11/12/2014

LAGARTIJO EL GRANDE, GANADERO DE RESES DE LIDIA


Cuentan que cuando Cuchares le contó al Duque de Veragua su propósito de hacerse ganadero de reses bravas, el aristócrata le dijo: Curro, las buenas guitarras nunca las han hecho los buenos guitarristas. Aquél consejo del descendiente de Colón, más que un consejo, se convirtió en una sentencia. Pocos, por no decir ninguno, han sido los grandes toreros que hayan destacado como criadores de toros de lidia.

En la época en que vivía su mayor plenitud, el primer Califa del toreo, Rafael Molina Sánchez “Lagartijo”, decidió iniciarse como ganadero de bravo. Para ello envió a Portugal un testaferro, con el único objeto de adquirir reses de casta procedentes del prestigioso ganadero portugués Rafael José de Cunha.

En Portugal la mayoría de las vacadas existentes, tenían su origen en el lote de reses que regaló Fernando VII, de las adquiridas a la testamentaria de Vicente José Vázquez, a su sobrino el rey Miguel I de Portugal. Tras  las Guerras Liberales en las que quedo como monarca Pedro IV, en detrimento de su hermano Miguel I, la vacada real portuguesa fue repartida entre los partidarios del vencedor. Una de las ganaderías que tuvieron este origen, fue la de Don Rafael José da Cunha, el cual la había aumentado con otras procedentes del sacerdote sevillano Don Pedro Vera y Delgado,  más de Dámaso Xavier Dos Anjos y otras del Conde de Cadaval y Barón de la Junqueira, teniendo la ganadería de Da Cunha un encaste predominantemente “vazqueño”.

Rafael Molina se hace con ciento cincuenta vacas, la mayoría de ellas preñadas, de esta afamada ganadería portuguesa. Ganadería que gozaba de prestigio pues se presento en la plaza de Madrid, el día 24 de Junio de 1852, luciendo la divisa azul con filetes blancos, lo que indica la buena sangre que poseía el ganadero luso en su vacada. Siempre se ha incurrido en el error de afirmar que el ganado adquirido por “Lagartijo”, fue directamente comprado a Rafael José da Cunha, extremo este erróneo, pues el afamado ganadero portugués falleció en 1867, algunos años antes de la venta al Califa, lo que nos ha llevado a comprobar que Rafael Molina se hizo con este ganado, a través de Paulino da Cunha y Silva, quien a su vez había comprado a Gaspar Gómez dos Anjos, quien si se había hecho con la vacada de Rafael José da Cunha en 1868 por compra directa a sus herederos.

Hecha esta aclaración tantas veces ignorada, incluso por los contemporáneos de Rafael Molina, las reses fueron trasladadas desde Portugal a Córdoba, estableciéndose en las fincas “Córdoba La Vieja” y “Aguilarejos”. Una vez asentadas en Córdoba, fueron retentadas con dureza por el propio “Lagartijo” y su rival y compañero, el granadino Salvador Sánchez “Frascuelo”. Tras estas labores camperas de selección, el primer Califa, decide padrear las hembras de su recién adquirida vacada, con un toro del Duque de Veragua, que poseía la ganadería de Vicente José Vázquez, tras adquirirla a la Reina María Cristina de Nápoles, viuda de Fernando VII. El duque se niega de forma rotunda. Miura intercede en su favor pero el aristócrata ganadero sigue obcecado en vender raceador alguno. Es entonces cuando Miura regala a Lagartijo uno de su vacada. El toro de Miura, junto con otro de Laffitte, este si con sangre “vazqueña”, padrean las vacas de adquiridas en Portugal. Los productos resultantes del cruce son unos becerros variados de pelo y capas, que son a la postre el resultado de lo que “Lagartijo” demandaba, solo quedaba ver su juego en la plaza años mas tarde.

Pronto se comprobó que el resultado no era nada favorable. Lagartijo lidia en diversas plazas, en la mayoría de los casos figurando el mismo en el cartel. Los toros resultaban demasiado broncos y duros, acusando un genio que era poco favorable para el lucimiento de los toreros. Lagartijo, a la desesperada, vuelve a requerir al Duque de Veragua que le venda ganado. En esta ocasión el duque accede. Un lote de vacas y un toro llegan a los predios del primer califa. Los resultados desgraciadamente son negativos. Los toros de Lagartijo siguen siendo broncos y acusan sentido. Solo se salvan por su estampa. Variopinta y de gran belleza plástica.

Rafael Molina, se desencanta, comprueba que criar toros no es tan fácil como parece. Aún así se presenta en Madrid el día 15 de Junio de 1884, indicando eso sí, que su ganadería procedía de la de Cunha. La corrida fue estoqueada por “Currito”, “Gordito” y “Cuatro Dedos”. Un hecho que marcó indudablemente la ganadería, fue que un novillo de de nombre “Aguardentero”, hirió mortalmente al subalterno de “Lagartijo”, Manuel Disterlet “Manene”, el día 26 de diciembre 1888 en la plaza de Córdoba, siendo esta tragedia un fuerte mazazo para el Califa.

El pobre y bronco juego de sus toros, la muerte de uno de sus hombres de plata en pitones de otro, hace que la paciencia de “Lagartijo” este a punto de agotarse. El día 5 de junio de 1892 la plaza de Madrid es testigo de una corrida en la que el torero de Córdoba se encierra con seis toros de su propia ganadería. La vacada hace su presentación en Madrid con cintas encarnada y verde. La afición está expectante. Llega el día, los toros no salen bravos y codiciosos como quería el maestro. Su juego es desfavorable. Bronco, con peligro sordo y lo que es peor, mansos de solemnidad. Tanto es así que los jugados en tercer y cuarto lugar son castigados con banderillas de fuego. La afición se mofa de Rafael Molina ganadero. La fuerte personalidad de Lagartijo estalla. El pañuelo rojo vuelve a asomar en el sexto. Lagartijo visiblemente enfadado culmina uno de los mejores tercios de banderillas vistos en la vieja plaza de la carretera de Aragón. Las lanzas se tornaron cañas y los espectadores aplauden sin cesar la maestría del primer califa de Córdoba. Al día siguiente unas de las crónicas de la tarde llevo el siguiente título: “LA VENGANZA SUBLIME DE UN TORERO”.


La paciencia de “Lagartijo” se agota. La ganadería es enviada directamente al matadero. El único beneficio fue el de las ventas llevadas previamente a cabo a Jacinto Trespalacios y al Marqués de Cullar Baza. Una vez más Veragua llevaba razón: Las guitarras nunca las fabrican los buenos guitarristas.

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