Pocos pueden comprender la
verdadera aportación del diestro al toreo. Es preferible, como en viejos
romances de ciego, cantar la tragedia o sus amores con Lupe Sino
La sombra alargada
de Manolete planea
sobre Córdoba siempre. Nunca pierde vigencia. La figura mayestática, solemne y
hierática del cuarto califa del toreo está presente en la ciudad. En esta donde
vio la luz primera. Los años parecen no pasar sobre su imagen.
Manolete es
de esos personajes, no hay que obviar que es un mito, que nunca pierde actualidad. Pasear por las
angostas calles de la urbe, sobre todo por San Miguel, Santa Marina o la
Lagunilla, retrotraen a la memoria aquellos años, donde Manolete desde lo alto
de su pedestal, ayudó a restañar heridas, que algunos hoy se empeñan en
reabrir, y a olvidar las miserias de un país roto tras la contienda, nunca
deseada, que lo había desmembrado en múltiples pedazos. Su trágica muerte acrecentó su leyenda,
pero a su vez lo convirtió en un mito inmortal que aún parece pasearse por la
Córdoba de nuestros días.
Julio, al
menos para el que esto escribe, es el mes manoletista por excelencia. Es ahora,
cuando los rigores del verano recién despuntado se hacen presentes, justo
cuando la estampa de Manuel Rodríguez vuelve a resurgir de nuevo. Este séptimo
mes está unido a su imagen, a su carrera, a su propia vida. Manolete nació en
julio, ahora ha hecho 102 años.
También se
presentó vestido de luces en su tierra natal en este mismo mes. Corría el año de
1935 y, junto al mallorquín Jaime Pericás y el azteca Edmundo Zepeda, Manolete partió plaza en Los Tejares debutando
ante sus paisanos, estoqueando un novillo de sangre Saltillo, con el hierro de
Enrique de la Cova y otro de Leopoldo Abente, donde también predominaba la
sangre saltilla.
MANOLETE
PARTIÓ PLAZA EN LOS TEJARES DEBUTANDO ANTE SUS PAISANOS
José Luis de Córdoba,
quien con el paso de los años se convirtió en uno de sus más acérrimos
partidarios, escribió bajo el seudónimo de Don P.P. en la prensa local: “A lo largo de su
actuación observamos en él un notable y muy natural desentrenamiento con capote y muleta.
Esto suplido por una dosis nada despreciable de valor. Y por un estilo de
matador cumbre. Nada más podemos decir hoy por hoy de Manolete”.
Al igual que
en Tetuán de las Victorias dos meses antes, el toreo que traía el torero
cordobés no fue captado por la
crítica de la época, tal vez seducida por el dramático toreo de
los figurones de la llamada Edad de Plata, que veló notablemente lo que Manolete
traía en sus trebejos de torear y en su solemne figura.
Con poco
menos de cincuenta novilladas picadas, también en un mes de julio, la Real
Maestranza de Caballería de Sevilla fue marco para su doctorado como matador de
toros. Chicuelo le cedió muleta y estoque y también el relevo del llamado toreo moderno,
pues no hay que olvidar que el espada sevillano, fue precursor de las faenas en
redondo y ligadas que trajo Manolete al toreo.
La única
diferencia es que Chicuelo solo las consiguió en contadas ocasiones, y Manuel
Rodríguez las impuso como algo común en la tauromaquia. Manolete demostró que
vino no a marcar una etapa en una época del toreo, sino que sus formas venían a ser las definitivas en su
liturgia ancestral, tanto que aún continúan vigentes a pesar
del tiempo transcurrido desde su advenimiento. Tal vez la tarde clave para
demostrarlo fuese también en julio.
SUS
FORMAS VENÍAN A SER LAS DEFINITIVAS EN SU LITURGIA ANCESTRAL
Madrid. 6 de julio de
1944. Corrida de la Prensa.
Toros de Alipio Pérez-Tabernero. En el cartel Luis Gómez El Estudiante, Juanito Belmonte y
Manolete. Salto el sexto, un toro terciado y feo. El público montó en cólera.
El presidente lo devuelve y, en su lugar sale un toro con el hierro portugués
de Pinto Barreiro. Ratón es su nombre, aunque en la dehesa lusa fuese bautizado
como Centella, aunque se le cambió de nombre en Las Ventas por su listeza a la
hora del pienso. Ante él Manolete culmina su obra. Esto es lo que hay que hacer
a partir de ahora. Es el toreo moderno. Faena cumbre en la historia y en la que
se asientan todas las formas del toreo de actual.
Pocos pueden
comprender la verdadera
aportación de Manolete al toreo. Es preferible, como en viejos
romances de ciego, cantar la tragedia, sus amores con Lupe Sino, o sus presuntos
ideales políticos. Es lo fácil. Lo superficial siempre predominó sobre lo
auténtico. Si la figura de Manolete no pierde su halo mágico, es por lo que
hizo como torero continuador de la evolución final de la lucha entre la razón y
la fuerza bruta. Córdoba a pesar de todo, hoy por hoy, también lo está
olvidando.
El Manolete
actual no es más que una caricatura superficial y mundana que nos están
vendiendo hasta la saciedad. El
verdadero Manolete es mucho más profundo y mucho más
importante, tanto, que es vital en la historia del toreo, su Córdoba lo
desconoce hoy por completo.
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