entrada anterior, encuentro entre los papeles de mi padre, un amarillento recorte de prensa en el que narra uno de los sucesos mas destacables de la carrera taurina de "El Hencho". Su salida a hombros por la Puerta del Principe de la Real Maestranza sevillana, nada mas y nada menos que tras estoquear una corrida con el hierro de Miura.
Transcribo a continuación el contenido de la crónica narrada por Don Fabricio:

APOTEOSIS DE OPTIMISMO
Décima y última de Feria. 6 toros de Don Eduardo Miura.
Primero: "Cumbrero" 505 kilos; segundo: "Farolito" de 564 Kgs; tercero: "Serrano" de 534 Kgs; cuarto: "Judío" de 550 Kgs; quinto: "Botero" de 545 Kgs y sexto: "Hormiguero" de 528 Kgs.
Los toros de Miura, los de la leyenda luctuosa y terrorífica, los repudiados por la mayoría de los toreros actuales catalogados como figuras -a ver si cunde el ejemplo de Palomo Linares-, han levantado la Feria, la han sacado de la sima de la languidez, para elevarla hasta la cima del optimismo. La historia de la centeneraria vacada tiene capítulos trágicos, pero también tiene, y en número mucho mayor, capítulos de gloria. Ciertas aversiones no se justifican, porque la temida ganadería ha dado a su larga existencia un considerable porcentaje de toros nobles y claros, notablemente incrementado en las temporadas últimas. En la corrida del domingo, broche de la Feria, hubo toros propicios para armar el alboroto, y hubo toreros con la decisión y la capacidad suficientes para armarlo. Toreros bien duspuestos, cuya labor alcanzó a veces sobreestimaciones, lógicas y naturales, porque hay gestos que predisponen forzosamente a la generosidad y porque la comparación con las pobres tardes antecedentes no podía ser mas ventajosa. Y conste que, con estas puntualizaciones, no pretendemos empequeñecer la magnitud de la proeza, ni empañar el júbilo de triunfos legítimos. Las diferencias entre los pocos toristas y los muchos toreristas que hoy con el confuso planeta taurino, se borran totalmente cuando salen toros como los de Miura lidiados el domingo, toros de verdad, con mas o menos bravura, pero con casta y presencia, y dejándose torear.

LIMEÑO revalidó su buen oficio y su bizarría inmarchitable; PALOMO LINARES demostró cumplidamente que puede con el toro; EL HENCHO no desentonó, ni mucho menos, al lado de los dos maestros, y superó la prueba muy airosamente. El público se les volcó en efusiones.

Tomó bien tres varas el toro primero, un toro de mazapán, al que LIMEÑO lanceó ajustadamente. Luego, quietas las plantas, erguida la figura, tomó de muleta al docilísimo animal con ayudados altos, para seguir por naturales de excelente hechura, ligados en tandas cerradas por pases de pecho de pitón a rabo. La estimable faena, desarrollada casi en su totalidad sobre la mano izquierda, tuvo como colofón una estocada caída, saliendo poco airosamente de la suerte el matador, quien buscó el olivo con precipitación. La euforia general y la presidencial le concedienton las dos orejas del estupendo toro. También cortaría LIMEÑO las dos -hubo quien solicitó el rabo- del cuarto, que hizo ante el caballo cosas de manso, de manso con casta, pero llegó hecho una malva al tercio final, y LIMEÑO se pudo estirar a gusto con él en muletazos diversos, todos con el sello del toreo de buenísima ley practicado por el de Sanlúcar, a quien tampoco esta vez le salió perfecta la estocada en cuanto a colocación del acero, pero sí eficacísima. LIMEÑO, visiblemente emocionado, recibió el doble trofeo, recompensa cumplida a su hombría y a la seriedad de su quehacer.

PALOMO LINARES, en auge de arrestos y de arte, lanceó al segundo de la tarde, un magnífico toro que aceptó bien tres puyazos, sin la intervención previa del peonaje, y logró verónicas de buen corte. Empezó de rodillas la faena de muleta, y al tercer pase quedó en situación apurada, caído, pero, por fortuna, el noble toro no hizo por él. Ya en pie, compuso un vibrante trasteo, cuya parte mas descollante fue la integrada por los muletazos sobre la derecha, en los que se conjugaron el reposo, el mando y el temple. Mató de estocada desprendida y descabello. Obtuvo una oreja. El quinto entró con ímpetu, de largo, a la primera vara. Pero bajaron sus bríos y reculó en las dos siguientes. Para el torero no fue como los anteriores. Había que porfiar y obligar. Y eso hizo PALOMO con serena arrogancia, colocándose en un sitio comprometido, jugándose el tipo de verdad, sin teatro. Para mí, esta faena, no de relumbrón, pero torerísima, ha sido la mas meritoria de la tarde, lo mismo que la estocada, a la que no pueden ponérsele reparos de ningún género. PALOMO entró derecho a volapié neto, cruzó limpiamente y clavó el acero en lo alto. Obtuvo una oreja, y después de dar la vuelta al ruedo salió a saludar a sus compañeros de terna, con quienes volvió a recorrer el anillo, haciendo partícipe de las ovaciones al mayoral de la ganadería.

Ya hemos dicho que EL HENCHO salió también triunfante de la prueba. Puso a contribución un plausible denuedo y su labor fue altamente meritoria. Su primer toro -tercero de la tarde- era un hermoso ejemplar, que empezó la pelea en tono espectacular, pero terminó doliéndose al castigo. A la muleta llegó perfectamente toreable, sin mas defecto que el de echar un tanto la cara arriba. EL HENCHO se confió y se centró con él, pasándolo por ambos lados, con tranquilidad y buenas maneras. Entró guapamente para cobrar una estocada corta arriba, y acertó con el verduguillo a la segunda tentativa. Cortó una oreja. El sexto cabeceó y reculó ante el caballo. Navarrito le prendió un gran par. Después de doblarse con su adversario, lo citó EL HENCHO desde los medios. Acude bien el animal, y el cordobés lo aguanta gallardamente y le da pases muy estimables sobre la derecha. Al cambiar de mano, cambia también la decoración. El diestro es cogido aparatosamente. El toro se descompone. Hay oleadas inquietadoras, que aconsejan terminar. Un pinchazo bien señalado, otro hondo arriba y, a la tercera, una estocada eficaz. Otra oreja para EL HENCHO, la octava de la tarde, y el desbordamiento del júbilo en la apoteosis final. Los tres espadas y el conocedor(mayoral) de la ganadería son sacados por la Puerta del Príncipe. Epílogo exultante de una tarde de totales efusiones.

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