Además
de la faena de Juan Serrano, en la Feria de la Salud han destacado Ferrera y
Marín por su toreo
Las
ganaderías no han cumplido con las expectativas, con toros sin raza y
descastados.
Terminó
la feria taurina de 2019. Un ciclo que sin lugar a dudas pasará a la
historia, fundamentalmente por un hecho muy puntual, como fue una faena
intemporal, desgarrada, bella y llena de hechizo como fue la de Finito de
Córdoba a su segundo toro la tarde del viernes. Por lo demás poco más. Una
feria que tiene, a pesar de todo, mucha tela que cortar, pues es la hora de ver
cual es del futuro, que aguarda a una ciudad, que escribió páginas de oro en la
historia de la tauromaquia.
En cuanto a matadores de toros actuantes
en el mini ciclo, hay que destacar a Antonio Ferrera y Ginés Marín, que
cortaron una oreja cada uno en el festejo del jueves, así como al Juli, que
obtuvo otro trofeo en la tarde del viernes. Antonio Ferrera reapareció en
público tras un accidente, que sin lugar a dudas, debe de quedar ya en el
olvido. El balear-extremeño paso por el coso califal como un torero que
impregna su tauromaquia de un dinamismo que no deja al público indiferente. Sus
dos faenas tuvieron un mismo denominador común. Improvisación y buenas formas,
así como una perfecta dirección de la lidia, por lo que gustó su actuación en
la feria. Lástima, que al igual que sus compañeros, se topase con una infumable
corrida del hierro de Santa María, remendada con un ejemplar de Santa Ana, que
dio al traste con los deseos de los actuantes.
Esa misma tarde también gustó la actuación
de Ginés Marín. Un torero esperado, por su buen gusto y concepción del toreo,
que está llamado a ser uno de los puntales básicos del escalafón, de cara a un
futuro próximo. Cierto es que venía con cierto ambiente por haber cortado una
oreja no hace muchos días en Madrid, pero la verdad es que Marín cumplió con
las expectativas y nos dejo sobre el albero una personal faena, llena de
belleza y arrebato, que hizo que pasease un trofeo. Ginés Marín, desde su etapa
novilleril, ha dado la cara en Córdoba, por lo que mantiene su crédito intacto
ante una afición, como la cordobesa, que gusta del toreo de calidad, no exento,
eso sí, de entrega.
El Juli fue otro de los que tocó pelo,
como se dice en el argot. Sobrado de oficio anduvo muy por encima de los toros
de Juan Pedro Domecq, que le correspondieron la tarde del viernes. Solvente,
conocedor sobrado de lo que es la lidia, Julián anduvo por Córdoba como una
figura del toreo. Pero claro, ese oficio, no tapa la carencia de alma y
pellizco en su toreo, por lo que su actuación se puede catalogar como insípida
e incolora. Aún así el fallo a espadas en su segundo le privó de cortar un
apéndice que se había ganado con sus armas.
En cuanto al resto de actuantes decir que
Emilio de Justo, se estrelló ante un lote imposible la tarde del jueves, en la
que aún así dejó patente su corte de torero estilista y valeroso. Morante de la
Puebla pasó de puntillas por Córdoba. Quedó totalmente inédito. Algún capotazo
vistoso y poco más. Por lo que cuentan el arte es así. Otra vez será, siempre
que Córdoba le espere y no se canse de tanta espera.
Dejamos a Juan Serrano para el final.
Finito de Córdoba fue el triunfador artístico de la feria. El torero paisano
nos dejo una faena para el recuerdo. Una faena, que sin ser redonda, puede ser
la más desgarrada y apasionada que nos haya regalado en sus años como matador
de toros. Un trasteo lleno de hechizo que hizo vibrar a los espectadores que se
congregaron en Los Califas esa tarde. Un capote que se meció solemne,
adelantando su bamba para embarcar las embestidas del Juampedro y hacer crujir
el alma de todo aquel que tuviera sensibilidad. La faena de muleta fue
indescriptible. Bella y llena de duende, plenamente perfecta por su
imperfección. Faena que broto de una manos que pertenecían a un cuerpo roto y
abandonado, que se dejó llevar por la inspiración hasta límites insospechados.
La puesta en escena, con una marcha de procesión flotando en el ambiente, ayudo
a la creación que algo que se antoja irrepetible. Una faena, aún con sus
imperfecciones, para soñar el toreo y que sin lugar a dudas quedará grabada en
la memoria. Una faena que no se puede pagar con despojos, porque su grandeza va
más allá de aquellos. El palco careció de sensibilidad porque con su sinrazón,
más que evidente, impidió el broche de oro para una obra intemporal. A Córdoba,
más que al torero, le hubiera hecho falta el epilogo soñado, pero que más dá,
lo realizado por Finito de Córdoba, ahí quedó.
La tarde del sábado se celebró la
tradicional corrida de rejones, con una paupérrima entrada. Ya el año pasado, y
tras cortar uno de los actuantes un rabo en Madrid, como fue el caso de Diego
Ventura, el público a este tipos de festejos dejó mucho que desear. Este año ha
pasado lo mismo. Un panorama desolador. Habrá que sopesar si este tipo de
festejos es rentable de cara a la taquilla, atrás quedaron los tiempos en que
podían salvar económicamente una feria, hoy en Córdoba los rejones, visto lo
visto, son completamente ruinosos. Luego en la arena, ante una descastada
corrida de Fermín Bohórquez, el resultado artístico fue igualmente pobre. Solo
Pablo Hermoso de Mendoza cortó un trofeo, cimentado en su buena monta y
maestría, mientras que su hijo Guillermo mostró el aire fresco de la juventud,
con dos actuaciones meritorias mal rematadas con el acero. Lea Vicens fue una
sombra.
En cuanto a ganaderías decir que ninguna
cumplió con las expectativas. Toros sin raza, descastados y ayunos de bravura
pasaron por Los Califas. Otro de los problemas a solucionar de cara al futuro,
es buscar el tipo del toro para Córdoba, ya que ha fecha de hoy, es muy difícil
de saber cuál es el prototipo de animal, en cuanto a presencia, que gusta en la
ciudad. Ante esto cualquier cosa puede servir. Si Sevilla, Madrid, Bilbao o
Valencia tienen su tipo de toro ¿por qué en Córdoba no se tiene?
El público falló estrepitosamente durante
la feria. Afición hay, se ha visto de sobra. Cuando se le ofrece algo que
considera de interés acude a la plaza. La afición cordobesa tiene, hoy por hoy,
complejo de orfandad. No se le cuida lo suficiente, no se le mima. No se tiene
una cercanía con ella. Así es muy difícil. A poco que se mire por ella, seguro
que responderá. La prueba palpable es el llamado tendido joven, que ha tenido
una aceptación bárbara. El motivo es que se les ha ofrecido a los chavales un
abono económicamente asequible, y sin lugar a dudas han respondido, a pesar de
tener el real de la feria en la otra punta de la ciudad.
Ahora solo queda la reflexión de cara al
futuro. Sin lugar a dudas el panorama es desesperanzador. La empresa que opte a
la gestión del coso en 2020, se da por hecho que no habrá más festejos taurinos
en el presente año, tiene por delante una ardua tarea. Mucho trabajo que tendrá
que estar cimentado en un continuo contacto con la ciudad. Lo de venir veinte
días antes de feria, presentar un cartel y esperar, visto lo visto, no es la
formula.
El Día de Córdoba (4/6/2019)