7/02/2017

MURO. LOS TOROS EN LA ESPAÑA PROFUNDA

Hay que erradicar la picaresca y la falta de ética y de escrúpulos que tanto daño hacen a la tauromaquia, como lo vivido hace poco en Muro, remedo del escándalo acaecido en 1960.

La fiesta de toros es una celebración de contrastes. El sol y la sombra. El triunfo y el fracaso. La gloria y la muerte. De ahí que haya tardes radiantes que son difíciles de olvidar y otras que lo deseado es borrarlas de la memoria con la mayor premura posible. Hay tardes de brillo y relumbrón que quedan grabadas para siempre en nuestro ser, que hicieron historia y que con el tiempo pasan a formar parte del libro dorado del toreo. Por el contrario, hay otras en la que la cara más triste de la fiesta se hace presente. Son tardes que no traen más que desazón y muestran un lado oscuro, y a veces siniestro, de esta disciplina española milenaria. Tardes no ya sólo de tragedia, la cara más dura de la tauromaquia, sino en las que la picaresca, la falta de ética y de escrúpulos de algunos, que tanto daño hacen, se hacen presentes mostrando una cara que hay que erradicar, por muy difícil que parezca, pues hacen un daño, y más en estos momentos, muy grande a la tauromaquia.

Con la tragedia de Air-Sur l’Adour aún fresca en la memoria, se anunció en la localidad balear de Muro una corrida de toros que suponía la presencia de los añejos toros de pablorromero en las Baleares. Para darles lidia y muerte estaban anunciados Javier Castaño, Alberto Lamelas y Cristian Escribano. Todo un aliciente en un tiempo en que las islas viven un crudo momento en relación con la fiesta, con una ley autonómica en proyecto que, de aprobarse, será mutilar una liturgia milenaria y un rechazo por parte de sectores secesionistas y animalistas.

A pesar de la entrada que registró el coso, con apenas 20 intransigentes protestando a sus puertas, lo vivido hace poco en Muro no fue para nada positivo para los días que se viven en el mundo taurino balear. Los de Partido de Resina lucieron una presentación irreprochable, se dice que con trapío suficiente para plazas de mayor categoría, y que dieron un juego entretenido, vendiendo cara su vida con un comportamiento encastado y poco propicio para el toreo de postureo de la actualidad. Los toreros naufragaron ante ella. Sólo un enrazado Lamelas se salvó de la quema y el escándalo fue mayúsculo con amago de suspensión al reclamar los toreros el cobro de sus honorarios, apagones de luz incluidos y un triste arrojo de toda clase de objetos al ruedo. Se ha hablado mucho, y mal, de esta tarde que de seguro tardará en borrarse de la memoria de los que a ella asistieron, y no precisamente por haber sido una jornada de brillo. Sólo el tiempo hará justicia.

No es la primera vez que Muro vive una tarde de tono gris y con el escándalo de fondo. En la temporada de 1960, el día 20 de agosto, se anunció la alternativa de un novel espada hispanomexicano, Pepe Núñez, con el cordobés Chiquilín y Sanluqueño como padrino y testigo. Se anunciaban toros salmantinos de Sánchez Valverde. Todo empezó de tono gris, pues el neófito no estuvo a la altura en el toro de la ceremonia, siendo pitado a su arrastre. En el segundo vino el escándalo, pues tanto Chiquilín como Sanluqueño fueron cogidos de gravedad, negándose el recién alternativado a darle muerte, lo que motivó un escándalo mayúsculo, que se vio acrecentado cuando Núñez se negó, alegando miedo –al menos fue honrado–, a terminar la corrida, lo que hizo que fuera detenido y encarcelado por ello.

No terminó ahí la escandalera, ya que las condiciones sanitarias eran escasas, teniendo que atenderse a dos heridos de gravedad en una rústica sala habilitada junto a las cuadras, con una falta de material y medios realmente alarmantes. Tanto es así que la prensa de la época, así como el desaparecido Alfonso González Chiquilín, llegaron a afirmar que ante la falta de algodón se llegaron a abrir petos de picar para extraer la guata para ser utilizada para limpiar las heridas de los toreros corneados. También se descubrió que los toros lidiados, aunque con el hierro de Sánchez Valverde, el célebre cura salmantino, eran propiedad de una segunda persona que no se encontraba inscrito como ganadero en el Sindicato Vertical de Ganadería en ninguno de sus grupos, lo que le inhabilitaba para tal labor, de ahí que se anunciaran a nombre de su antiguo propietario, lo que hizo que el fraude fuera todavía mayor.

Chiquilín llegó a decir que aquella corrida acabó con su carrera; años después renunció incluso a su alternativa para hacerse banderillero, y Sanluqueño, a causa de sus heridas, quedó inútil para la profesión.

Mucho se habló de aquella corrida de Muro. Sólo hay que esperar a que esta reciente sea pronto olvidada, pues tardes de ese tono deben de ser erradicadas cuanto antes de una fiesta que debe de tomar otros derroteros para hacer frente a todos los ataques y adversidades que a día de hoy se ciernen sobre ella.

El Día de Córdoba (02/07/2017)

1 comentario:

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