12/23/2011

PENSAMIENTOS EN TORNO A LA LUMBRE


Estamos en vísperas de unos días entrañables. Como cada año la Navidad nos hace descubrir el lado mas solidario de cada uno de nosotros. Luego todo pasa y poco queda. Poco o nada. La vuelta a la rutina hace que pronto todos los propósitos de ser un poco más humanos, queda en el olvido. Es el modus vivendi de nuestra sociedad.
En el mundo de toro ocurre tres cuartos de lo mismo. Durante cada campaña, y sobre todo al finalizar la misma, todo son buenos propósitos. Se dice, por activa y por pasiva, que el año próximo todo será mejor y se luchara por revitalizar una fiesta que solo le falta recuperar su esencia. La de la verdad. La fiesta de hoy está corrompida por dentro. Solo unos pocos, que por cierto defienden sus intereses y no los de la fiesta en si, manejan los hilos repartiéndose los beneficios de un pastel cada vez más exiguo a consecuencia de la crisis económica que nos azota.
Todo está manejado por los de siempre. Hoy vivimos la hegemonía de las grandes empresas y las de sus toreros y ganaderías satélites. Ese trust empresarial, que aglutina tantas cosas, no es bueno para engrandecer la fiesta en estos tiempos.
Los toreros, los figuras, los del llamado G10, los que están en las ferias sin hacer méritos para ello en muchas, demasiadas, ocasiones, se encuentran cómodos en esta situación. Torean fácil, a diario, estén como estén. Poco importa si están bien o si pegan un petardo. Mañana volverán a torear en una feria importante alejados de gachés y polvareas. Si están bien son cantadas sus excelencias por la prensa oficial y si están mal no pasa nada. Todo tiene excusa. Principalmente el toro. El culpable de que cuando no ruedan bien las cosas se carguen sobre él las tintas. Un toro creado ex-profeso para la fiesta de hoy. Para esta fiesta hueca pensada para el beneficio de unos pocos. Los que tienen la sartén por el mango.
Por eso en el campo los criadores se pliegan a los intereses de los “mandamases”. Llevarles o torcerles el gusto equivale a verse fuera de los circuitos importantes. Muchos encastes importantes han sido marginados hasta hacerlos desaparecer. Otros se mantienen gracias a Francia donde los tentáculos del trust aún no aprietan con fuerza, pero demos tiempo al tiempo, aunque allí quien de verdad impone sus criterios es el aficionado.
Es España las cosas no pintan igual. Y en todo esto, el aficionado y espectador ¿que cuenta? Poco o nada. Y eso es triste. Quien mantiene la fiesta es el consumidor y si no se cuida los efectos pueden ser graves.  De hecho ya he apuntado algo. La desaparición y limpieza étnica de encastes patrimonio de todos los que aman la fiesta de los toros. Otros se mantienen, que no es poco, arrinconados por las exigencias de los que manejan los hilos de todo.
Por eso en estos días de fríos mitigados al calor de la lumbre debemos meditar que fiesta queremos. Sin lugar a dudas una fiesta integra, al igual que el toro, que a la postre es quien debe de poner a cada uno en su sitio. Los aficionados tenemos la última palabra. Es hora de demandar el espectáculo que queremos, no que nos sigan imponiendo el que ellos quieren, que en realidad es el que le interesa para su propio beneficio.

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