Hubo un tiempo, en que el orden
de las reses a lidiar en una corrida de toros no era producto del azar. El
sorteo de las mismas surge a fines del siglo XIX, justo cuando el monarca
absoluto del toreo de la época, Rafael Guerra "Guerrita", se retira
hastiado por un público intransigente ante su poder y dominio. Supuestamente en
los albores de la fiesta, y antes de la crianza de animales específicamente para
ella, los toros serían soltados de forma aleatoria, teniendo quizás en cuenta
su conformación física y agresividad. Más tarde y una vez fijados los primeros
criterios de selección, y cuando el toro se cría en vista exclusiva para la
corrida, fueron los ganaderos quienes determinaban su orden de lidia, ya que
presumiblemente conocían, mejor que nadie,
las características de sus pupilos.
Eran otros tiempos donde el
criador establecía que el primer toro de la suelta, fuese el de mejor
presentación, para ganar pronto el beneplácito del público. En segundo lugar se
jugaba un toro de buena nota y de buena presentación, para posteriormente, en
tercer lugar tras haber dejado buen
sabor de boca con los dos anteriores, correr un toro de menor presencia. Luego
el cuarto volvería a ser otro animal de irreprochable presentación. El quinto
era el toro de mejor nota, el animal en que tenía el ganadero más fe y
confianza, para volver a correr para cerrar la corrida otro toro de menor
presencia. ¿Qué ocurría con este sistema? Pues muy sencillo: el cabeza de
cartel pechaba con los dos toros más grandes del festejo. El segundo espada,
"Guerrita" en su etapa de esplendor siempre actuaba en citado lugar,
estoqueaba dos toros de máxima garantía. Y el tercer espada acartelado, de
menor antigüedad en alternativa, se enfrentada a dos animales de menor
presencia, cosa lógica por cierto. Pronto los espadas que tenían más años de
alternativa que "El Guerra" pusieron el grito en el cielo. "Mazzantini", fue el principal
valedor de la imposición del sorteo, que se normaliza tras la retirada del coloso de Córdoba del
toreo.
Desde entonces y hasta ahora el
sorteo ha sido uno de los preludios más tradicionales de la fiesta. Puntual,
como la corrida misma, a las doce de la mañana y tras enlotar los toros de dos
en dos, sería interesante investigar cuando se impuso ese detalle, se ha
sorteado el orden de suelta de los toros a lidiar por la tarde. El ceremonial
del sorteo y posterior apartado forma parte de la liturgia tradicional del
toreo.
No obstante en los últimos
tiempos, los problemas en estos momentos de prólogo se están convirtiendo en
algo habitual. Tanto que en ocasiones dan lugar a momentos de tensión entre los
actuantes, o sus representantes, con los encargados de velar por la integridad
del festejo, representados por autoridad y facultativos. Cada vez son más
frecuentes los incidentes que se producen muchas mañanas entre una parte y
otra. Sin ir más lejos la pasada y exigua feria de Córdoba fue escenario de uno
de ellos. El sábado de feria los representantes de Morante de la Puebla y
Alejandro Talavante, presionaron al presidente a aprobar toros previamente
rechazados por los veterinarios, bajo la amenaza de no actuar si sus
pretensiones no eran aceptadas. Al final la corrida se celebró, accediendo la autoridad así, a unos requerimientos alejados de la
profesionalidad, que se presume deben de tener los que comandan el escalafón y
con la condescendía de un presidente que no quiso dejar a Córdoba sin toros la
temporada en la que se despedía del palco.
Un suceso de igual magnitud ha
ocurrido en una de las últimas ferias de la temporada, y precisamente con uno
de los mismos protagonistas. Ha sido en Zaragoza y durante el ciclo del Pilar.
En una de las corridas estrella en la que se acartelaban, mano a mano,
Alejandro Talavante y una de las novedades del año, López Simón, cada torero
llevó los toros para la ocasión, prescindiéndose del sorteo. Los veterinarios
no dieron el visto bueno a los que llevó Talavante y la historia se repitió. Los
mentores del extremeño amenazaron que éste no torearía si no se aprobaban los
toros que había llevado. Al final la presidencia accedió. Luego, por la tarde,
Alejandro Talavante cuajó una gran faena y la presidencia haciendo uso de sus
potestades, y quién sabe si influenciado por el follón matinal, rebajó el
premio con el consiguiente escándalo.
Muchos aficionados piden una
involución en las formas para una posible regeneración. En esta ocasión
involucionar para suprimir el sorteo, no aportaría nada más que cada torero
lidiaría lo que quisiese. ¿No sería más positiva una evolución determinando un
nuevo modelo de sorteo? Un sorteo donde no solo entrarían los toros a jugarse y
su orden, si no también compañeros y ganaderías. Sería algo que aportaría un
atractivo y daría, sin duda, un nuevo dinamismo a la organización de festejos
taurinos. Un nuevo modelo para nuevos tiempos, que podría evitar muchos
problemas y abusos. Ahora solo hace falta que se proponga, sea bien visto por
el sistema y se aplique en beneficio del espectáculo. ¿Ustedes que opinan?