5/24/2020

LA FERIA TAURINA DE LA SALUD DE HACE UN SIGLO




En 1920, la trágica muerte de Joselito días antes en Talavera de la Reina, hizo que los carteles de Córdoba tuvieran que recomponerse en breve espacio de tiempo para su ciclo de mayo.




La pandemia mundial que azota al mundo ha traído consecuencias nefastas para la fiesta de los toros. El coronavirus, conocido por la ciencia como covid-19, ha hecho que las principales ferias de principio de la temporada taurina hayan tenido que ser suspendidas.

La Feria de la Salud de Córdoba, en una temporada que estrenaba nuevo gestor en Los Califas, también ha tenido que ser suspendida, en una campaña que se antojaba ilusionante por el aire fresco que parece que trae la nueva empresa. No se recuerda en Córdoba un dato similar. La fiesta siempre estuvo presente en el mayo festivo cordobés. La última gran pandemia que se recuerda, la gripe española en 1918, no pudo cercenar del calendario festivo de la ciudad los festejos taurinos, cosa que este nuevo virus, emparentado con el que nos azotó en 1918, sí ha conseguido.

Tampoco en la temporada de 1920, marcada por la trágica muerte de Joselito días antes del ciclo cordobés y en el que la tauromaquia se tambaleó de arriba abajo, Córdoba no se vio privada de los festejos taurinos programados en la Feria en honor de Nuestra Señora de la Salud. Joselito tenía contratadas las tres corridas de la feria y debido a su mortal percance en Talavera, la organización tuvo que buscar deprisa y corriendo sustitutos para completar el hueco dejado en los carteles por el coloso de Gelves.

La prensa local de la época, El Defensor de Córdoba y El Diario de Córdoba, se hicieron eco, de manera amplia, de la cogida mortal. El espada sevillano había traído, en dupla con Juan Belmonte, un aire renovador a la fiesta de toros. La principal aportación fueron unos modos que, a la postre, sirvieron para poner los cimientos de la fiesta de toros tal y como hoy es conocida. Gallito chico, como también fue conocido, moldeó al toro a su forma, para potenciar su idea del rito ancestral; dotó de mayor relevancia al tercio de muleta, hasta entonces basado solo en preparar al toro para su muerte; y, sobre todo, trató de revolucionar el mundo empresarial del toreo, con la construcción de grandes plazas para albergar mayor número de público a precios más asequibles.

Joselito puso los cimientos. El toro Bailador frustró la revolución gallista, preguntándonos hoy qué hubiera pasado en el toreo si ese animal no se hubiera cruzado en su camino. La aportación de Joselito, como ha quedado dicho, fue vital para la evolución de una fiesta del XIX en pleno siglo XX. Por ello, a su prematura desaparición, el toreo, incipiente por él propugnado, se estremeció. Los gestores del añorado Coso de Los Tejares tuvieron por tanto una difícil papeleta para recomponer el ciclo taurino de la Salud de aquel triste, para el toreo, año de 1920. Al final, las vacantes de Joselito fueron cubiertas por Chicuelo, en dos tardes, y el valeroso espada mexicano Luis Freg.

¿Cómo se desarrollaron los festejos taurinos de aquel año en Córdoba? Repasando la prensa local de la época, conocemos que el primer festejo se celebró el martes, día 25. Se corrieron toros de Félix Moreno Ardanuy, que había adquirido años antes la célebre ganadería de Saltillo, que fueron lidiados por Rafael Gómez El Gallo, hermano mayor del torero desaparecido, Ignacio Sánchez Mejías y Manuel Jiménez Chicuelo. La entrada fue pobre en sol y mediana en la sombra. Destacaron el Gallo y Sánchez Mejías, que cortaron una oreja por coleta. Menos afortunado estuvo Chicuelo, que se topó con Aguador, un bravo animal que lució en el tercio de varas y con el que no estuvo a la altura que todos hubieran deseado.

Al día siguiente se jugaron toros de la reconocida ganadería de Miura, estando acartelados Luis Freg, Paco Madrid y Sánchez Mejías. Más público se congregó en los tendidos del coso. Los espadas destacaron por su valor y temeridad con los temidos toros sevillanos, destacando Freg, que dio una merecida vuelta al ruedo tras petición.

El último festejo mayor –la feria tuvo dos novilladas más en su abono– tuvo lugar el día 27, donde se anunciaron El Gallo, Manolo Belmonte, Sánchez Mejías, que toreó las tres corridas, y Chicuelo, quienes se las entendieron con ocho toros de Gamero Cívico, en tarde de calor y unos tendidos poblados. La corrida no tuvo mucho que contar, según los cronistas de la época. El Gallo trasteó con su peculiar arte, así como con sus precauciones habituales, Sánchez Mejías volvió a hacer gala de su valor y arrojo, Chicuelo apuntó detalles y Manolo Belmonte, hermano del Pasmo de Triana, fue el único que lució cortando una oreja a uno de sus oponentes.

Un siglo ha pasado. La caída trágica de uno de los colosos en la historia del toreo no paró la rueda de la fiesta de los toros. Cien años después, un virus, que está estremeciendo el mundo, ha parado la rueda del toreo.


5/16/2020

JOSELITO, CIEN AÑOS DESPÚES



El torero puede que sea el último héroe con ribete mitológico. En nuestra sociedad, tremendamente globalizada y aséptica, la figura del torero ha perdido ese halo heroico, pero aún así, la imagen del matador de toros continua siendo icónica para muchos. Tanto es así, que después de mucho tiempo, hoy hablamos de cien años de su muerte, aún se les recuerda, se les admira y se les rinde pleitesía. Hoy se cumple un siglo desde que José Gómez Ortega, Gallito-chico o Joselito en los carteles, perdiera trágicamente la vida en la plaza de toros de Talavera de la Reina, después de haber aportado a la fiesta de los toros, una revolución que fijó los pilares de cómo la conocemos un siglo después.

La tauromaquia está unida a nuestro pueblo. Si hoy por hoy, es el segundo espectáculo de masas, en la España de Joselito el toreo era una celebración exacerbada y pilar de la diversión de los españoles. El torero era un referente. El halo heroico del torero era máximo, tanto que muchos trataron de salir de su miseria y hambre, probando fortuna en la difícil, por no decir imposible, de ser figura máxima del toreo. Pocos la consiguieron, muchos fracasaron en la empresa. La gloria está llamada para pocos elegidos.

Uno de esos fue Joselito. Un chiquillo que nació por y para ser torero. Pero no un torero más, lo hizo para ser un visionario para la consolidación de una fiesta que a pesar de muchos, es algo que forma parte de todos y cada uno de los españoles. La fiesta de principio estaba llena de arcaicismos. Un espectáculo trágico, en exceso sangriento y cruel en ocasiones. El llamado primer tercio de la lidia, era el fundamental. Los públicos solo pedían caballos, caballos y más caballos. La bravura se media por entradas a famélicos rocinantes y bajas en las cuadras. El espada se lucía en quites y poco más. Tras la llamada suerte de varas, banderillas y poco más. El tercio de muerte era breve. Solo se preparaba al toro para la muerte y morir.

En la visión precursora de Joselito, la lidia tenía otra visión distinta. Tan distinta que trato de cambiarla, y por ello sentó las bases del toreo moderno, el cual no pudo culminar por encontrar la muerte de forma prematura, hoy hace cien años. ¿Qué hubiera pasado si “Bailaor” no se hubiera cruzado con Gallito en Talavera? Posiblemente, todo habría avanzado más rápidamente, pero para fortuna de la fiesta de toros, Chicuelo y sobre todo Manolete culminaron lo apuntado y esbozado por el llamado Rey de los Toreros.

Joselito aportó a la fiesta la lidia total. Todo formaba parte de un todo. Cada tercio tenía su importancia. El tercio de varas continuó su cometido de ahormar a aquellos toros de carácter rústico, que José también trató de amoldar a los nuevos tiempos. El de banderillas lo hizo vistoso, florido y alegre. Y el tercio de muerte inició el camino que lo llevo a denominarse tercio de muleta, ya que José intentó que no fuera un trámite para el final, sino que también sirviera para lucimiento del torero.
Joselito supone la transición entre el llamado toreo antiguo hacía el toreo moderno. Es a la vez el último estandarte del pasado, pero también abandera el futuro. También atisba que el peso de la purpura puede ser excesivo para una sola persona y forma una pareja de época, con Juan Belmonte, que es otra figura vital para el desarrollo del nuevo toreo, eso sí, bajo la vigilancia y supervisión del autentico renovador que no es otro que Joselito. Gallito trae el toreo ligado en redondo, Belmonte la cercanía y el pisar terrenos prohibidos hasta entonces con oponentes broncos y a la defensiva en la mayoría de los casos. Es por ello por lo que Joselito, respetado por los criadores de su época, va imponiendo una selección en el toro a lidiar. Aunque como máxima figura, se enfrenta a toros de cualquier vacada, sugiere y a la larga pone un toro no solo apto para el lucimiento del tercio de varas. Los ganaderos se hacen eco de la propuesta “gallista” y comienzan a moldear su ideal de toro al que mejor se amolde al toreo del revolucionario pensar del torero. Es cuando el encaste procedente de Vistahermosa se va a imponer a todos los demás. La sangre navarra entra en declive, al igual que la vazqueña, en la cima durante muchos lustros. El toro de hoy es la culminación del sueño de Joselito.
Fuera de la plaza Gallito también tuvo una visión fuera de lo normal. El toreo es la fiesta del pueblo, un espectáculo de masas. A mayor espectadores más ganancia para todos y más proyección de una liturgia única y viva. Es cuando surge su idea de las plazas monumentales. Tanto es así que se construye una en su natal Sevilla, y después de su muerte, aunque a su propuesta, es inaugurada la de Madrid.

Joselito traía la revolución del toreo en la cabeza. Su toreo sobrado y dominador hacía que la admiración hacia su persona fuese más que notable en la España de su época. Tanto es así que en todos los rincones de España era solicitada su presencia. Así llego a Talavera de la Reina. Y allí su destino estaba marcado en los pitones de un toro llamado “Bailaor”. En la coqueta plaza talaverana se truncó todo. Pero la base estaba puesta y después de un siglo de aquella nefasta tarde, José Gómez Ortega, Joselito, es recordado por su aportación a la última liturgia viva de la cultura mediterránea, que conocemos como tauromaquia. ¡¡Gloria a Joselito!!