10/23/2016

REFLEXIONES OTOÑALES DE FINAL DE TEMPORADA


Córdoba no ha remontado el vuelo en el mapa taurino; es más, no ha hecho más que continuar con su caída.
Es complicada una vuelta de los festejos a la Monumental de Barcelona.
El agua cae, y hacía mucha falta, con fuerza sobre los canales. El suelo está brillante y el otoño muestra su cara habitual ya olvidada. La temporada taurina llegó por San Lucas, en Jaén, a su fin un año más. Los percales y las franelas se pliegan en los esportones, una vez limpios, esperando el viaje a América, o el descanso hasta el próximo año. Los campos, gracias a las lluvias, cambiarán el pasto dorado por el verde rutilante de la otoñá. Es hora de reflexionar, de meditar, de pensar sobre el futuro de esta fiesta tan nuestra. La sentencia del Tribunal Constitucional declarando nula la prohibición de la celebración de festejos taurinos en Cataluña no es más que un espaldarazo que fortalece a la tauromaquia, ante esta persecución absurda de nuestros días, movida por motivos políticos y un pseudo-animalismo vacío e intolerante que no se mueve nada más que por una más que dudosa financiación exterior.
No obstante, y a pesar del fallo favorable del Tribunal Constitucional a la fiesta, es complicada una vuelta de los festejos a la Monumental de Barcelona a corto plazo. Es obvio que si otras sentencias, por poner un ejemplo las dictadas en materia lingüística, han sido obviadas por el gobierno regional, éste, que tiene transferidas las competencias para la gestión en la organización de los festejos, va a poner mil y una trabas administrativas para la concesión de permisos de cara a la celebración de corridas, u otro tipo de festejos, en la plaza de toros barcelonesa.
Por Córdoba, taurinamente hablando, ha estado la cosa extraña. Parecía que la empresa mexicana, cuya cabeza visible es el magnate Alberto Bailleres, y que regenta el Coso de los Califas, estaba llamada a la recuperación de la plaza cordobesa. Tras una unión con otras empresas, y que dio lugar a la pomposamente denominada Fusión Internación para la Tauromaquia (FIT), Córdoba no ha remontado el vuelo, es más, no ha hecho más que continuar con su caída en barrena. Por eso su categoría, la que por historia y tradición le pertenece, está ya demasiado deteriorada y hundida en una sima que parece no tener fin.
Tanto es así que algunas plazas de la provincia, caso de Cabra o Priego de Córdoba, han servido como escenario a más festejos mayores que la de la capital. Los Califas solo ha acogido una corrida de toros durante la temporada 2016. Suspendida por la lluvia la prevista para conmemorar el 25º aniversario de la alternativa de Finito de Córdoba, quien actuaba en solitario, solo abrió sus puertas el día 27 de mayo, durante la feria de la Salud. En ella El Juli, Alejandro Talavante y Ginés Marín, que sustituía a un enfermo Morante de la Puebla, se enfrentaron a una corrida de Núñez del Cuvillo. El tradicional festival a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer, una novillada sin picadores y un espectáculo de rejones fueron lo ofrecido por una empresa llamada a recuperar una plaza de la que se dijo que era un reto, y que finalmente continúa hundida sin conocer la más mínima recuperación y con el prestigio totalmente perdido.
Atrás quedaron los años de bonanza, cuando Los Califas acogía un abono de más de diez festejos, e incluso con corridas fuera de la feria de mayo. Eran otros tiempos, en los que se sobredimensionó en exceso una feria para reducir lo que siempre fue una plaza de temporada. Hoy el problema parece no tener arreglo, y la Córdoba taurina no es más que un recuerdo en la memoria de los de más edad y la plaza cada vez está más alejada del fin para el que fue construida, convirtiéndose en marco para otros espectáculos lúdicos, como pueden ser el cine y los conciertos musicales. 
Tanto es así que días atrás, algunos aficionados locales, así como otros foráneos, han mostrado su deseo de rebajar la categoría administrativa de la plaza al objeto, argumentan, de reducir costas y abrir la puerta a la celebración de más festejos taurinos. ¿Sería esta la solución? Posiblemente no. Córdoba no debe perder su categoría, como quedó claro hace algunos años cuando se propuso la misma opción cuando la redacción del reglamento andaluz. Una rebaja de la categoría no vendría a solucionar nada. Si ahora, como primera, es ninguneada por el taurinismo, la hipotética rebaja a segunda categoría no sería más que la firma de un certificado de defunción que nadie que quiera a su tierra desea que sea firmado.

El Día de Córdoba (23/10/2016)

10/16/2016

LA GRANDEZA DEL TOREO


La temporada ha mostrado la crudeza real de la fiesta con la muerte de Víctor Barrio y su solidaridad con un festejo a beneficio de la Fundación de Oncohematología Infantil.

EL otoño trae un año más el fin de la temporada taurina. Las ferias del Pilar en Zaragoza, y San Lucas en Jaén, ponen el punto final a la campaña y son preludio de época de descanso. La América taurina tomará el relevo durante algunos meses. Algunos viajarán al otro lado del Atlántico, donde el mundo del toro late con igual pasión que en la Vieja Europa, aunque con semejantes pecados y males. La temporada taurina dormitará un año más durante el invierno, tomando energía para afrontar renovada, le pese a quien le pese, una nueva campaña que tendrá Valdemorillo por San Blas el punto de partida.

La temporada que se va nos ha mostrado la crudeza real de la fiesta de toros. El rito ancestral mostró su cara más amarga, cuando un pitón certero sesgó la vida de Víctor Barrio en Teruel. La muerte de Barrio ha hecho ver que el toreo no es un espectáculo más. En la tauromaquia la muerte está presente y el hombre la pone en liza cada vez que pisa la arena para enfrentarse al tótem ibérico por excelencia. Un tótem que muchos dicen defender sin conocerlo, anteponiendo su vida, la del toro, ante la del ser humano en una herejía ayuna de ética y razón, carente de humanidad alguna.

Los comentarios vertidos contra el torero caído, su viuda y el toreo en sí, han servido para comprobar donde llega la irracionalidad de algunos que se dicen defensores de los animales. Un movimiento orquestado ferozmente contra la fiesta, que no hace más que mostrar las miserias que puede alcanzar el ser humano en su lado más oscuro y siniestro. El alegrarse de la muerte y desgracia de un semejante, poco favor hace a quien se hace llamar defensores de los animales.

La gota que ha colmado, por ahora, el vaso ha sido la reacción de esta gente, si se les puede llamar así, ante la ilusión de un crío que lucha contra un terrible mal como es el cáncer. Un chiquillo que sueña con ser torero y con el que el toreo se ha solidarizado de forma unánime. Días pasados se celebró un festival a beneficio de la Fundación de Oncohematología Infantil, y no para sufragar el tratamiento del crío como maliciosamente se ha afirmado, y que tuvo como marco la plaza de toros de Valencia. El toreo se mostró solidario una vez más. Muchos fueron los que acudieron a la plaza para sentarse en sus tendidos, y otros muchos colaboraron aportando su donativo en lo que se ha dado en llamar en estos tiempos tendido 0. El niño hizo el paseo junto a los actuantes y finalmente abandonó el coso a hombros como reconocimiento a su entereza y lucha ante una enfermedad tan cruel.

Ante la solidaridad de unos pronto surgió la crudeza y maldad de los otros. Si ya han demostrado que anteponen la vida animal a la de las personas, algunos ahora han llegado a desear la muerte a un niño que no hace más que soñar con sanar y cumplir su sueño de ser torero. Las redes sociales se han mostrado llenas de bilis de quien se dice ser humano. Se ha mostrado una crueldad que roza la ignominia más cruda. Ahora sólo hace falta que la Ley haga su trabajo, y si se ha vulnerado caiga su peso sobre aquellos que la han quebrado.

¿Hay algo más bello que la felicidad de un niño? Para algunos parece que no. Lo malo es que sus ojos no ven a un niño enfermo que, a través de una ilusión lucha por curarse de un mal terrible. Un chiquillo que para ellos no es más que un monstruo porque sueña con faenas radiantes a toros imaginarios mientras soporta duras sesiones de quimioterapia. ¿Dónde puede llegar la crueldad humana? 

La fiesta sigue adelante. Con sus males internos, más preocupantes que los que la atacan desde fuera, pues son los que verdaderamente le hacen daño. Los otros no son más que modas, posiblemente con dudosa financiación desde el extranjero, y que algún día languidecerán como lo hicieron más de una vez cuando la fiesta muestre su cara más integra. Una cara que la realce y engrandezca mostrando que no es un espectáculo más al uso, pues la tauromaquia no es más que un rito milenario en que el hombre pone en juego su propia vida ante la fuerza bruta del toro.



10/09/2016

LÍO E INTEGRIDAD

La adaptación a nuestros tiempos sólo pasa por la implantación de una legislación coherente y fuerte y cuyo motivo fundamental sea una garantía para la integridad del toro de lidia.

La sentencia del Tribunal Constitucional sobre la prohibición del toreo en Cataluña está próxima a hacerse pública. De hecho se ha adelantado por algún medio, tal vez de forma interesada y para calibrar a la opinión del respetable, que la misma es favorable para la tauromaquia, pues se constata que la comunidad autónoma catalana, a quien en su día se transfirió la competencia de gestión de la misma en la región, no tiene entidad para prohibir algo que no le compete.

Estando próxima a ser conocida la tan esperada sentencia del Constitucional, que por cierto ha tardado más de lo esperado y deseado, si ésta, como parece que puede ser, desmonta todo el circo político montado por los inquilinos de la Generalitat, movido por intereses políticos amparados a su vez por un subvencionado animalismo hueco y vacío, la fiesta de los toros jamás debió de ser abolida de aquella región de España que tanta gloria dio a la fiesta del toreo.

A la espera pues de la publicación de la sentencia definitiva, muchas preguntas son las que se hacen los aficionados. Quizá la mayoritaria es si volverán los toros a la Monumental, pues una vez mostrado que la prohibición vulnera los derechos de los españoles preceptuados en la Carta Magna, nada impediría la celebración de festejos taurinos en Barcelona, así como en otras plaza de la región. En la práctica sería viable, pero teniendo en cuenta otros fallos del tantas veces nombrado Tribunal Constitucional, en otras demostradas irregularidades, hace vislumbrar que todo no será tan fácil como parece. No hay que olvidar que la gestión para la organización de espectáculos taurinos depende de la Generalitat, que obviamente hará todo lo posible para no acatar, una vez más, poniendo todas las trabas posibles a lo dictado por el Constitucional.

Se habla, y mucho, que la fiesta necesita una adaptación al siglo XXI. Puede ser, pero con el organigrama instaurado hoy, todo se hace más difícil y complicado. La variedad de legislación sobre el toreo, prácticamente una por comunidad autónoma, hace más difícil esa adaptación que propugnan algunos. La falta de unidad es notoria y la tauromaquia corre serio peligro en aquellas comunidades de menor tradición taurina y que son regidas por políticos de corte nacionalista, que hacen del toreo algo maldito y que es aparejado, de forma interesada y sesgada, al pasado más reciente en la historia de éste país. Esto unido al movimiento en defensa de derechos de los animales, financiado y potenciado por estamentos extranjeros, hace que el toreo, a día de hoy, tenga el estigma de algo cruel, salvaje y políticamente incorrecto.

Ante todo esto hace falta unión y mostrar una fiesta repleta de integridad, así como poner en valor todos sus valores ancestrales que no hacen más que enriquecer nuestra cultura. Pero esa unión no es tangible. Existen muchos intereses que no benefician para nada una puesta en común. Sería interesante unificar criterios y crear una legislación común. El reglamento de 1962, posiblemente el más completo de los escritos, fue adaptado a los tiempos actuales en 1992. Una reglamentación ésta que se adapta a nuestro siglo, tomada como referente para la elaboración de todas sus hijas autonómicas, que no han venido nada más que para enredar y complicar algo que siempre fue unitario y único, cuya misión era legislar el segundo espectáculo de masas de este país llamado España.

¿Se imaginan que en cada comunidad autónoma de España, se jugara al fútbol con un reglamento diferente? ¿Qué ocurriría si el Polideportivo Ejido tuviera que jugar un partido de competición con la Unió Sportiva Lleida? Es obvio que el lío estaría servido. Las razones caen por su propio peso. El ejemplo muestra que hay que consensuar y poner puntos en común. La reglamentación del toreo debe de ser una, única y unitaria en todo el territorio español. 

Los de las transferencias de las competencias legislativas y administrativas a las distintas comunidades autónomas no ha servido nada más que para debilitar la fiesta de forma alarmante. La adaptación a nuestros tiempos, que piden algunos veladamente de forma interesada, solo pasa por la implantación de una legislación fuerte y cuyo motivo fundamental sea una garantía para la integridad del toro, seguridad para los actuantes y defensa de los derechos del consumidor del espectáculo, que no es otro que el público, sancionando de forma contundente a todo aquel que vulnere el reglamento. Lo demás sobra y no son más que cantos de sirena, que sólo pretenden continuar estrujando algo que a la larga se les escurre por entre los dedos.


10/03/2016

CAPAS, PELOS Y SUPERCHERÍAS


Ocurre en el toreo que, cuando se alcanza la elite, o cuando pensamos que la hemos alcanzado, se comienza a cuestionar aquello que no es de su agrado.

Cuando se alcanza la elite, o cuando pensamos que la hemos alcanzado, el ser humano comienza a cuestionar aquello que no es de su agrado. En algunas ocasiones sus razones pueden ser justas, pero en otras, las más, la soberbia de su ego comienza a rechazar todo aquello que piensa, o puede pensar, que no le beneficia para mantener su posición elitista. Es entonces cuando surgen los vetos y las censuras sin tapujo alguno a todo aquel, o aquello, que se intuye que molesta e incómoda. La creencia de estar en posesión de la verdad más absoluta, lleva al ser humano a un punto en el que desprecia cosas, que en ocasiones, les fueron favorables para alcanzar ese lugar por el que se lucha de forma denodada. 

En el mundo de los toros ocurre lo mismo. No hay que olvidar que este estamento del toreo, propio de nuestro país, es un fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos. El torero se puede incluso ampliar a otras piezas del tablero como apoderados, ganaderos o empresarios, cuando alcanza la cima suele adoptar posturas de imposición de todo aquello que cree que le favorece. Obviamente también inicia un desecho de todo aquello que le molesta. Es cuando se veta a compañeros, ganaderías, plazas, informadores o medios, por ser incómodos para sus intereses particulares, la mayoría contrapuestos con los del público que les ha llevado a ocupar su ventajosa posición.


A veces estas actitudes, la mayoría infundadas y caprichosas, rozan el absurdo más absoluto. Una de ellas fue siempre -la historia así lo demuestra- el erradicar algo superficial e insustancial como puede ser el pelo o capa del animal al que hay que enfrentarse. Al imponerse en la cabaña brava la sangre procedente de Vistahermosa, cuyo pelo negro es mayoritario, otros pelos más variados comenzaron a sufrir el acoso de los toreros, por considerarlos de sangres, castas y ganaderías menos proclives para el lucimiento. Por eso capas como la jabonera, hoy gracias al discutido Juan Pedro Domecq otra vez en boga, la cárdena, o la berrenda comenzaron a desaparecer de los ruedos por las manías de aquellos que alegaban que tenían algún goterón de sangre bastarda y que no era propicia para el toreo.

En la pasada feria de Salamanca Miguel Ángel Perera obtuvo un triunfo que tuvo repercusión nacional. El extremeño tuvo una actuación redonda ante un bravo toro con el hierro de Montalvo. Faena para el recuerdo y que se seguro será una de las referentes de la temporada. Perera bordó el toreo. Ese andar metido en terrenos del toro que, a poco que haya un toro exigente, hace vibrar a los espectadores. Frente a él un animal con el hierro de Montalvo, de nombre Brivón, bravo y que fue premiado con la vuelta al ruedo. Teniendo en cuenta que la ganadería charra de Montalvo hoy es mayoritariamente de sangre Parladé-Domecq, todo normal. Pero si decimos que Brivón lucía una capa poco común y que nos retrotraía al pasado podemos desvelar que un pelo pinturero no marca jamás las condiciones de un animal para una lidia lucida, completa y estética. 

Brivón, el toro de Salamanca, tenía un pelo berrendo en negro aparejado, propio de la ganadería a la que pertenecía, así como a los orígenes más primigenios de la misma. Un toro que lucían los de Vicente Martínez, quien aconsejado por Salvador Sánchez Frascuelo, cruzó su piara de reses colmenareñas con un toro andaluz, de igual capa, de la casta vazqueña y procedente de la de Concha y Sierra. Un pelo que a pesar de la absorción de la sangre primitiva con sucesivos cruces con elementos de la vacada de Ibarra, fue característico en la casa y que eran vistos con buenos ojos incluso por aquel privilegiado del toreo que fue Joselito El Gallo. Un pelo que poco a poco fue marginado por la torería andante y reinante, desapareciendo prácticamente de las grandes plazas y conservado de forma testimonial por el ganadero como vestigio de la vieja y recordada ganadería de Martínez. Tanto es así que en la otra ganadería procedente de ella, como es la de nuestro paisano Ramón Sánchez, hace años que desapareció por completo.

Brivón con su juego demostró que en ocasiones, cuando se llega a la elite, el veto puede ser algo caprichoso y arbitrario. Algo que puede rozar la superchería y la superstición que bien casan con la falta de formación y preparación del ser humano. La bravura es algo aparejado al comportamiento en la lucha y no en el fenotipo o características externas. La variedad de capas, o pelos, es algo que enriquece la cabaña brava, y este argumento es suficiente para erradicar vetos caprichosos que solo cercenan lo que antes era lógico y normal.

FOTO: Gentileza de MENACHO