6/19/2016

EL RAPTO DE EUROPA


No hacía mucho que había dejado de ser una niña. Tampoco era  una mujer plena. Se encontraba en ese tiempo en que se abandona la más tierna infancia y se camina despacio hacía la plenitud. Era una adolescente feliz. Su cabello dorado, como un trigal antes de ser segado, y su mirada cristalina de color de mar, le daban un radiante esplendor a su rostro. Estaba en la edad de soñar, igual que lo hacen todos los críos, cuando creen que ya son mayores.

Pudo ser un día cualquiera. Aquella chiquilla entre ensoñaciones mágicas y aventureras, se dejo seducir por algo que de seguro marcaría su vida para siempre. Al igual que la mitológica Europa, un animal enigmático y bello le llamo la atención. Un ser totémico que la atrajo hacía si y la obnubilo para siempre. Una bestia que aunaba fuerza y nobleza, músculo y poder. Era el toro, quien con su mirada penetrante y sus astifinos pitones, había conquistado a la protagonista de este breve cuento.

Aquella chiquilla, de rubia cabellera y transparente mirada, había decidido entregarse en cuerpo y alma a aquella enigmática fiera de su sueño. Lo tenía claro. Estaba dispuesta a danzar con el toro, aún sabiendo que aquél ritual, podía causarle dolor, verter su sangre e incluso perder su vida recién estrenada. Pero aquella atracción era tan grande, que no le importaba cambiar las vivencias de una mocita por una liturgia de raíces mitológicas donde la muerte se encontraba tan presente.


Poco importó verse envuelta en un mundo de hombres, que le ninguneaban sus ilusiones y anhelos. Su pasión era tal que le llevo a seguir ensayando día tras día, con uros imaginarios, danzas y coreografías imposibles. Su constancia le hizo empezar a cumplir su sueño. Su primer contacto con la bestia, seguro que duro y agotador, no mino sus atávicos deseos, sino que estos se acrecentaron cada vez más. Cada vez que enfundada en ajustadas ropas enredaba con el toro y su vida, su ambición crecía a pasos agigantados.

Una tarde de estío, cuando jugaba con el toro, ocurrió la tragedia. El astifino pitón penetró agudamente en el blanco muslo, haciendo que una amapola de sangre manchara aquella ropa de sacerdotisa del viejo rito. Ahí comenzó un sufrimiento, un camino de espinas, dolor y olor a quirófano y hospital. El toro se cobró su salario que nuestra niña pago con creces en exceso.


El sueño quedó roto. Pareció por algún momento, que la bestia había sesgado con sus pitones el futuro de aquella niña. Pero a pesar de todo, sufrimiento, dolor y olvido, ella continuaba soñando con aquel mágico animal que la sedujo años atrás.


El tiempo paso. El camino de espinas comenzó a tocar su fin. Los años no pasaron en balde. Aquella niña era ya una mujer. Alta, esbelta, tal vez excesivamente delgada, de trigueña melena trenzada y mirada aguamarina, pero con su sueño vivo a pesar de todo. Volvió a pisar la arena, a sentir aquello que tanto añoraba y que tanto anhelaba cuando las largas tardes de invierno el dolor le rumiaba el muslo y el vientre. Volver a jugar y danzar con la bestia era su reto. Aquella niña, hoy ya mujer, no solo lo supero. Ahora el sueño revive con más fuerza que nunca. Ojala lo cumpla algún día de forma plena, que no es otra cosa que alcanzar la alternativa.

Fotos: El rapto de Europa, autor Oscar Alvariño. Punta del Este (Uruguay)


Este cuento breve está dedicado a la novillera y colaboradora de esta bitacora taurina, Ana Infante, tras su reaparición en público el domingo 8 en Seseña, así como a todas la mujeres que sueñan con ser torero.

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