El recordado coso de los
Tejares fue un feudo gallista. Allí actuó Joselito en muchas ocasiones. De
hecho, en el año de su muerte tenía contratadas todas las corridas de la Feria
de Mayo
Este año el planeta
toro celebra el centenario de la trágica muerte de Joselito el Gallo en Talavera
de la Reina. Cien años han pasado y aún se recuerda al llamado Rey de los
Toreros. La verdad es que la figura del coloso de Gelves es fundamental para lo
que hoy conocemos como toreo moderno. Durante los años que estuvo en activo,
antes de su funesta muerte –no hay que olvidar que perdió la vida a los
veinticinco años– José Gómez, junto a su alter ego Juan Belmonte,
revolucionaron la fiesta de los toros.
Joselito era
la técnica, el conocimiento, la ortodoxia y vivir por y para el toro. Belmonte
era todo lo contrario. La temeridad, la heterodoxia, el dramatismo. Cada uno
aportó a la fiesta. Belmonte sobrevivió a su rival. Su vida torera fue cantada
por plumas prestigiosas como la de Chaves
Nogales. Gallito, sin embargo, no tuvo que le escribiera. Aún
así, cien años después, su figura sigue viva y tras un siglo se está
reconociendo y poniendo en valor para las nuevas generaciones la verdadera
dimensión de José Gómez Ortega, Joselito o Gallito en los carteles.
Joselito
tenía partidarios por todo el país. Córdoba no podía ser menos. La docta
afición cordobesa veía en Gallito la prolongación torera iniciada por Guerrita. La línea natural del toreo
se inicia en nuestra ciudad. Lagartijo el Grande es el primero que concibe la
lidia como una disciplina donde prima la estética. Después, Guerrita, formado
en la cuadrilla del primer Califa, continúa la visión de Lagartijo, eso sí,
corregida y aumentada. Guerrita no es solo estética. Es también poder y
dominio, y no solo en el ruedo, sino también fuera de él.
Cuando
hastiado del peso de la púrpura y cansado de las exigencias de los públicos
decide retirarse, la evolución del toreo queda en suspenso. Tras el Guerra hay
grandes toreros, pero ninguno con el marchamo de monarca absoluto de la torería del segundo Califa.
Joselito, joven pero dominador del oficio como pocos, toma el relevo y la
inmensa mayoría de los nostálgicos seguidores de Guerrita ven en el joven
espada la sucesión natural del idolatrado diestro cordobés.
El recordado
coso de los Tejares fue, por tanto, feudo digamos gallista. En él actuó
Joselito infinidad de ocasiones. De hecho, en el año de su muerte tenía
contratadas todas las corridas de la Feria de Mayo, pero el toro Bailador se
cruzó en su camino. Córdoba
sintió, como todo el toreo, la pérdida del maestro. El mismo
Guerrita telegrafió a Rafael el Gallo, hermano de Joselito, al conocer la
tragedia de Talavera lo siguiente: “Impresionadísimo y con verdadero sentimiento
te envío mi más sentido pésame. Se
acabaron los toros. Guerrita".
Justo un mes
antes de la tragedia de Talavera de la Reina, el 16 de abril de 1920, Joselito
pisó por última vez la arena de Los Tejares. Fue en un festival benéfico
organizado por la marquesa del Mérito y Valparaiso. El Diario de Córdoba se
hace eco del ajuste del festival en su edición del día 11 de abril. Se afirma
que actuaría Joselito, su cuñado Sánchez
Mejías, otro torero al que habría que revisar por lo que
hizo dentro y fuera de los ruedos, y probablemente un tercero que saldría de la
collera formada por Juan Belmonte o Chicuelo. Finalmente, fueron Joselito y
Sánchez Mejías quienes actuaron mano a mano, en lo que a la postre sería la
última vez que Gallito toreó en Córdoba.
El festival se celebró,
al tener los espadas los fines de semana contratados, un viernes. La prensa
local de la época cuenta que el comercio cerró sus puertas. El público llenó la
plaza. Presidió el alcalde Fernández de Mesa, ejerciendo como asesor Rafael Guerra
Guerrita. Se corrieron novillos de la incipiente ganadería del marqués de
Villamarta, quien había mezclado
dispares sangres, conformando un encaste único y que aún
perdura en la cabaña brava española.
Los novillos
se prestan al lucimiento de los espadas. Joselito disfruta de la tarde. Destaca
en su primero, donde suena la música, siendo muy aplaudido tras una buena
estocada. Pleno en el tercero de la suelta. Se luce con el capote, comparte
el tercio de banderillas con
su cuñado Sánchez Mejías y, tras una faena vibrante, y al estar acertado con el
acero, pasea una oreja. Decidido, negro de capa y corto de cuerna, es el último
animal que estoquea esa tarde y también en Córdoba.
Destaca el
cronista taurino Poli en El Defensor de Córdoba que Gallito se lució en el
recibo con el capote ejecutando nueve verónicas superiores. Brindó al público de sol. Buen
trasteo que emborronó con la espada; aun así, fue muy aplaudido.
El público
salió satisfecho de la plaza. Los toreros se gustaron, especialmente Joselito, que
cerró los contratos para la Feria
de Mayo. Una feria que jamás torearía, pues justo un mes
después caía mortalmente herido en Talavera. Allí nació la leyenda, el mito,
aunque Joselito, tal vez sin saberlo, ya había puesto los cimientos de lo que
hoy conocemos como toreo. Lástima que Gallito, parafraseando a García Márquez,
al igual que el coronel, no tuviera quien le escribiera.
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