Confieso que el encaste domecq no vuelve loco. Seguramente debido a la hegemonía que tiene en la actualidad y a la podredumbre que ha traído a la fiesta. Esta sangre ha acabado con otras que tenían mucho de lo que ella carece, casta. También pesa mucho en mi ánimo que la familia Domecq desbaratara una ganadería mítica, que llevo durante muchos años el estandarte de la sangre ‘vazqueña’ como era la del Duque de Veragua y que como los que me leen saben que es mi encaste preferido. Por eso este encaste al que muchos denominan el más bravo de la historia, yo diría el mas bobo, no es santo de mi devoción.
Pero lo cortés no quita lo valiente, y reconozco que de vez en cuando salen toros de esta sangre realmente bravos. Pero ojo, no toros tontos que se dejan dar ochenta muletazos, si no toros bravos y encastados de verdad. Paradójicamente no de esas ganaderías de moda, criadoras de toros artistas que se han extendido como un vertido de aceite en el agua, si no de las que tienen su origen en las ventas que hizo en vida Juan Pedro Domecq y Díez. El toro auténtico que buscó el ganadero jerezano y no el bobo y descastado que crían sus descendientes.
Pues el pasado lunes tuve la ocasión de ver uno de esos ‘juampedros’ antiguos, con esa bravura añeja y sólida. Pertenecía a la ganadería de los hermanos Sampedro. Se jugó en Montilla y casualmente en una corrida de rejones. Según me comentaron por ser hijo de un semental que se ha caracterizado por dar unas horribles caras. De nombre ‘Buenacara’, número 77, guarismo 5 y colorado de capa, salió con una exhalación de toriles, acudió presto a los cites y se estrelló de mala manera en la barrera. Del choque salió dando estertores, descordinado y con sangre en el hocico. Todos pensábamos que se había descerebrado. Aún así empezó a querer coger la cabalgadura no había quien lo parara. A pesar del encontronazo se fue viniendo arriba. ‘Buenacara’ fue una maquina de embestir. No paraba, lo mismo tras los caballos que de los capotes de los auxiliadores, donde metía la cabeza abajo y llegaba hasta donde nadie podía intuir. Jamás busco los adentros, todas sus embestidas lo eran para los medios, dando un juego realmente espectacular. Volvió a rematar en las tablas persiguiendo un capote mientras Moura Caetano cambiaba de montura. Lo hizo de forma tan violenta que esta vez se partió el cuerno derecho por la cepa. Pero tampoco lo acusó. Al final murió de un certero rejón y una presidencia con sensibilidad le premió con la vuelta al ruedo. Hecho poco usual en un ‘gaché’ de pueblo y en una corrida de rejones. Si los 'domecqs' salieran todos así otro gallo cantaría a la fiesta y desde luego los aficionados tendrían otro concepto de esta sangre.
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